n Ugo Pipitone n
Una idea desde Venezuela
El ejército movilizado, en coordinación con las autoridades civiles locales, para la realización de obras públicas y otras tareas de apoyo a la población. La idea viene de Venezuela y de su nuevo presidente Hugo Chávez. Y en ese ambiente de ausencia de ideas fuertes que domina el escenario latinoamericano desde hace ya muchos años, podría ser una idea no despreciable. En lugar que mantener decenas de miles de jóvenes en los cuarteles donde normalmente contribuyen muy poco, si es que algo, al bienestar de sus países, movilizar el ejército en tareas permanentes de solidaridad social, es decididamente un buen proyecto.
Pocas veces como en estos años la historia latinoamericana del siglo XX ha sido dominada por una ausencia tan persistente de ideas y programas políticos capaces de indicar un rumbo, al mismo tiempo, viable y socialmente aceptable para salir del subdesarrollo. En el pensamiento social, el dominio de paradigmas científicos conservadores (expectativas racionales y ejercicios académicos similares), coincide con una asombrosa ausencia de propuestas. La economía real es vista cada vez más como un producto de la naturaleza más que de una historia sobre la cual es posible intervenir. Y en la política, la virtud máxima coincide con la menor acción para destrabar estructuras que condenan millones de personas a la miseria. El fantasma del populismo sigue funcionando como coartada para olvidar tareas y responsabilidades para las cuales el espíritu de la época no tiene respuestas. En la historia latinoamericana, nunca había sido tan perfecta la coexistencia entre científicos sociales que miran al mundo como a un sistema de equilibrios intocables y gobernantes conservadores para los cuales los márgenes de acción son tan estrechos.
ƑDónde está el problema? Hagamos un listado. Primero: al desarrollo no se llega sin ideas capaces de remover obstáculos estructurales y reflejos discriminatorios acumulados en largos ciclos históricos. Segundo: América Latina está muy lejos de haber encontrado un camino sólido de crecimiento de largo plazo; a macroeconomías a veces sanas corresponden economías que no crecen o lo hacen en forma insuficiente y errática. Tercero: la pobreza que se incrusta y se difunde en las sociedades hace insostenible en el largo plazo la democracia y prepara el terreno para explosiones de ira colectiva, primitivismo político y mesianismos ideológicos. Moraleja: pocas veces estuvimos más urgidos de ideas y pocas veces tuvimos tan pocas.
La derecha hace de su ausencia de propuestas una virtud moral, una prueba de "responsabilidad". Y la izquierda latinoamericana, incapaz de superar su tradicional antiintelectualismo, tiende a convertir la realidad en una mezcla de conspiraciones capitalistas internacionales y de nostalgias carismáticas. De una parte la ética de la renuncia y de la otra la ética de una voluntad que no acepta los vínculos de la historia.
Como quiera que sea, la región no solamente no encuentra aún un camino firme de crecimiento de largo plazo, sino que tampoco tiene los recursos para financiar un combate serio contra una miseria de masas que distorsiona el funcionamiento global de las economías nacionales. En la mayoría de los países de la región los ingresos fiscales corrientes oscilan entre 12 y 18 por ciento del PIB. Un nivel tan bajo que estrecha radicalmente las posibilidades de movilizar recursos en forma de créditos blandos, obras públicas y subsidios a favor de las zonas y los grupos de población más pobres. Para comparar, señalemos que en la mayoría de los países europeos los ingresos fiscales corrientes representan generalmente una proporción del PIB oscilante entre 30 y 40 por ciento.
Una banalidad: en los mares tumultuosos de la globalización pueden navegar con alguna esperanza de éxito los barcos sólidos con tripulaciones que no estén a cada rato al borde del motín. Y ésta, por desgracia, no es la situación latinoamericana. Reforma fiscal, reforma del Estado, reforma agraria no son una política económica, pero sin acciones fuertes en estos tres terrenos ninguna política económica podrá dar resultados positivos a largo plazo. La entera historia regional está ahí para demostrarlo. Se trata de romper el círculo vicioso en el cual el subdesarrollo produce miseria mientras ésta fortalece las distorsiones estructurales del subdesarrollo y sus inercias. Se podrá discutir sobre las modalidades de cada una de las reformas mencionadas, pero no es posible suponer que sin una importante recaudación fiscal, sin una burocracia capacitada y al margen de los vaivenes de la política y sin un campesinado productivo y demandante de bienes y servicios, pueda haber cualquier esperanza de superación del subdesarrollo.