n Arnaldo Córdova n

Guerrero

Guerrero no es un estado rico (está entre los más pobres de la República); tampoco se advierte que sea una entidad políticamente relevante (como, por ejemplo, el estado de México). ƑPor qué un funcionario priísta guerrerense tuvo que decir que, para el gobierno, ése es un estado "estratégico"? Evidentemente, por dos razones esenciales: una, que es asiento de movimientos guerrilleros que nadie sabe de dónde salieron, pero están allí y son peligrosos; otra, que desde siempre ha sido una verdadera fortaleza del PRD. Nadie pudo imaginarse, hasta que no se dieron a conocer las votaciones a favor del partido del sol azteca, que ese partido y su candidato, Félix Salgado Macedonio, podían ganar el poder en Guerrero. Desde este punto de vista, el gobierno y su partido, al parecer, hicieron mal sus cálculos.

Algunas encuestas anunciaron con mucha anticipación la fuerza del senador perredista. El gobierno (y estoy hablando del gobierno federal), de cualquier forma, decidió, desde le principio, que no dejaría que el PRD ganara el poder en el estado sureño. No hubo "ingeniería electoral", al estilo proclamado por Luis Donaldo Colosio. La "ingeniería" fue de otro tipo: consistió en una estrategia, a la vez federal y local, tendente a impedir, a cualquier costa, que Salgado Macedonio y el PRD ganaran la elección. Para ello aplicaron un plan de acción que miró en todo momento a usar los recursos públicos para favorecer a Juárez Cisneros. Ni siquiera se cuidaron las espaldas. Lo hicieron a la luz del día, como en los buenos viejos tiempos de Salinas en Michoacán, en Tabasco y en tantos otros lugares.

ƑPor qué lo hicieron si sabían que todo ello saldría a la luz del día? Creo que por una razón que vale la pena analizar: la decisión de frustrar, por todos los medios, el avance del perredismo en Guerrero. Cualquier otro estado, menos ése. Zedillo, por lo que se ha podido ver, no siente que haya perdido nada en Baja California Sur. Guerrero no podía perderse. Una victoria del PRD habría sido tan emblemática como lo habría sido en Michoacán. Con el candidato, además, que postuló el perredismo, resultaba todavía más inaceptable. Ni siquiera podía imaginarse que Félix Salgado Macedonio pudiera ser nada menos que gobernador de Guerrero. El triunfo priísta, sin lugar a dudas, fue un total fraude. La altísima votación obtenida por el PRD fue una espantosa sorpresa. Ahora hay allí un conflicto que a todo mundo le va a poner los pelos de punta. Parece increíble que el gobierno, ciego e inepto, le haya jugado a eso.

Guerrero, desde mi punto de vista, no sólo no vale la apuesta del gobierno, sino que es, encima, tal vez la tierra más peligrosa de todo el país. Y no me refiero sólo a los movimientos guerrilleros, sino a una masa de población explosiva que está en los límites de lo soporble. Los caciques compradores y manipuladores de votos no tienen absolutamente nada con qué contener una posible explosión en el estado del sur. Allí ni siquiera el Ejército podrá servir para nada. Guerrero no es Chiapas. Guerrero es la representación más nítida de ese México bronco que tanto se temió desde fines de los años setenta. Allí el gobierno está cavando su tumba, echándose encima la animadversión de una población ya cívicamente preparada que, para la próxima, no se dejará escapar el triunfo y, acaso, en esta misma ocasión, haga pagar muy caro el fraude de que ha sido víctima. Los hechos están a la vista y habrá que examinarlos con seriedad.

Con sólo 18 mil votos de diferencia nadie puede creer que Juárez Cisneros haya ganado estos comicios. Y puede advertirse, desde ahora, que el gobierno jamás aceptará que los paquetes electorales se abran y se cotejen resultados. La decisión de un Consejo Estatal Electoral lacayuno no es más que el anuncio y la revelación de que el gobierno jamás, antes ni ahora, estará dispuesto a conceder un triunfo de la oposición perredista en Guerrero. Este estado es un emblema de la resistencia perredista a la guerra sucia con que fue tratado en tiempos de Salinas y sigue siendo tratado hoy allí mismo. No podía permitirse que el PRD tomara el poder en Guerrero.

Salgado Macedonio ganó estas elecciones y ahora está tratando de dar una salida al conflicto que no desemboque en la violencia. Pero, por lo menos, la mitad de los guerrerenses está profundamente indignada, porque esperó mucho de esta liza electoral y no sacó nada, como no fuese el formidable desafío que protagonizó y que dio a su candidato de izquierda una votación reconocida por el oficialismo que representa, en los hechos, una terrible derrota o una victoria pírrica para sus contrincantes, como se quiera. Pienso que sería de verdad insensato que Zedillo y sus caciques locales se negaran a limpiar estas elecciones. De ellos depende todo: lo mejor y también lo peor.