La Jornada Semanal, 14 de febrero de 1999
Lorenzo Meyer,
León Bendesky,
Fin de régimen y
democracia incipiente: México hacia el siglo XXI,
Editorial
Océano,
México, 1998.
México: de la euforia al
sacrificio,
Edere,
México, 1998.
Los recientes libros de Lorenzo Meyer (Fin de régimen y democracia incipiente) y de León Bendesky (México: de la euforia al sacrificio) representan una contribución muy seria al diagnóstico sobre el pasado reciente, el periodo contemporáneo y las expectativas del futuro de México. En este sentido, los dos libros son una dosis inteligente para la reflexión profunda sobre el fin de siglo en este país.
Más allá de las diferencias en enfoque y metodología, las coincidencias entre ellos son especialmente notables. Ambos autores comparten una madurez excepcional en su trabajo y su crítica. Lorenzo Meyer tiene una formación como politólogo e historiador (en El Colegio de México y la Universidad de Chicago), y León Bendesky se formó como economista (en la UNAM y la Universidad de Cornell); pero ambos han trascendido los límites estrechos de la profesión y de la academia para analizar los problemas de sus disciplinas respectivas, introduciendo una visión general al debate nacional.
Realizar un balance del desarrollo -político o económico- del país en vísperas del fin de siglo no es una tarea sencilla. Pasar un juicio sobre el estado que guarda la nación en una coyuntura histórica particular requiere no solamente de información privilegiada, una perspectiva objetiva y una cierta distancia crítica, sino también de una posición intelectual y ética particular de quien realiza el análisis. No es común encontrarse con pensadores que, a la vez, comprenden (con el grado de capacitación técnica necesaria) lo que les es específico a los procesos políticos y económicos, y poseen una cultura amplia. Tanto Meyer como Bendesky tienen esta doble cualidad.
El libro de Lorenzo Meyer es un ejemplo de lo mejor de su trabajo y su estilo como ensayista. Combina una visión moral con un conocimiento amplio de la historia de México y las ideas políticas. Pocos intelectuales como Meyer han dedicado tanta energía a pensar, escribir y dialogar sobre el espacio donde se cruzan la historia, la cultura política y los acontecimientos de la política cotidiana (una obra que abarca -en tiempo y género- desde México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero, 1917-1942 hasta Liberalismo autoritario: las contradicciones del sistema político mexicano).
Su trayectoria intelectual y política permite a Lorenzo Meyer, en Fin de régimen y democracia incipiente, concluir con autoridad moral que: ``El `régimen de la Revolución', a cuya sombra transcurrió casi todo el siglo XX mexicano, aún no es historia; aunque en retirada, eso que en un futuro no muy lejano habrá de transformarse en un nuevo `viejo régimen', aún sigue operando, pero cada vez con menor eficacia y a mayores costos, pues lo que queda del `régimen de la Revolución' mantiene una sistemática lucha de retaguardia contra el avance del pluralismo democrático.'' Sin lugar a dudas se trata, en una cápsula, de la conclusión más precisa de la coyuntura particular en la que se encuentra actualmente la política y la historia política de México.
Desde una perspectiva analítica distinta, León Bendesky es menos optimista. La realidad que estudia no le permite una conclusión diferente. Según Bendesky ``estamos en un proceso de regresión más que de progreso...''. El desarrollo de la economía durante el último cuarto de siglo no arroja resultados tan promisorios como la política (a pesar de las carencias de ésta): ``Desde la década de 1970 se ha ido desarticulando el orden económico que hizo posible el establecimiento de un patrón de alto crecimiento y que, además, tuvo una efectiva capacidad distributiva. Hoy, la tendencia de las fuerzas económicas apuntan, en cambio, a una situación en que se observa una mayor concentración de la riqueza, altas tasas de desempleo y una pérdida de los beneficios sociales en los países más avanzados.''
León Bendesky, en un atractivo libro fácil de leer, expone su argumento sobre el desarrollo de la economía, analizando el proceso demográfico del país, el espacio geográfico de la economía, los fundamentos de la política económica contemporánea y los problemas estructurales del crecimiento. A diferencia de muchos técnicos de la economía, Bendesky (autor de El papel de la banca central en la actualidad, y de México-Estados Unidos, vecinos y socios: La dimensión regional del mercado) entiende el contexto social y el desarrollo histórico en el que se inserta y se desenvuelve la economía. Bendesky no sólo cuenta con una formación académica sólida, sino que es un pensador ilustrado.
Por su parte, el libro de Lorenzo Meyer recorre las preocupaciones constantes que lo han motivado al estudio y la reflexión a lo largo de varias décadas de trabajo: la naturaleza política del régimen mexicano, la transición a la democracia y las raíces históricas de la política. A través de una serie de ensayos bien armados, Meyer logra presentar -con mayor claridad y coherencia que nunca- un análisis global del cambio político y sus limitaciones. Presenta una historia que, teniendo los resultados electorales y las elecciones en el centro del análisis, no deja fuera ningún elemento políticamente relevante: Chiapas y el EZLN, Tlatelolco y 1968, la presidencia y la constitución, la globalización y los tecnócratas. A pesar de todo, Meyer conserva su optimismo personal. Como historiador del Estado mexicano y su sistema político sabe, a fin de cuentas, que ha habido una evolución en el régimen institucional. Concluye, por lo tanto, con una nota de esperanza al afirmar que hoy en día la democracia representativa puede consolidarse en México; pero es sólo una posibilidad, no una certeza.
También León Bendesky apunta, como conclusión de su libro México: de la euforia al sacrificio, la necesidad de encontrar soluciones políticas a los problemas económicos: ``En la medida en que la economía está situada en una larga crisis y con recurrentes episodios de euforia y sacrificio, se hace cada vez menos legítima la práctica de la política que viene desde el Estado. Pero con ello se abren necesariamente nuevos espacios de participación, ya sea de los partidos políticos, de las organizaciones sociales o de los individuos. La forma en que logren consolidarse estas prácticas y la dirección que tome el curso de la política constituye el meollo del proceso de la transición para llegar a una sociedad más fuerte.''
Lorenzo Meyer y León Bendesky comparten una posición moral y social sobre la nación mexicana. Su compromiso con el progreso (en un sentido amplio y ético) es lo que le da fuerza a sus libros, sus argumentos y su lugar en la vida intelectual del México moderno. Es altamente significativo, por ello, que ambos depositen su confianza en el fortalecimiento de la democracia para el progreso de México. A partir del análisis crítico de la política y la economía del fin de siglo en México, señalan la vía por la que el país debe transitar.
Ariel Dorfman,
Rumbo al sur, deseando
el norte.
Un romance en dos lenguas, traducción del autor,
Planeta,
México, 1998.
En una carta a Baruch Spinoza, FernandoÊSavater le dice que de su obra hemos aprendido un montón de cosas, entre ellas ``...que los humanos, estemos donde estemos, sea en nuestro país nativo o en la ciudad conquistada o en el exilio, siempre pisamos suelo extranjero: es decir, siempre tendremos que ser huéspedes los unos de los otros''. Esto sin duda lo entiende perfectamente Ariel Dorfman, como se puede verificar en su reciente libro Rumbo al sur, deseando el norte..., donde también se cumple el sentido y alcance de otras tres referencias: la infancia recuperada (Bataille) y el idioma como país (Joyce).
Novela, libro de memorias, autobiografía, confesión... Da lo mismo, Dorfman subtitula su libro Un romance en dos lenguas y ya esto nos advierte que hay un poco de todo, especialmente versátil para aprovechar el andar errático, incluso caprichoso, que se nota en el ejercicio de recordar, a la vez que con la memoria se intenta entender: va quedando claro que cualquiera que sea el género del libro, es literatura, la infancia recuperada, el regreso al paraíso perdido.
Sólo que este viaje tiene un elemento adicional que subraya la condición de exilio: un hombre viaja con su país portátil, que es dos, el inglés y el español, lenguas en las que ha debido aprender a vivir y a sobrevivir. El niño nacido en Buenos Aires, trasladado después, aún a corta edad a Nueva York (of all places!), para luego ir a dar a Santiago, encuentra que la lengua es, en efecto, un país que hay que habitar, es el nuevo territorio a conquistar un poco avasallando y otro poco dejándose absorber, porque la lengua es un territorio común donde coexisten la historia, los sueños, los fantasmas y lo cotidiano.
Los exilios de Dorfman cuentan con un eje al que los demás podemos identificar con dolorosa facilidad: el crimen del 11 de septiembre de 1973 que, por lo visto, hasta hoy se mantiene como herida abierta, sangrante. Ese día comienza para Dorfman otro viaje, otro exilio: el regreso a uno de los paraísos perdidos de la infancia -el inglés de los Estados Unidos. Y las circunstancias de la separación del español de Chile lo obligan a buscarse en su historia, a retomar su experiencia; pero como la condición de que una lengua es de muchos, Dorfman necesariamente se encuentra en sus recuerdos con otros cuya existencia le permiten encontrarse a sí mismo, un poco como en los versos de Pavesse: ``Pensando en esta gente me siento más fuerte/ que al mirarme en el espejo sacando pecho/ y componiendo con los labios una sonrisa solemne.'' Así, al preguntarse sobre el destino de quienes lo acompañan en la vida y en el libro, Dorfman va encontrando la historia del mundo en el que coexisten las dos lenguas en las que vive: como Canetti, Kafka, Becket o Conrad, Dorfman halla en las palabras la realidad y su sombra. Como Thomas Mann, a quien conoce en una travesía trasatlántica, necesita escribir pare recuperar esa realidad, sólo que Dorfman recupera dos patrias.
Con la coartada que da la literatura, Dorfman puede ser descarnadamente sincero, hasta provocarse dolor, especialmente cuando se pregunta cómo es que le ha tocado sobrevivir (cuestión que sin duda comparte con Canetti); pero, de nuevo, retomando lo que Saveter nos dice del buen Baruch, somos gracias a los otros, a su hospitalidad, a su bondad (que la hay, a pesar de todos los negros nubarrones).
Así, el eje de esta historia, el día del golpe y las horas siguientes, la muerte de Allende, el inicio del horror y el descubrimiento de la fragilidad de la vida, es también la puerta por donde nos asomamos los lectores al territorio que nos ofrece el autor. ``Si estoy contando esta historia, si la puedo contar, es porque alguien, muchos años atrás, en Santiago de Chile, murió en mi lugar.'' Esta frase es el siniestro ruido con el que se abre esa puerta, ruido que a la vez parece estruendo contrastado con el silencio que uno irresistiblemente guarda después de haberla leído. Así el dolor magnifica los pasajes de alegría, de esperanza o subraya la miseria y la desesperación.
Sin embargo, a final de cuentas, Dorfman se pregunta ``¿Cuál será mi historia? (...) No conozco la respuesta en ese momento. Un círculo de mi vida se termina y otro círculo está a punto de comenzar y la respuesta no está clara....'' Lo que sí es evidente y eso basta es que la vida sigue, a pesar de todo, donde quiera que haya alguien que reciba a su semejante y se reconozca en él como a sí mismo.
José Homero
Sitio del
verano,
UAM, Margen de Poesía 75.
México, 1998.
La poesía se hace con palabras -como decía Mallarmé- pero también con recuerdos, percepciones, sensaciones, emociones, anhelos y, sobre todo, carencias. Si la palabra no contiene esa inabarcable iridiscencia esencial de los sentidos, difícilmente encarna en poesía. La poesía es la potenciación de ese infinito. Es la instancia donde la palabra -esa misma palabra operativa que usamos en el cotidiano comercio con el prójimo- se resignifica y renombra al mundo, vuelve a ser el verbo primero de los hombres; contenedora de múltiples sentidos, se expande, se propala, se hibridiza, se faculta en las perdidas virtudes del encantamiento. De ahí -es obvio- sus vínculos directos con el mito y su función de ritual cíclico, que escapa a las lineales y sucesivas progresiones de la historia. Dante, Homero, Virgilio, Hlderlin o Pound, trascendieron su época no por ser cronistas de su momento histórico -cosa que, de hecho, también fueron- sino por sus intrínsecas virtudes potenciadoras del lenguaje poético y por engendrar obras que superan, en su integridad, los marcos socio-históricos que les dieron cabida. Hoy leemos La Ilíada o Los Cantares o La Divina Comedia sin prejuicios evolucionistas. Nos encantan más allá de sus referencias epocales y, fundamentalmente, por sus características universales y atemporales: mitosóficas, podríamos decir. Esa es una de las diferencias entre la producción poética y la producción industrial, por ejemplo. Mientras ésta última periclita en su efímera funcionalidad -rápidamente superada por una innovación de orden tecnológico-, aquélla -cuando verdaderamente responde a sus auténticos atributos- se reinstaura en un presente perpetuo, en una resignación cíclica y en el reencantamiento de un mundo que el evolucionismo tecnólogico ha querido reducir a recursos naturales.
José Homero, con Sitio del verano, indaga en dos instancias o actitudes del decir poético: el renombrar el mundo en sus particularidades y fragmentos, por un lado, y el reinstalar el pasado en el presente del poema, por otro. El verano, para Homero, es -como el nombre de su libro lo indica- un lugar, un sitio, una característica espacial de la existencia. Pero es, más que un espacio geográfico, un espacio mítico, es decir, un espacio de encantamiento donde encarna la poesía. Verano sinónimo de sitio sinónimo de playa sinónimo de encuentro. Composición de lugar para el encuentro. Sitio de sincronías donde dos jóvenes amantes se descubren: ``Mira cómo los jóvenes se protegen de la sombra/se acercan a la lumbre, se arrinconan/murmullantes/tras sus alas/mira cómo la voz se enfrenta a la resaca/domina/el compás/del viento/en la fogata/de la arena/mira cómo la bella se estremece/bajo los dedos bajo el beso la/noche desciende por su cuello/plegando/las copas de los mangos/las/alas del/zanate/mira cómo la música es/la única pasión/adolescente/mira el verde resplandor de su mirada/jade/y jade/el saltamontes las anchas hojas del/pantano el mar/su leche entre mis dedos/ardiente.'' La homologación de los atributos femeninos con el entorno natural que José Homero hace posible es la clave y la invitación para adentrarnos en ese tiempo intemporal de la poesía, tiempo que gira sobre sí, pero permeable y permeado por todo en derredor. A su vez, la censura, el uso quebrado de los versos que dibujan su propio ritmo sobre la página, evitando la puntuación, nos transmiten el hálito y la entrecortada longitud de ondaÊdel instante: el verano, sus fragmentos -como se titula otro poema de Homero- se nos presenta por destellos, por chispas que unifican, momentáneamente, el inaprehensible conjunto de acontecimientos, la deriva de sucesos que se instalan en el texto. El verano es un algoritmo del mundo, una manera de nombrar la vida en su fluidez indefinible, porque, como bien lo sabe el poeta: ``Todas las cosas desaparecen en el viento/el agua teje escalas de sedales/canta en el cántaro de barro/de los muros en siena/verdecidos.'' Y también, todas las cosas desaparecen en la noche: ``cangrejos cucarachas ratones/hormigas huellas de los niños/en la calidoscópica gelatina de la noche.'' La noche para José Homero es una turgente materia que unifica y a su vez compartimenta todo lo creado, un caos que ordena el mundo y en ese caos lo nimio, lo aparentemente intrascendente, insustancial, efímero y diminuto, se sustantiva, deviene protagónico y adquiere toda su esencial virtud en la existencia.
De ese renombrar el mundo a partir de sus fragmentos, José Homero pasa a re-presentar el pasado en el presente. La poesía se avoca a reconstruir no los fragmentos de la realidad presente y circundante sino los fragmentos de realidad vivida que el recuerdo rescata del olvido: ``Turbias aguas donde rememoro otras aguas/las aguas del arroyo en que mi abuela se bañaba/mañanas en las que ellos fueron jóvenes/días en los que Mariano visitaba la casa de Ramón donde/Flora era sirvienta era/quien molía mazorca en el metate.'' Cierto: nada mejor que el agua como transmisor y como vínculo entre una realidad y otra; el agua del arroyo -que es un agua fluyente, un agua que corre siempre y que nunca es la misma- para concatenar imágenes e hilar un discurso que mucho tiene de narrativo y descriptivo. Pero esa inmersión en las aguas del pasado sólo puede tener lugar a partir de un rescate de la infancia, de una restitución del niño que el poeta lleva consigo. Ver el pasado biográfico, revisitar a nuestros mayores es una tarea que le concierne a la mirada infantil. Debemos dejar que hable por nosotros el niño que fuimos. Y el niño habla: ``Estoy en la azotea esperando que Rosaura salga a tender la ropa/para mirar/la reverberación del sol en su cabello/la luz/mordiendo sus oscuras piernas/trenzando nudos en sus codos/arrancando muescas de sus curvas/el día mudando en su cintura.'' El niño que despierta al asombro del erotismo, de pronto, en coherente actitud infantil, cambia de objeto de deseo y ``También me digo que podría traer una cometa/y soltarla al viento/y por un momento tan sólo un momento sería una medusa/asombro de zanates y pechoamarillos.'' Recuperar la infancia, recuperar la memoria, recuperar la palabra perdida y verdadera, recuperar es tarea del poeta: ``si recuperara todo/depositaría aquí, en orden,/clasificado/lo que no recuerdo/lo que solo viene acompañado de un recuerdo./Y si todo estuviera aquí/quedaría vacía la casa y yo podría/entrar/solo/niño/sin madre/abuela/y gritaría y no me asustaría/y no habría quien escribiera.'' Pero como la poesía se hace con palabras y -entre muchas otras cosas- con carencias, el poeta está condenado -en tanto poeta- a no poder recuperarlo todo, a carecer de aquello que, tarde o temprano, dará lugar a la epifánica aparición del poema sobre la página. El poema -esa ``canción insomne'' al decir de José Homero-, ese sustituto o sublimación de una realidad que nos rebasa y que -sin embargo- siempre está aquí, cifrada ahora en estos fragmentos, en este Sitio del verano que el poeta nos invita a comparti.
Mario Bellatin,
Damas
Chinas,
Síntoma Editores,
1998.
Al hablar acerca de lo escrupuloso, de la figura agustiniana del Poeta Ciego, también nos reconocemos en el dolor que le produce la pérdida de la inocencia al personaje de Damas Chinas, la novela más reciente de Mario Bellatin, en donde la ortodoxia de lo inservible, la imposibilidad del pensamiento nómada explica al narrador, quien inventa una historia en perpetuo devenir, inacabada e iluminada de soberbia.
Damas Chinas es un procedimiento en sí mismo, un acontecer que no tiene más expresión que el potencial del pasado, propio para establecer un lugar hipotético entre una circunstancia externa y un efecto; es el absurdo de la superficie, el brillo de los acontecimientos puros: la sonrisa del gato de Alicia a través del espejo.
Mario Bellatin aporta al arte de la novela, porque rebasa lo inconsciente y las conciencias, su literatura influye en la lengua, la hace balbucear y la empuja al silencio; apuesta todo al sinsentido, y esa diversidad basta para dar cuenta del universo: de sus terrores y glorias.
El personaje se parece al guardián de las leyes divinas y humanas; intenta librarse del juicio, un tanto en Poeta Ciego, pero con más énfasis en Damas Chinas; embriagado lucha contra lo organizado, rola la estafeta y en el camino de la muerte de su hijo, mediante una suerte de Simón el Mago, le aparece un atisbo de hermandad: conoce al niño.
Como en el resto de la obra de Bellatin, al crearse intereses sexuales, el secreto de confesión sella el texto que sigue: Damas Chinas obliga al lector a aceptar el poema anónimo escrito en el cristal de Efecto Invernadero. ¿Testamento de la nostalgia o alegoría de la enfermedad?
Creemos que lo más visible de la escritura del autor de Salón de Belleza se resuelve en Damas Chinas: cuando se nos habla de cierta percepción, se debe acceder al especialista; el caso de Samuel Beckett: la acción queda fuera, no hay guiños, se duplican los efectos, pero se reduce el rango de espacio y tiempo; el presente que no es de nadie, subsiste: hay que dejar de ser para empezar a chapotear en el espíritu del cosmos.
Lo mejor de la escritura de Bellatin es que lo hace sin pretensiones literarias; a fuerza de deslizarse se hunde hasta el otro lado: el juguete, la banda de Moebius, es una navaja. Las matemáticas de Damas Chinas petrifican un mundo cuyo fondo es terrible: incluso desplegado, el monstruo, fuera del cuerpo, obsesiona por su montaje cinematográfico: se enrolla sobre la superficie granulada.
Cuando los goznes se cierran, la narración del niño de cabeza deforme hace girar la puerta: se trata del héroe que necesita tiempo para actuar. De frase en frase se escuchan diversas obras sustentadas en el descubrimiento de Freud, en la inteligencia de Levinas. Para la ficción de nuestro amigo, la ley nunca considera que nuestra cuenta esté saldada: la absolución sólo es aparente, y la conciencia moral, lejos de sosegarse, se refuerza con todas nuestras renuncias y golpea con más fuerza.
El personaje, ese adulto, es un muchacho que se provoca dentro de sí una deuda infinita: la forma de sobrevivir y juzgar: un individuo que no quiere ser maestro, porque no lo deja su fundamentalismo, las cosas del olvido y los lugares de paso.
El análisis excesivo en el cuerpo del otro enmudece cualquier entusiasmo. El ser divisible es impropio de cualquier concepto; por su cortedad le da significado fortuito a la rutina, a las costumbres domésticas; se nota en su careo epistolar: lo que piensan los demás, quienes sólo quieren quedarse con las imágenes del exterior.
Lo milagroso está en la grieta. Luego, el relato se extiende sobre la sábana y lo que todos somos lo tenemos que abandonar, para acercarnos al sueño del superhéroe; al protagonista de Damas Chinas le pasa por la mente crearse a sí mismo, como el anillo confeccionado en la imago del laberinto: el milagro cobra una vida por otra.
El cuento del niño es en la dimensión del viejo, el sueño del resentimiento -lo que hubiera hecho si mantuviera a mi ser vivo, lejos de reconciliarme con la puta que sufre y ama al instante-, la debilidad de no responder a la excitación: un tipo anal para Freud; el triunfo del débil y la sublimación de su vida como esclavo: Nietzsche.
¿Qué recordamos de Damas Chinas? El hombre que no se da cuenta de cómo pasa la vida; otra forma de decir que sólo me ocupo del presente, sin medir el concepto que llega al límite: la incruenta vocación de asimilar la profecía y en distinto canal, desnaturalizarla, para invadir la pertenencia de la imaginación, pero sólo para hacernos quedar mal.
Mario Bellatin nos disuade de la idea, para completar la suya, desestructurada e inmóvil. Desde que el niño contó lo sucedido con la vieja, del conocimiento que tuvo de ella en la cola de la oficina de Servicio Postal, y después lo llevó a su casa, para encerrarlo en el cuarto de muñecas, como que el hechizo sacó más humo, el género de la novela tocó fondo y así volvió por sus fueros: levantó la cabeza y dijo, ¡existo!: aunque sea pequeña, de morusas que se meten por nuestra nariz, para decirnos con su aroma, no la frase con la que cierra, sino la repetición por la que se había congelado, y como el sonido de un tambor, se integró a nuestra mente y alma, desde lo insólito; con sus propias reglas multiplicó las versiones, y nos mostró lo vacuo.
La escrupulosidad del alternante podría hacer añicos cualquier mundo que se le ponga enfrente, pero no lo hace y quizá por ello siempre anda en el viento: es el artista de la ficción, memorable en el sentido del desgarre sin cura. De lo que tuvo miedo, se interrumpe a propósito; se sabe inconsciente por la redacción del artefacto: se lo dijo al subir el auto. ¿Quién? La figura que se supone es la infectada, quien nos permite convencernos del mal. El demonio se santigua.
Y ahora ¿con quién jugamos Damas Chinas?, explora la anciana en su monólogo. Para el relato que se come a sí mismo, los fluidos estimulantes hacen vociferar la fuerza redentora. Fue por eso que desapareció el cáncer de la madre del niño. De no haber ingerido tal anécdota, ¿cuál podría ser entonces la premisa de un texto que se hubiera quedado en los márgenes, en la escritura para pacientes?
En el caso de que fuera así, el fragmento es proclive a llenar el cuadro de las costumbres; y en esa medida, Damas Chinas sugiere enseñanza para infames, confrontaciones dulces con el ego, que por supuesto, no son nada equidistantes del hombre y su mala conciencia.
Antología
Voces diversas (Antología de ensayo veracruzano), Carlos Manuel Cruz Meza, (comp.), dos tomos, Ed. Secretaría de Educación y Cultura/Dirección General de Educación Media Superior y Superior, Veracruz, México, 1998, tomo I 261 pp. tomo II 221 p.
Ensayo (biográfico)
Elvia Carillo Puerto. La Monja Roja del Mayab, Monique J. Lamatre, prol. Elena Poniatowska, col. Más allá núm. 23. Ediciones Castillo, México, 1998, 157 pp.
Ensayo (de género)
Realidades trastocadas. Las jerarquías de género en el pensamiento del desarrollo, Naila Kabeer, col. Género y Sociedad, Ed. Paidós/UNAM/Programa Universitario de Estudios de Género/Instituto de Investigaciones Económicas, México, 1998, 353 pp.
Ensayo (epistemológico)
Teoría sociológica y modernidad. Balance del pensamiento clásico, Gina Zabludovsky (coord.), Plaza y Valdés Editores/UNAM, México, 1998, 390 pp.
Ensayo (literario)
Mar abierto (Ensayos sobre literatura brasileña, portuguesa e hispanoamericana), Horacio Costa, UNAM/FCE (Lengua y estudios literarios), México, 1998, 472 pp.
Códices y relaciones
Las ocho relaciones y el memorial de Colhuacan I, Domingo Chimalpáhin, Paleografía y trad, de Rafael Tena, col. Cien de México, CONACULTA, México, 1998, 435 pp.
Dichos
Dichos alteños, Adalberto González González, col. Hojas literarias, Secretaría de Cultura/Gobierno de Jalisco, México 1998, 93 pp.
Narrativa
Diccionario de las ideas recibidas, Gustave Flaubert, trad. de Pilar Ortiz Lovillo, col. Las cascadas prodigiosas, Ed. Verdehalago/Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, México, 1998, 91 pp.
Diótima y los leones, Henry Bauchau, trad. de Laura López Morales, 2». Ed. Verdehalago/Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, México, 1998, 75 pp.
El cromosoma Calcuta (Una novela de fiebre, delirio y descubrimiento), Amitav Ghosh, col. El dorado, Ed. Norma, Santafé de Bogotá, 1998.
El queso y los gusanos, Carlo Ginzburg, col. El ojo infalible, Ed. Océano, México, 254 pp.
La leyenda de Edipo el mago, Jaime Moreno Villarreal, col. Sello Bermejo, CONACULTA, México, 1998, 100 pp.
Robert Louis Stevenson, Walter A. Raleigh, trad. de José Manuel Recillas, Ed. Verdehalago/Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, primera edición en español, México, 1998, 63 pp.
Sealtiel Alatriste, Material de Lectura El Cuento Contemporáneo, num.111, Dirección de Literatura/Coordinación de Difusión Cultural/UNAM, México, 1998, 39 pp.
Memorias
De tierra mojada al viento norte. Memorias, Patricio Bayardo Gómez, col. Hojas Literarias, serie memoria 1, Secretaría de Cultura/Gobierno de Jalisco, México, 1998, 70 pp.
La vida en México en el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, Salvador Novo, dos tomos, col. Memorias mexicanas, México, 707 pp.
Orientación profesional
Enfermería: Una profesión de alto riesgo, Teresa Lartigue, Victoria Fernández (coords.), Plaza y Valdés Editores/Universidad Iberoamericana, México, 1998, 454 pp.
Poesía
Aurora Reyes, Material de Lectura Poesía Moderna num. 179, Dirección de Literatura/Coordinación de Difusión Cultural/UNAM, México, 33 pp.
Laja del tiempo, Macario Matus, col. Tiempo de Voces 20, Ed. Verdehalago/UAM, México, 1998, 43 pp.
Olga Orozco, Material de lectura Poesía Moderna,num. 199, Dirección de Literatura/Coordinación de Difusión Cultural/UNAM, México, 1998, 41 pp.
Revista
Metapolítica, Revista trimestral de teoría y ciencia de la política, vol. 3 enero-marzo 1999, Dossier: Esfera pública, movimientos sociales y democracia, textos de: J.L. Cohen, A. Arato, A. Olvera, entre otros, publicada por Centro de Estudios de Política Comparada, A.C., México, 1999, 194 pp.
CG-T