n Los representación nacional se quedó con ganas de un round


Ambas partes guardaron armas para mejor ocasión

Alonso Urrutia y David Aponte n Todo quedó en un mero round de sombra. Los congresistas estadunidenses no reprodujeron los exabruptos publicados en The Washington Times ni los legisladores mexicanos abrieron sus portafolios con documentación pormenorizada de la corrupción en Estados Unidos.

''Nos quedamos con los guantes puestos'', resumió la senadora priísta Martha Lara, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores.

Resguardados por el Estado Mayor Presidencial, los congresistas llegaron al mediodía al Senado de la República. Al frente de la delegación iba John Mica, republicano del ala más conservadora y presidente del Subcomité de Justicia, responsable de la política sobre drogas.

De tendencias antimexicanas tras su voto en contra del paquete de rescate económico de México en 1995, Mica escribió esta semana una página más sobre su postura en un artículo en The Washington Times, que anticipaba a su contraparte: acuerdo bilateral marítimo antidrogas, incremento de las extradiciones de capos, desterrar la corrupción y permitir que porten armas los agentes de la DEA.

Eso presagiaba la confrontación, pero nada de eso salió a colación en el salón Miguel Ramos Arizpe del recinto alterno del Senado, aun cuando la delegación estadunidense estaba integrada, en su mayor parte, por congresistas que apoyaron la resolución que avalaba la operación Casablanca.

Fue de hecho una reunión amable, con los matices del caso. No fue el Mica de retórica agresiva, más bien fue amable. Cambió por completo su actitud ante los legisladores mexicanos, según la descripción de Lara. Inevitables el tema de la certificación y las diplomáticas recriminaciones mexicanas hacia el mecanismo unilateral, a decir de los legisladores de nuestro país, para quienes sólo trae agravio y los reproches hacia los esfuerzos estadunidenses para reducir su consumo.

Salieron a relucir casos específicos, como la legalización del uso de mariguana con fines médicos en el estado de California. ''Una verdadera estupidez'', reconocieron los congresistas. Hubo también reproches para el desigual combate a los migrantes mexicanos que a los narcotraficantes. ''Los tratan como si fueran criminales o narcotraficantes. Deberían mejor atacar a los que son, como se dijo, que en la Tercera Avenida de Nueva York ofrecen sobrecitos con droga''.

La delegación de Estados Unidos también dio su versión del encuentro que ellos pidieron fuera privado. Escueta y resumida a sólo dos preguntas con la prensa.

Mica y la demócrata por Hawai, Patsy Mink, defendieron la certificación con el argumento de que ha traído beneficios comerciales, de financiamiento internacional y de erradicación de la producción y el tráfico de droga en terceros países.

''Tiene que ver con la discrecionalidad que se abrogan el Congreso y el Ejecutivo de EU para otorgar esos recursos. El juicio que se hace al respecto está basado en la cooperación que se obtiene de otros países y también en la erradicación de las drogas y detener el narcotráfico en esas naciones'', dijo Mica.

De su visita, resumió que estaban aquí ''para ver de qué manera podemos ayudar a México a combatir el tránsito de drogas a través de su territorio''.

Pasado el trance, la evaluación de los legisladores mexicanos y estadunidenses coincidieron en la cordialidad. ''No hubo exigencias. Nos preguntaron, les informamos y en eso quedó la reunión'', dijo Lara Alatorrre.

Plática franca, definió Mica. ''Hablamos no sólo del pasado, sino del futuro, hablamos de cooperación''.

Una plática que terminó hasta con regalos de los congresistas. Finas plumas con la imagen de Woody, el pájaro loco, y un filoso abrecartas para cada legislador.

''Si me lo hubieran dado antes de la reunión hubiera pensado que era para que nos hiciéramos el harakiri'', expresó irónico el diputado Alfredo Phillips Olmedo.

Ya de salida, Lara acotó: ''Yo creo que a los legisladores estadunidenses les mojaron la pólvora''.