El segundo problema básico de la economía mexicana es el carácter extremadamente inequitativo de la distribución de la renta, rasgo que constituye una de las características estructurales de las economías de Iberoamérica. El reparto de la renta es desigual tanto en el plano funcional como personal.
Por una parte, en 1996, los salarios representaban el 32 por ciento del valor añadido, mientras que en el aspecto de la distribución personal, la participación en la renta corriente del 40 por ciento más pobre de la población era de 13.6 por ciento, correspondiéndole al decil más rico el 36.6 por ciento. Este contraste se da tanto en el plano de los salarios como de los beneficios. Aunque los salarios medios son bajos, existe una dispersión marcada entre ellos, al igual que ocurre con los beneficios. Más aún, en forma simultánea al proceso de ajuste estructural que se comenzó a poner en práctica a partir de la década de los ochenta, la distribución de la renta se ha ido tornando más desigual, lo que es reflejado por la evolución que ha experimentado el coeficiente de Gini de la renta corriente. En 1984 era de 0.4250; en 1989 pasó a 0.4694; en 1992 aumentó a 0.4749, para elevarse en 1994 a 0.4770. Los datos para 1996 señalan que el coeficiente de Gini se redujo a 0.4558.
La desigualdad está directamente vinculada con el carácter dual de la economía, en el sentido que coexisten un sector moderno, de productividad relativamente elevada, lo que da acceso a elevados niveles de renta a los ocupados en él, junto con esferas de la economía de baja eficiencia, fenómeno que se presenta en todas las ramas de la economía. Además, durante los últimos años se ha profundizado el diferencial de productividad entre las ramas que lo conforman. A la tradicional división entre un estrato de empresas relativamente modernas, que coexiste con un amplio sector de unidades productivas y de servicios de baja productividad, se le ha sobrepuesto la diferenciación entre las industrias dinámicas volcadas hacia la exportación y el resto de las actividades industriales que producen fundamentalmente para el mercado interno, el que se ha mantenido sistemáticamente contraído con el propósito de evitar presiones inflacionarias, lo que junto a la fuerte competencia derivada de las importaciones, ha limitado seriamente sus posibilidades de expansión. Esta nueva dualidad también se expresa en el plano regional. Dado que parte significativa de la nueva industria exportadora se tiende a concentrar en las áreas fronterizas con los Estados Unidos, con lo que se reducen los costes de transporte, esa zona muestra un elevado dinamismo, en contraste con lo que ocurre con las regiones en las que se habían establecido los antiguos polos industriales, orientados hacia el mercado interno. En síntesis, estos procesos están profundizando la fragmentación del país tanto en el plano regional como en el sectorial.
La reducción de la enorme brecha de rentas entre diversos estratos de la población tiene como condición el atenuar la heterogeneidad estructural de la economía, lo que está directamente conectado con la estrategia de lograr una mayor integración del sistema productivo nacional. En la medida que se vaya logrando este propósito no sólo se irá superando la restricción externa al crecimiento económico, sino que, además, el crecimiento de las ramas más dinámicas irá arrastrando el crecimiento de otras en virtud de los encadenamientos productivos más estrechos, permitiendo la gradual modernización de los sectores de baja productividad de la economía.
El tercer desafío fundamental que enfrenta la economía mexicana es la atenuación de la pobreza. Según el Informe sobre desarrollo humano 1997 elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en el período 1989 - 1994, el 15 por ciento de la población vivía con menos de un dólar (a paridad de poder de compra) al día, mientras que según la definición nacional de la línea de pobreza, el 34 por ciento de los habitantes era pobre. La pobreza está directamente vinculada con el lento crecimiento, con la expansión de la ocupación en las actividades de baja productividad, en las cuales se oculta el desempleo, y con las bajas remuneraciones que percibe una parte importante de los trabajadores asalariados. Por una parte, la incapacidad de mantener una elevada y sostenida de la economía ha determinado que el crecimiento del empleo en el sector formal sea extremadamente insuficiente con respecto a una población económicamente activa que está creciendo a una tasa media anual de más de 3 por ciento, lo que ha provocado la expansión gigantesca de los ocupados en el sector informal, los que están condenados a percibir rentas bajas y a la pobreza. Por la otra, el enorme desequilibrio en el mercado de trabajo genera, inevitablemente, un contexto de bajos salarios, a los que, adicionalmente, se les ha aplicado una política sistemática de contención durante los últimos lustros, explicada tanto por la prioridad concedida a la contención de la inflación como por la consideración de que los bajos salarios son una base para la competitividad de la economía mexicana, lo que estimularía la inversión en procesos productivos intensivos en trabajo y las exportaciones de este tipo de productos.
El elemento central de la estrategia para reducir la pobreza es, nuevamente, la integración del sistema productivo nacional, la que, en consecuencia, se convierte en el factor decisivo para superar los tres desafíos a los que hace frente la economía mexicana. Los eslabonamientos productivos contribuirán, por una parte, a ir atenuando el carácter dual de la economía, lo que contribuirá a tornar más equitativa la distribución de la renta y a reducir la pobreza. Por otra parte, permitirán superar la restricción externa al crecimiento y, simultáneamente, generarán, por la vía de la demanda, efectos de arrastre sobre el conjunto del sistema productivo. Por estas dos vías, un sistema productivo más integrado permitirá un crecimiento económico más elevado, lo que estimulará el empleo y el aumento de los salarios, reducirá la inequidad en el plano de la distribución de la renta y contribuirá a la reducción de la pobreza.