n Tlatoani pagano venerado en un templo cristiano


Un ceremonial cósmico, clímax

del homenaje a Cuauhtémoc

n ''Madruguete'' de uno de los calpullis de danza, en Ixcateopan

Arturo Jiménez, enviado, Ixcateopan, Gro., 23 de febrero n Un ''ceremonial cósmico" cuyo tiempo esencial dura 58 minutos fue el momento culminante del homenaje al último tlacatecutli y gran tlatoani Cuauhtémoc, que hoy cumplió 500 años de su nacimiento en esta tierra del mármol, en donde reposan sus huesos en un mausoleo diseñado por Diego Rivera en la iglesia que construyó el fraile Motolinía.

Sin embargo, ubicada la ''hora cósmica" por computadora entre las 12:12 y las 13:10 (29 minutos antes y 29 después del meridiano), uno de los calpullis de danza dio ''madruguete" y, además, se negó a ''recibir" a los demás grupos.

Dirigida por el teyacanqui ocelocóatl (Sergio Ramírez Muñoz), la ''apertura del cosmos" se logró mediante una salutación de copal y toques de caracol a cada uno de los ''rumbos cósmicos", comenzando por el oriente (tlahuixtlampa), ''el punto más importante", el de la luz.

Luego los danzantes saludaron al poniente (zihuatlampa), el rumbo de las mujeres muertas al dar a luz, y después al norte (mictlampa), el rumbo de los muertos.

Pero el último punto no era el del sur (huixtlampa), el de las espinas de luz, también llamado de Huitzilopoztli como fuerza de voluntad. Luego giraron en círculo para acercarse al centro, el ombligo o corazón de la ceremonia, donde sobre una tela roja se colocan las ofrendas. En ese momento se hizo una salutación al ''Padre Sol" en el instante del tonalnepantla o mitad del día.

Al final se saludo al centro de la ''Madre Tierra", para concertar así los cuatro puntos cósmicos y el ''eje central". De ese modo se pretendió conectar con la armonía del universo, pues al bailar se ''movió la energía" dentro del círculo de danzantes y hasta de los espectadores.

Los danzantes que se iban integrando tenían que ser sahumados (popochcomitl) para ingresar al círculo. En cierto momento un coro de niños cantó en náhuatl la última consigna de Cuauhtémoc, doloroso mandamiento para mantener en secreto la cultura mexica hasta el resurgimiento de Anáhuac.

Después, los jefes de cada grupo ofrendaron su danza, a su vez ''otorgada" por el teyacanqui. Siguió un receso con la in toca tocatzin, ceremonia de la siembra del venerable nombre, como opción a la designación castellana.

 

Concheros sincréticos vs guerreros mexicas

 

Abrumada esta población de manera ancestral por los mexicas-chilangos (unos 800 visitantes, dijo el alcalde Miguel Angel Treviño), la participación local se observó escasa, aunque el funcionario preciso que los habitantes y el ayuntamiento alimentaron y alojaron de manera gratuita a la mayoría de las personas procedentes de otros lugares.

Presente con su estandarte, el investigador Miguel Angel Mendoza comentó que con el dominio de los ''bárbaros invasores" los antiguos danzantes tuvieron que disfrazar sus bailes como moros contra cristianos, romanos contra judíos y la danza de los doce pares de Francia. Además, tuvieron que usar instrumentos de cuerda como la mandolina, que fabricaban con conchas de armadillo, de ahí el nombre de concheros.

Hace unos 10 años, agregó Mendoza, comenzó la recuperación de las danzas originales que eran guerreras, con panhuehuetls, teponaztlis y sin cuerdas. Así, hay una diferencia entre la danza Tonantzin y la danza guadalupana, y entre ser conchero y ser guerrrero, finalizó.

Los danzantes presentes vienen vestidos como guerreros águila o guerreros ocelotes, papagallos o jaguares. Portan fastuosos trajes, sonajas, enormes penachos, escudos y diversos adornos, aunque hay algunos que sólo visten de blanco y con un ixcualmecal en la frente.

 

Encender el fuego de la mexicanidad

 

La celebración en realidad comenzó a las 08:00 horas de ayer, con la ''ceremonia del encendido del fuego sagrado de la mexicanidad", el cual fue traído en relevos por 20 corredores hasta Ixcateopan. Otros fuegos llegaron de Xochimilco, Iztapalapa, Malinaltepec, Tlapa y Chilpancingo.

Durante ese lunes, e incluso desde el sábado, comenzó la llegada de los calpullis de danza. Antes de la medianoche la atmósfera de la añeja población se sahumaba con copal y el sonido de caracoles.

El aparente caos de danza, percusiones y preparativos se consolidó poco antes de la medianoche con ofrendas, peticiones a Cuauhtémoc y algunas oraciones ante los restos del tlacatecutli, pagano tlatoani paradójicamente venerado en un recinto cristiano.

''Venerable señor, pan para el hombre, trabajo honroso sin bajar la frente. Tus hijos recordamos tu tormento y sacrificio", dijo uno. ''Señor, te traemos esta ofrenda porque queremos ser mejores y que este pueblo salga adelante", pidió otro, y rubricó: ''šTiahui, Cuauhtémoc!".

Llegados todos los fuegos, los exaltantes gritos y tamborazos se integraron y hubo momentos de éxtasis en diversos rostros de los danzantes criollos, mestizos e indígenas.

La aparentemente anárquica energía de baile y fuego duró hasta las tres de la madrugada, tanto en el templo como enfrente y en la plaza Eulalia Guzmán.

Sólo entonces los giros y súbitas inclinaciones de los frenéticos quetzales se dispusieron para entrar en reposo.