La leyenda viva de la salsa se presenta hoy, en el salón La Maraka


No soy independentista; soy puertorriqueño: Miranda

Ernesto Márquez n Después de 30 años de tralla musical, Ismael Miranda se mira y exclama: "šCoño, estoy cheverísimo!".

Este hombre, una de las grandes voces de la música afroantillana y leyenda viva de la salsa, se agradece el haberse cuidado lo suficiente para llegar casi intacto a las postrimerías de este siglo. Hoy se presenta en el salón La Maraka, a partir de las 21:00 horas.

El niño bonito de Puerto Rico, como lo presentara Jerry Masucci aquella noche de su debut en el Cheetah neoyorquino ųel ballroom de la calle 52 en el que a su vez se estrenaran las míticas Estrellas de Fania--, logró sortear los peligros del juego y no sucumbir ante las trampas de la fama, como muchos de sus colegas.

Fue un hombre administrado que supo invertir en negocios productivos lo ganado , que cuidó su voz con el mismo celo que una madre protege a su hijo y llevó una vida lo más lejana de las drogas y el alcohol. Hoy, a los 48 años de edad, quizá ya no sea el niño bonito de la Fania, pero sigue siendo un artista enorme, un cantante que es ejemplo a seguir por decenas de intérpretes de la salsa.

Ismael fue uno de los cantantes líderes de la Fania All Star que hiciera éxitos como Señor sereno, La cosa no es como antes, Arsenio, María Luisa o Cipriano Armenteros, que le colocaron compartiendo honores con Héctor Lavoe, Cheo Feliciano y Adalberto Santiago, luminarias de toda una época por la que ahora siente nostalgia: "Siempre se dice eufemísticamente que todo tiempo pasado fue mejor y en el caso de la salsa pueda que haya razón porque lo que se hacía antes no tiene nada que ver con lo que se escucha hoy. La razón es que antes se trabajaba para la música y hoy se hace para la industria. Antes el director de una orquesta trabajaba junto a su cantante en el desarrollo de una pieza. Hoy, al cantante le imponen todo: temas, arreglos y productor. Por eso es que pululan cantantes sin personalidad ni proyección. Todos se parecen entre sí, como salidos de una fábrica".

Ismael, al igual que otros salseros de su generación, insiste en que para ser alguien en la música afroantillana se debe tener talento, corazón "y haberse madreado con los bravos en la tarima", algo que por lo visto es infrecuente hoy en día.

"Nosotros podríamos haber seguido ciertos estándares, ciertos patrones, sobre todo cubanos, pero a la hora buena establecíamos lo propio, lo de uno, lo que se trae de natalicio. Y ahí era cuando lo lograbas o morías en el intento y el grito de guerra špa' bravo yo! Había que sostenerlo. Era la guerra, brother". Ahora lo que se busca son niños bonitos que vendan discos".

Desde muy joven, Ismael dio muestras de ser buen vocalista. Cuestión que aprovechó para descargar con diferentes agrupaciones soneras y salseras, hasta llegar a la de Larry Haelow, un pianista que venía de la onda rock y la balada americana, pero al que le gustaba mucho el son cubano. Larry había grabado ya dos discos con bastante inclinación cubana, pero su deseo era unir los dos universos, el latino y el anglo, idea que se empezó a concretar con la llegada de Ismael, quien con su manera de cantar, su bilingüismo y las mañas y giros provenientes del Bronx impuso muy pronto un estilo al que llamaron boogaloo.

"El boogaloo fue una forma de sumar dos tiempos, dos universos. A mí, en cierta forma, me complacía, ya que provenía justamente de esa mezcla. Pero lo cierto es que nunca funcionó. Se dieron algunos éxitos como El Watusi, con Ray Barreto; Bang bang, con Joe Cuba, u Oye cómo va, con Tito Puente; peor no pasó más nada. Ese movimiento se quedó a medio camino".

Sin embargo, Ismael impuso, junto con Héctor Lavoe, la imagen del cantante del Caribe urbano, aquel con la suficiente fuerza para destacar la realidad del barrio donde viven hacinados miles de latinos. Era la voz que representaba en el mundo del arte a una comunidad marginada que era y sentía como él. "Es cierto, al haber crecido en el Bronx nos hizo a Héctor y a mí ver y pensar las cosas de manera diferente. Nosotros, como fruto de la calle, sabíamos lo que se cocinaba y lo que no".

Pero además de cantar y componer temas de corte social, Ismael es un hombre que se preocupa realmente por los problemas de la gente, y muy en especial los de su patria. "Siempre me he preocupado por lo que pasa en Puerto Rico y, aunque me he abocado a ciertas tareas, me gustaría todavía tratar de ser más útil al pueblo. Uno ve lo que está pasando en nuestro país y quisiera meterme por dentro de la gente para poder hacerle ver esas realidades. La educación del pueblo es, por ejemplo, algo de lo que más me afecta. Uno tiene que ayudarles en eso para que creen conciencia, para que tengan un cambio de actitud. Porque también hay mucha indolencia y en el caso de Puerto Rico está abonada por los Estados Unidos, que con su política de "ayuda", en la que se incluyen bonos alimenticios y seguros de empleos, nos están comprando el voto para el anexionismo.

"Lo que argumentan es que para tener los mismos derechos que los estadunidenses tenemos que votar a favor del anexionismo. Y bueno, pa' qué carajo quiero yo los mismos derechos que tienen los estadunidenses si soy puertorriqueño. No, vamos a buscar el derecho propio de Puerto Rico a ser un país soberano y libre. Vamos a bregar con nuestras leyes y nuestros estatutos, Ƒno? Ser estadunidense es una mierda, hermano; es algo del carajo. Te lo digo yo que he vivido ahí y que he visto y padecido grandes muestras de racismo. No. No soy independentista ni nacionalista... Yo soy puertorriqueño y me gusta vivir en mi islita".