n Emilio Pradilla Cobos n

El PRD en la capital

La elección del presidente del PRD en el Distrito Federal, que coincide con la de presidente nacional del partido y comparte en gran medida su problemática, reviste gran importancia por dos razones básicas: tendrá la responsabilidad de acompañar en su fase final al gobierno democrático del ingeniero Cárdenas y orientar la labor de sus legisladores en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF). Asimismo deberá dirigir al partido defeño en las elecciones del 2000, que definirá sobre la continuidad del proyecto democrático, el retorno al pasado priísta o la llegada de la ultraderecha panista en el DF y jugará un papel clave en las federales. Las tareas que tendrá que enfrentar el futuro presidente del PRD-DF, presentes en la campaña misma, son cruciales; son exigencias de la ciudadanía que votó por la propuesta de Cárdenas y le dio al PRD la mayoría absoluta de que goza en la ALDF.

El PRD-DF se formó y sigue funcionando como sumatoria de corrientes o grupos organizativos permanentes, cerrados (con expresiones nacionales), que se oponen continuamente y luchan por el control de la militancia, la periferia, la estructura y dirección del partido; su origen son las organizaciones sociales, sobre todo del movimiento urbano popular y sus liderazgos locales; su accionar rechaza e impide el acceso al partido a amplios sectores de trabajadores urbanos y rurales, pequeños y medianos productores, universitarios, intelectuales, profesionistas y ciudadanos que comparten el proyecto democrático y, de cambiar la situación partidaria, podrían participar en él y dar más solidez al partido como expresión política de las necesidades e intereses de la mayoría de los capitalinos.

Esta composición lleva implícitas prácticas corporativas y clientelares --(acceso a vivienda y servicios, abasto popular, etcétera) que afloran en función del control de votos y apoyos en procesos electorales internos y externos, y designación de candidatos--, reñidas con la democracia y nefasta herencia de la cultura política priísta, que es urgente erradicar. Así planteada la práctica partidista, no existe el debate programático que pasa por la definición de un proyecto democrático de ciudad para los ciudadanos que, desde las posiciones de la equidad distributiva, la justicia social y la libertad, ofrezca una alternativa viable al capitalismo neoliberal, adecuada al presente y anticipatoria del futuro. La heterogeneidad ideológica de origen, alimentada por la llegada reciente de miembros de otros partidos en descomposición --sobre todo el PRI--, en ausencia de un debate serio que respetando las diferencias busque la coherencia, hace casi imposible la construcción de este proyecto político.

La futura dirección debe tener como compromiso con los cientos de miles de militantes y simpatizantes, con los millones de votantes de 1997 y con todos los capitalinos, la construcción de un verdadero partido político contemporáneo: basado en principios coincidentes con la resolución de las necesidades de los sectores sociales mayoritarios; dotado de un programa político claro y coherente para la capital, sólidamente articulado con el nacional; con unidad organizativa y de acción política que garantice y respete la expresión de las diferencias, pero excluya la presencia permanente de grupos sectarios y cerrados; incluyente de todos los sectores democráticos; con relaciones transparentes con las organizaciones sociales, pero diferenciado de ellas en lo organizativo; que excluya el corporativismo, el clientelismo, el uso partidista de programas sociales o cualquier forma de tráfico con la necesidad; dotado de una política legislativa para su mayoría en la ALDF; con medios de comunicación modernos, adecuados a su relación cotidiana con la militancia y la ciudadanía; que use transparentemente, de cara al público, sus recursos financieros.

Los militantes y simpatizantes del PRD-DF deberían inclinar su apoyo hacia el candidato a la presidencia del partido que por su propuesta, sus alianzas y su trayectoria pasada, garantice la inaplazable reestructuración partidaria. Juntos tendrán que vencer, como punto de partida del cambio, la resistencia de los grupos sectarios y corporativos que hoy están presentes en el partido. Será la prueba de su capacidad transformadora.