BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
Sistemas monetarios y crisis

Si las crisis económicas en nuestro país invariablemente se han desatado por las abruptas devaluaciones, ¿por qué no evitarlas a toda costa, o mejor aún, cancelar que exista siquiera esa posibilidad? Una alternativa es fijar legalmente la moneda débil (obviamente el peso) a la fuerte (el dólar). Otra, todavía ``más efectiva'', sería eliminarla. Esa es la razón por la cual la propuesta revolucionaria de dolarizar la economía mexicana, como una forma efectiva de evitar la tradicional crisis de fin de sexenio, está presente en muchos círculos de opinión y, sobre todo, en representantes de importantes grupos de interés.

Es curioso, cuando irrumpió la crisis de 1995, se buscó de inmediato un país exitoso a seguir. El diagnóstico del gobierno centró su explicación de la crisis de balanza de pagos en la falta de ahorro doméstico. De inmediato, encontró en Chile las medidas adecuadas para resolver este problema. Pero lo interesante es que sólo tomó una parte (el sistema de pensiones), y dejó de lado al manejo de su política cambiaria y a su sistema de controles sobre la movilidad de capitales.

Ahora, las expectativas perversas que podrían llevar nuevamente a otra crisis de divisas son el problema a atender, por lo cual se buscan, incesantemente, medidas preventivas eficientes. Emerge, entonces, el ejemplo exitoso de Argentina, país que logró reducir de manera ciertamente impresionante su inflación a la vez que retomó un cierto ritmo de crecimiento.

Lo que habría que decir, es que este país, después de tener un Consejo Monetario desde 1991, ahora está buscando, con cierto apuro, otra medida aún más radical que logre prevenir el contagio proveniente de la terrible crisis brasileña. Los especuladores, temiendo que se abandone la paridad impuesta por mandato constitucional, han presionado sobre las tasas de interés. El resultado es que aún en presencia de tasas de inflación de 1 por ciento, las tasas de interés reales se mantienen muy altas, por lo que ahora afectan el crecimiento económico. Frente a la amenaza de que las autoridades no aguanten y, por tanto, que abandonen el actual sistema cambiario, ahora el mismo presidente Menem está promoviendo activamente la conveniencia de ir mucho más allá e instaurar la plena dolarización de su economía.

Esto representa eliminar más instrumentos de política, como al tipo de cambio y al manejo de los agregados monetarios. Pero lo que es más, en ese contexto, todo recaería sobre la política fiscal y sobre las variables reales de la economía como producción, empleo y salarios. Sería tanto como volver -al máximo- al patrón oro, que muchos identifican como el culpable de la crisis del 29. De acuerdo con Andrés Velasco (``Dollar Diplomacy'', Time, febrero 8, 1999), los países que salieron de esa gran depresión fueron los primeros en dejar ese sistema monetario.

Destaca, por otro lado, el hecho de que las autoridades mexicanas han repetido insistentemente las bondades que hasta ahora ha tenido el actual régimen cambiario de flotación controlada y, por tanto, la firmeza en mantenerlo.

Los préstamos internacionales que se están negociando con el FMI, y los que seguramente vendrán el año próximo junto con la desaceleración de la actividad económica, se utilizarán sistemáticamente como recursos preventivos. No estimo ni próximo ni conveniente seguir los pasos de Argentina, por lo menos no antes del año 2001.

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