n Jorge Camil n
šBendita certificación!
Nuevamente, la certificación: la estrellita en la frente utilizada por la superpotencia para premiar a los países que colaboran con mansedumbre en la desintoxicación del pueblo estadunidense. Esta vez la especulación se inició con un importante artículo en The Washington Post (los ojos y oídos de la política nacional del vecino país). Se afirma que ''México produjo resultados tan desalentadores el año pasado que funcionarios mexicanos y estadunidenses se preparan a dar (en el Congreso) la pelea para evitar la lista negra de las naciones fracasadas en la guerra contra las drogas''. Para poner la nota en perspectiva, en aras de la objetividad periodística (aunque para nosotros sea echar sal en la herida), el Post recuerda que, el año pasado, las únicas naciones reprobadas fueron Nigeria, Irán, Afganistán y Birmania: šexcelente compañía! (Eso significa que los parroquiales congresistas a cargo de la certificación no entienden ni jota de comercio exterior ni de geopolítica, ni se han enterado del maltrecho TLC. En fin, Ƒperas al olmo?). Pero, šalabado sea Dios!, un Post misericordioso nos da nuevas esperanzas; el presidente está facultado para negar la certificación sin aplicar las sanciones económicas ''en beneficio del interés nacional''. O sea, limosna: ayuda económica sin dignidad.
''ƑQué calificación se les puede dar si no hicieron nada?'', preguntó un funcionario estadunidense encargado de evaluar los esfuerzos mexicanos. ''ƑUn 6, un 5?'', aventuró, tal vez encogiendo los hombros, resignado a hablar de un alumno que no tiene remedio. Y a medida que se ventila este tema en los medios aprendemos que existe un catálogo de 12 criterios para otorgar la certificación. Entre otros, es necesario inmolar en el altar de la extradición a traficantes ''nacidos en México'' (este requisito califica, de pasada, la confianza en nuestro sistema judicial); condenar a un número cada vez mayor de lavadores de dinero y reducir en forma sustancial la corrupción gubernamental en todos los niveles. Tal vez deberíamos estar agradecidos. šBendita certificación! Algún día hará de nosotros una nación de bien. Un pueblo democrático y temeroso de Dios, a imagen y semejanza de Estados Unidos.
El congresista John Mica, presidente del subcomité legislativo sobre narcotráfico, no da tregua. Si se otorgase la certificación, reflexiona, ''el Congreso podría revisar la agenda comercial para obligar a México a cumplir''. Los mexicanos son ''muchas palabras y poca acción'', concluye Mica. Y el Post no ayuda nada; anuncia que, siguiendo nuestro patrón de conducta, México pudiese estar preparando acciones contra un gobernador para ofrendar un ''arresto sensacional'' (The New York Times lo llama ''la sorpresa de febrero'') que logre, nuevamente, el milagro de la certificación. Es como cambiar estampitas: dos extraditables, cuatro lavadores de dinero y un pez gordo por una certificación. El problema es que el pez gordo es cada día más gordo y eso pone a nuestro Presidente en un predicamento político. ƑQué importa? šLa certificación bien vale una misa! Comentando el artículo del Post, El País insinuó que la magnitud del sacrificio requerido en esta ocasión ''se explica tan sólo por la resistencia que Clinton está encontrando (...) para volver a certificar a México''.
Las ofrendas materiales no han sido suficientes: el Leviatán exige sangre. No se apaciguó con el programa antidrogas anunciado en días pasados por los titulares de Gobernación, Defensa, Marina y ls Procuraduría General de la República --400 millones de dólares, equipos de rayos equis, helicópteros, lanchas rápidas y aviones de reconocimiento electrónico-- ni con la delegación de buena voluntad encabezada por Francisco Labastida, el hombre que pudiese dirigir el programa después del año 2000. El Congreso insiste en revisar el caso mexicano. Y aunque ambos gobiernos aparentan estar seguros de la certificación --''los esposos Clinton realizarán recorridos por las zonas arqueológicas'', afirman despreocupados--, la comitiva del visitante incluye a la secretaria de Estado, Madeleine Albright, la procuradura Janet Reno y el zar antidrogas, Barry McCaffrey. ƑTambién ellos estarán interesados en la cultura maya?