n Bernardo Bátiz Vázquez n

Alianza opositora

La olvidada posibilidad de una alianza opositora para dar un empujón final al sistema, que ya se tambalea pero se resiste a caer, vuelve a las primeras páginas de los periódicos, editoriales y a la boca de algunos comentaristas de radio y televisión.

Hace unos meses, con su gran autoridad moral y conocimiento de la realidad mexicana, la planteó el periodista Miguel Angel Granados Chapa al proponer su propia candidatura de unidad de la oposición para el estado de Hidalgo. Si bien la idea no fue aceptada entonces por el PAN, que optó por un joven cantante con algo de popularidad local, sí volvió a colocar el tema en el tapete de la política nacional.

La propuesta, muy en boga antes de las elecciones de 1994, fue abandonada por varias razones, en especial por la presencia de candidatos muy fuertes en los dos partidos de oposición de mayor presencia; así como por la prevención panista en contra de las alianzas, sobre todo si se trata del PRD. Pero hoy, como suele suceder en política, el presidente de Acción Nacional Felipe Calderón Hinojosa, ya al ocaso de su gestión rectifica la posición anterior de su partido y abre la puerta para que, al menos, el asunto sea tratado.

La causa de este cambio de opinión se debe, creo yo, a dos razones: una de ellas es el resultado de los dos últimos procesos electorales en Hidalgo y en Quintana Roo. En ambos estados la oposición en su conjunto avanzó y se consolidó, pero el PRI volvió a contar con todo el apoyo de los gobiernos locales y el federal, y logró imponerse a sus opositores, aunque con mayores trabajos.

La otra razón es que el PAN ha retrocedido en forma preocupante para sus dirigentes, quienes pensaron que quedarían impunes sus antecedentes salinistas y sus alianzas intermitentes con el PRI. Una alianza para el 2000, en la que el PAN quedara incluido, sería una derrota interna para los panistas- salinistas pero también la oportunidad para demostrar si el partido quiere o no un cambio de fondo hacia la democracia.

La idea de la alianza opositora ha inquietado también a los ex priístas Manuel Camacho y Jesús Silva Herzog, quienes han aprovechado la inquietud al respecto para dejarse oír y retratarse ante la prensa.

En el PRD la idea no es nueva; de hecho se ha puesto en práctica con las candidaturas externas y las alianzas locales coyunturales, y los efectos parecen positivos en términos generales, aun cuando sin duda hay riesgos y, como se dijo ya, "se reservan el derecho de admisión". En ese partido, definido hace poco y formalmente como de izquierda, se tiene, y con razón, alguna desconfianza por lo que toca al PAN, que ha preferido hasta hoy apuntalar al sistema para obtener ventajas y, salvo excepciones, como fue el caso de la instalación de la Cámara de Diputados, no se la juega a fondo.

Lo importante es que la inquietud por dar un paso tan trascendente ha penetrado ya en las mentes de los dirigentes de ambos partidos, y aún cuando el camino es largo, el tiempo es corto y los pasos que se han de dar deben apresurarse.

Del caso de Silva Herzog no hay que olvidar que, siendo embajador de México en España, se le invitó a un desayuno en el que estuvieron presentes representantes de diversos grupos y corrientes políticas para analizar con él su posible candidatura. No dijo que sí ni que no, pero avisó que su compromiso en la embajada estaba por concluir y que entonces nos volveríamos a reunir; esto no sucedió, porque a su regreso aceptó otro compromiso con la administración pública y se olvidó de sus inquietudes oposicionistas, que hoy resurgen.