n Veracruz, una fiesta de la carne a pleno sol n
Arturo Jiménez, enviado/ I, Veracruz, Ver. n Auténtica fiesta popular y fuente de identidad para los jarochos porteños pero también motivo para el consumismo y los malos manejos, el carnaval de Veracruz pasa por una nueva etapa de cambios que, sin embargo, no preocupa a la historiadora Gema Lozano, quien considera que los valores esenciales de esta festividad pagana y religiosa ųde origen centenario y raíz milenariaų siempre vuelven a recuperarse.
Estos días en que el baile, la música y la sexualidad se generalizan y apropian de las calles porteñas para celebrar el 75 aniversario oficial de la fiesta de la carne ųde la que los dioses Baco y Momo estarían orgullososų, motivan a un flash back que ilumine los sorprendentes caminos de los ritos propiciatorios, el disfraz, la máscara, la parodia social y la crítica política.
Con características propias debidas al sincretismo, todos los carnavales celebrados en el mundo por estas fechas (del 9 al 17 de febrero) tienen la misma raíz: la antigua Roma. Gema Lozano señala que, ''con toda la cosmogonía y el panteón griego, los romanos son quienes empiezan a practicar este tipo de ritos, aún muy apegados a los ciclos agrícolas".
Ritos para volver al caos original
María Teresa Escobar Rohde escribe en Tiempo sagrado que los dioses no crearon el mundo ''de la nada", sino que lo sacaron ''de un caos acuático prexistente".
''Ese caos era el principio y cualquier regeneración debía partir de un retorno ficticio a tal estado; por eso debían practicarse ciertos ritos que implicaban el retorno a ese caos original. De allí surgió la idea de la orgía carnavalesca, ya que debían violarse todas las reglas imperantes y desordenar el mundo por completo para simular el caos, de donde todo renacería.
''Por esta razón ųcontinúaų, en la antigua Roma, durante los días de carnaval, mientras imperaba el trastocamiento general del orden, los amos servían a los siervos y se borraban parcialmente las distinciones de clase. Debía seguirse, entonces, un comportamiento sexual desordenado y violento, resaltando inclusive el comportamiento homosexual debido a un complicado razonamiento que establecía la unificación ritual de los opuestos".
En esta temporada el dios Baco llegaba a Roma desde el mar, en un suntuoso carro semejante a un navío, ''de allí que a la festividad se la conocía como carrus navalis, que dio paso, después, a la palabra carnaval", dice Escobar Rohde. También llegaban otros dioses en sus respectivos carros navales, lo que es el antecedente de los modernos desfiles de carros alegóricos.
El significado, comenta Lozano, es que la vida viene del agua y los carros navales llegan a fertilizar la tierra, y señala que quizá hubo embarcaciones para representar esa creencia. Pone como ejemplo las regatas de la fiesta de La Candelaria en Tlacotalpan, donde el agua es la ''dadora de vida".
''Una falsa etimología con que se pretendió después cristianizar la festividad en la época medieval hizo suponer que el vocablo derivaba de la expresión carne vale (o carnavale o carrelevare, según el autor), con la cual se decía adiós a la carne, ya que durante la (subsiguiente) Cuaresma imperaría la abstinencia", aclara Escobar.
Baco era acompañado por disfrazados, algunos vestidos al estilo griego con pieles de cabra o como bacantes. Unos gritaban y cantaban desentonados con zamp oñas y tambores sagrados para despertar a las dormidas potencias agrarias y otros se afanaban en propiciar la fertilidad mediante bromas picantes y gestos obscenos.
El uso de las máscaras en esa época, dice Lozano, no se refiere al teatro griego y sus tres típicos estados de ánimo, sino que también se relacionan con los ritos propiciatorios, sobre todo el panteísmo animal (el panteón de los dioses animales).
Otro aspecto importante es el matrimonio de la Reina de la Primavera con el Rey Feo o con Momo, dios menor del panteón romano y monarca de la risa, la travesura y la lujuria. El rey y la reina representan a los espíritus de la fertilidad y la vegetación, ''como acontecía con el antiguo rey Sacramenta", dice Escobar Rohde.
Sincretismo que perdura
En Veracruz, el antecedente del carnaval actual se ubica por lo menos en el siglo XVIII, es decir, una vez asentada la Colonia y configurado el tipo de población dominante en el puerto: negros, mulatos (de procedencia africana y afroantillana), criollos y mestizos, con una mínima presencia indígena que luego se fusionó. La tradición de carnaval llega de Roma vía España.
Gema Lozano advierte la diferencia entre los carnavales indígenas (de profundo sentido religioso) y el de Veracruz. Apunta Escobar Rohde: ''Para la población indígena, nuestro carnaval correspondió al segundo mes azteca y a la fiesta del Tlacaxipehualiztli que se efectuaba en honor a Xipe, el desollado, una de las principales deidades de la primavera, en sus festejos predominaban la danza y los combates rituales".
Luego de la Conquista esas tradiciones se mezclaron con las europeas y el sincretismo desarrollado en danzas, disfraces y máscaras fue de tal riqueza que aún perdura. Lozano menciona como ejemplos los carnavales de Papantla y de Huejotzingo.
En un documento sin autor sobre la historia del carnaval, hallado en el Archivo y Biblioteca Históricos de Veracruz, se resalta el carácter popular de esta celebración. ''Durante la Colonia, en las fiestas carnavalescas se celebraban sobre todo bailes de disfraces. Al integrarse los elementos afroantillanos con los europeos, surgieron las comparsas y mojigangas. Negros y mulatos se disfrazaban, ridiculizando a la clase dominante como forma de protesta social.
''Para algunos autores el antecedente del carnaval fue el Chuchumbé, danza sancionada en 1776 por la Santa Inquisición tanto a causa de sus coplas y bailes lascivos y pícaros, como por los adornos que usaban. A pesar de la censura, la alegría por realizar esos festejos fue echando raíces dentro de las costumbres porteñas". En este contexto subversivo hay que ubicar el pregón que cantaban los tumbadores callejeros de ''yo no tumbo la caña, que la tumbe el viento".
Erotismo y burla social
Según el periodista Jaime Baca Rivero, en 1778 se bailó en la Plaza de Santo Domingo lo que pudo ser el primer danzón y, desde antes, hasta en sectores conservadores se tocaba y bailaba el sacamandú, las contradanzas, los fandangos, las boleras y las zarabandas.
Lozano comenta que aunque desde el siglo XVIII está presente lo popular, este aspecto se encontraba ''muy condicionado, regulado y en parte organizado por las autoridades civiles y eclesiásticas". Incluso, agrega, la apertura de las puertas de la muralla porteña durante la fiesta dependía de un permiso oficial.
''Extramuros vivían los grupos de negros y afromestizos, militares, arrieros e indígenas", indica. Existían barrios como el de las Californias, donde había bodegas, y el del Santo Cristo, donde ahora se ubica el popular y bullanguero barrio de la Huaca, cuna de peloteros, soneros y famosas comparsas.
El viajero Thiery de Menoville relató en 1777: ''Se ven al frente seis figuras gigantescas, representando un indio y una india, un negro y una negra, un castellano y una castellana llevada por ganapanes y con una danza alemana viva y alegre.
''Viene después un gran bromista portando una figura francesa de paja toda descaderada y cuyos miembros están dislocados ųdestaca aquí el desprecio popular tras la intervención galaų. Siguen otros diez pícaros enmascarados como pescado llevando en la punta de un bastón una vejiga llena de frijoles con los cuales golpean a los que se encuentran."
Lo anterior fue citado por Roberto Williams en Yo nací con la luna de plata, a su vez recogido por Baca Rivero en su ''Microhistoria del carnaval", publicada en tres partes en El Dictamen, del 16 al 30 de enero de 1997.
Baca Rivero considera que el carnaval es una compensación a la esclavitud, enfermedades, ataques de piratas e invasiones sufridas por los porteños. Durante la Colonia, dice, ''hizo perder el miedo y el respeto a los amos y permitió a los disfrazados burlarse de sus burladores". Por ello, ''los carnavales son un auténtico mecanismo de higiene en la psicología colectiva para los habitantes del puerto".
Mazatlán, a ritmo de tambora
Febrero también es tiempo de carnaval en Mazatlán, Sinaloa, cuya fiesta surgió en el siglo XIX, aunque el primer convite, mascarada y comparsa se celebró en 1827 como un acto de protesta de la tropa para exigir al gobierno el pago de sus haberes.
En 1898 ųsegún estudios de Héctor R. Oleaų se organizó una procesión de carruajes y bicicletas para erradicar la guerra de harina y sustituirla por confeti.
Ese año participaron reyes feos o bulfos y en 1900 una estadunidense se erigió como la primera reina del carnaval en ese puerto del Pacífico. Al iniciar esta centuria, se realizó el primer baile de disfraces en el casino local. No obstante que los mazatlecos festejan este año el 101 aniversario de su carnaval, éste se ha suspendido algunas veces por causas de fuerza mayor''.