La Jornada sábado 13 de febrero de 1999

CLINTON: RETOS TRAS LA ABSOLUCION

La larga batalla de William Clinton contra el puritanismo de la derecha estadunidense, atrincherada en importantes sectores del Partido Republicano y en una pequeña parte del Partido Demócrata, culminó ayer con la absolución del presidente de los cargos de perjurio y obstrucción de la justicia que se le imputaban. Aunque la victoria de Clinton en el Senado estuvo lejos de ser contundente --y el presidente tuvo que admitir en reiteradas ocasiones que mintió al negar sus relaciones íntimas con Monica Lewinsky--, el hecho de que ningún miembro de su partido haya acompañado a los acusadores mientras, por el contrario, algunos republicanos liberales votaron en contra de la destitución, constituye un éxito político para el mandatario.

El fracaso de los republicanos en su intento de movilizar a los ciudadanos detrás de una política compuesta por mitades de hipocresía y de deteriorada moralina, y el convencimiento de la mayoría de los estadunidenses de que el gobierno de Clinton ha propiciado el fortalecimiento nacional, no sólo revitalizan al presidente en turno sino que abren la posibilidad de que --en las elecciones del 2000-- el Partido Demócrata se mantenga en la Casa Blanca al tiempo que reconquiste la mayoría en el Congreso.

Ahora, Clinton podrá aprovechar el voto absolutorio en su favor para lanzarse por la brecha así creada, depurar parcialmente su propio apoyo político y llevar el debate al terreno de lo social y de la economía, desarmando aún más a una derecha republicana que escogió mal su campo de batalla y sobrestimó la ignorancia y el conservadurismo de una parte importante del electorado.

Sin embargo, Clinton deberá afrontar en los últimos dos años de su gobierno numerosos retos y conflictos tanto en el ámbito interno (la tenaz huelga en American Airlines, síntoma de una inquietud social creciente en la Unión Americana, es un ejemplo) como en el internacional. Libre ya del affaire Lewinsky y de las secuelas de otros casos similares, Clinton deberá aparecer como un presidente "de tiempo completo" y, por consiguiente, tendrá que abordar los problemas reales de la economía y de la sociedad de su país, que van desde el mantenimiento del poder adquisitivo y del mercado interno hasta la defensa de las libertades democráticas amenazadas por las leyes antinmigrantes y por la generalizada aplicación de la pena de muerte.

Mientras que en lo tocante al juicio político Bill Clinton dejó exitosamente que los conservadores y la ultraderecha llegaran en el Senado a un callejón sin salida, los problemas económicos y sociales que Estados Unidos debe enfrentar son, en cambio, mucho más resistentes y más tozudos, y frente a ellos no basta una mera victoria política. Clinton podría, así, enfrentar una situación paradójica en la que, al desaparecer la torpeza de sus adversarios que le servía de justificación y de pantalla, aparecerá ahora ante la luz cruda de una realidad que pondrá mucho más al desnudo sus logros y sus debilidades que todos los escándalos tan inútilmente explotados.