n Bárbara Jacobs n
Sabines o la intemperie interior
Tan extraño me parece llamar durmientes las piezas sobre las que se aferran los carriles de la vía del tren, como haber pensado en los durmientes al sentarme a escribir sobre Jaime Sabines. ƑQué tiene que ver Jaime Sabines con los durmientes? Sucesión de varillas colocadas perpendicularmente a y entre los rieles paralelos de una vía férrea. ƑA qué distancia un durmiente de otro a lo largo de toda la vía férrea? Piezas de madera, de metal, que enlazan, que distribuyen la carga sobre el suelo, que a su vez descansan sobre piedra triturada, cenizas, grava, escombros mineros.
ƑSon esenciales para que el tren corra fácilmente sobre las vías? ƑConectan, o más bien impiden que las líneas paralelas de los rieles se encuentren; es decir, pierdan su paralelismo y estropeen la vía férrea, desorienten, se rindan al caos; es decir, sucumban al desorden y terminen por no llevar el tren a ningún destino previsto, deseable, esperado? Durmiente, atravesado, puesto de través; traviesa, turbulento. ƑPor qué se llaman durmientes los durmientes? Y tú, Ƒlos has visto de cerca? ƑLos has pisado?
Jaime Sabines es un poeta al que se le atraviesa la vida a cada rato. Y no lo lamenta. Al contrario. Jaime Sabines es un poeta que da la bienvenida a la vida que se le atraviesa a cada rato. Eres mi vida poética, Vida diaria, parece saludarla, con una cubeta tan pesada en sus manos de poeta niño que, al inclinarse con ella para sacar agua del pozo en el rancho de Chiapas, era incapaz de volver a enderezarse; con una escoba en sus manos de poeta joven, con la que debía barrer la tienda de muebles, la tienda de telas. Después sostendrá que nada de lo que uno vive se pierde, que todo sirve, porque todo te va llevando. Jaime Sabines, el poeta al que la vida diaria lo ha ido llevando. Un bisturí en sus manos de poeta estudiante. ƑQué hago con esto en mis manos? El poeta buscaba el alma del hombre y de las cosas, la cotidianidad del hombre y de las cosas, no su anatomía; no la cantidad de esto y lo otro que componen la vida, sino la calidad; no la estructura, sino el espíritu. Situaciones, relaciones: conocerlas con la pluma, hacerlas estallar en un poema. El alma diaria al desnudo, la vida diaria que se le atraviesa al poeta a cada rato.
De establo en establo, el poeta vende alimento para animales mientras espera, a media carretera, o a media noche, que el poema que lo ahoga, que lo atraganta, lo obligue a encender la luz o a apartarse un momento para anotarlo. Una palabra sin sentido leída alguna vez, de pronto se le forma en la boca; la anota y la palabra ha adquirido sentido, un madero desubicado que, perpendicular a los rieles, se convierte en durmiente. Tarumba. "Fue cacofónico en un principio, después tuvo sentido, siempre lo ha tenido", cuenta Sabines; la palabra surgió de pronto. "Luego, me la encontré en una obra de García Lorca, con una acepción de alocado, superficial, veleta", que Sabines había leído y olvidado. "Yo voy con las hormigas/ entre las patas de las moscas./ Yo voy con el suelo, por el viento,/ en los zapatos de los hombres,/ en las pezuñas, las hojas, los papeles:/ voy a donde vas, Tarumba,/ de donde vienes, vengo./ Conozco a la araña./ Sé eso que tú sabes de ti mismo/ y lo que supo tu padre./ Sé lo que me has dicho de mí./ Tengo miedo de no saber,/ de estar aquí como mi abuela/ mirando la pared, bien muerta./ Quiero ir a orinar a la luz de la luna./ Tarumba, parece que va a llever". "Es un poema que se nutre en la calle, de un hombre que quiere llevar una vida normal", cuenta Sabines, quien afirma que, finalmente, su obra es una larga autobiografía.
Oyó los cuentos de Las mil y una noches que le contaba su padre, papá héroe, venido de lejos, que cambió el árabe de su Líbano de origen por el español de Cuba, que se hizo revolucionario en México, que vivía como si fuera el primer hombre sobre la tierra, en palabras de su hijo poeta, que lo compara con Adán. Porque a Jaime y sus hermanos les enseñó a cultivar la tierra; porque a Jaime lo liberó del bisturí, "ƑQuién te obliga, hijo, a hacer lo que no quieras?", el mayor Sabines, Tarumba, no debía morir. "Mi padre era una persona de lo más común y corriente, pero con una gran sensibilidad", cuenta Sabines; "era brusco, áspero"; pero "él me infundió el gusto por la literatura"; "no tenía cultura", pero "podía llorar como un niño" o "mostrarnos sus heridas de bala".
Sin embargo, cuando el mayor Sabines va a morir y Jaime, su hijo poeta, empieza a escribir su gran poema, "Algo sobre la muerte del mayor Sabines", Jaime sabe que debe contenerse, pues, afirma, "la poesía debe ser el producto de un esfuerzo, de un control, de una disciplina, de un orden interior, de una manera de vivir"; el poeta, dueño de una cultura, de una técnica, es capaz de escribir: "Padre mío, señor mío, hermano mío, / amigo de mi alma., tierno y fuerte, / saca tu cuerpo viejo, viejo mío, / saca tu cuerpo de la muerte", a la vez que explica el poema como un intento de impedir que su padre muriera, como "jalarlo del saco o de una manga o de donde fuera para no dejarlo ir"; el poema, un durmiente que ayuda al poeta a soportar la carga de la muerte de muertes que se le atravesó en la vida, la vida diaria, la que no debe perderse, la que te debe seguir llevando.