Eduardo Montes
Oportunidad para el PRD

En las últimas semanas se han podido advertir las debilidades y fortaleza del PRD, sus lados oscuros y luminosos.

El vergonzoso asunto de la distribución clientelar de la leche Betty en algunos barrios del DF, operación a cargo de algunos diputados locales de ese partido, corresponde a los primeros; la enérgica batalla electoral en Guerrero, por el contrario, es síntoma de la pujanza de militantes y dirigentes de este partido, convencidos de la necesidad de trabajar seriamente para ganar el respaldo verdadero de las masas para la lucha por las metas de renovación política democrática del país y por los cambios económicos y sociales cada día más necesarios.

Por desgracia, practicas clientelares como la mencionada, reproducción de la cultura priísta, no son casos aislados. En mayor o menor medida, los grupos que controlan el aparato del PRD en el DF, ejercen esas formas perversas para relacionarse y controlar grupos sociales, que a su vez son movilizados para imponer decisiones dentro del partido, ya se trate de designar delegados a un congreso, participar en elecciones internas o elegir candidatos a puestos de elección popular, e incluso para decidir políticas.

Esos grupos en la práctica han impedido el desarrollo organizado del PRD, usurpan la voluntad de decenas de miles de miembros del partido en la capital del país y deforman su imagen frente a la sociedad. La existencia de esos grupos poco o nada tienen que ver con la diversidad dentro del PRD, pues aunque se presentan como corrientes, no lo son pues no exponen y defienden un enfoque político, un matiz, sino intereses y posiciones, todo lo cual explica su quehacer clientelar.

El asunto Betty --un autogol para el PRD, grave en los momentos que se intensifica el golpeteo y las zancadillas contra el gobierno de Cárdenas-- tiene un lado positivo. Ha puesto en el tapete de las discusiones las prácticas clientelares por parte de segmentos minoritarios pero influyentes del PRD. Los jefes de todos los grupos quieren echarle tierra a este problema, pero sería lo peor para este partido.

Se trata de una excelente oportunidad para que el PRD siente las bases para tirar ese lastre. Transar con el clientelismo y las formas corporativas de control de grupos dentro del partido equivaldría, quiérase o no, a justificar también las prácticas clientelares con las cuales el PRI consiguió votos para imponerse a la candidatura de Félix Salgado Macedonio en Guerrero. El deslinde con esos grupos es por completo necesario, pues es cierto que éstos sirven para ganar pugnas de aparato, pero no para intervenir en la política y trabajar para que el PRD consiga el respaldo de cientos de miles y millones de mexicanos a las causas de la democracia y la justicia y a la defensa del México como país soberano, da cara al año 2000.

No es fácil. Esos grupos tienen poder en el aparato partidario y capacidad de maniobra. Quieren renovar ese poder en las elecciones internas tanto nacionales como del DF, mediante el apoyo a uno u otro candidato a cambio de compromisos y posiciones, lo cual explica que algunos de ellos traten con pinzas este asunto o de plano lo eludan.

En la capital del país, Carlos Imaz es el único candidato que ha formulado una posición clara frente a este asunto y abre la posibilidad, en caso de ganar, de reconstruir el partido sobre bases verdaderamente democráticas, ajenas al clientelismo que envilece las relaciones políticas con los ciudadanos y obstruye el desarrollo democrático. Los grupos, por supuesto, tratarán de evitar su victoria o buscarán un compromiso con él para no bloquearlo.

Todos los aspirantes a la presidencia nacional o a la dirección local del partido están obligados, por razones de credibilidad, a exponer su posición sobre este asunto de enorme importancia para el futuro del PRD.

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