La balanza comercial de México regresó en 1998 a su tradicional estado de desequilibrio. De un ya magro superávit por 624 millones de dólares en 1997 (diez veces menor al de 1996), el saldo total de nuestros intercambios comerciales con el mundo cerró el año pasado con un desequilibrio equivalente a 6 mil 700 millones de dólares. El resurgimiento del déficit comercial de la balanza de pagos, aunque era previsible, impresiona por la rapidez con que alcanzó este nivel. Los factores que lo explican dejan ver la profundización de algunos viejos y nuevos problemas estructurales del aparato productivo y, de manera más particular, las dificultades del sector exportador para asumir a plenitud su papel de locomotora de la economía.
El primero de ellos tiene que ver con la industria maquiladora, que en 1998 confirmó su papel como la verdadera fuerza motriz del crecimiento exportador. El valor de sus exportaciones creció a una tasa anual dos veces y media más alta que el de las exportaciones totales y el de los bienes manufactureros del sector no maquilador. La ausencia de líneas de acción y de instrumentos de política industrial que propicien una efectiva integración de las maquiladoras con la economía nacional impide aprovechar el potencial multiplicador de su dinamismo. Su efecto global más importante sigue circunscribiéndose a la creación de empleos y a la generación de un excedente comercial que al año pasado alcanzó un monto de 10 mil 300 millones de dólares, 18 por ciento más que en 1997.
El creciente superávit de las maquiladoras tiene un efecto compensador muy importante del enorme déficit comercial que se genera en el resto de los sectores productivos. El saldo comercial del sector no maquilador de la economía rebasó ligeramente los 18 mil millones de dólares en 1998, cifra casi 120 por ciento mayor a la observada en 1997. Por la velocidad con que crece, este desequilibrio proyecta una sombra adicional de preocupación sobre el panorama económico mexicano del presente año y el próximo.
Una razón de la impresionante ampliación de este desequilibrio es la caída de los ingresos por exportaciones petroleras. En relación con el nivel de 1997, los ingresos de divisas generados por este rubro comercial disminuyeron casi cuatro mil 200 millones de dólares en 1998. Esto quiere decir que 43 de cada 100 dólares de incremento absoluto del déficit comercial no maquilador tuvieron el año pasado como origen el desplome del mercado petrolero internacional.
Otro factor del deterioro comercial de 1998 está en el comportamiento cíclico de las importaciones. Este es un rasgo estructural que la reforma económica de los últimos tres lustros simplemente no ha modificado, y es posible que incluso lo haya profundizado. Tanto en 1996 como en 1997 el valor de las importaciones totales realizadas por el conjunto de la economía creció a una tasa anual 50 por ciento más alta que la de las exportaciones totales. Esta relación se rompió en 1998, cuando la tasa de crecimiento de la primera variable duplicó a la de la segunda. En otras palabras, en 1996 y 1997, por cada dólar de incremento de las exportaciones totales de México, las importaciones totales se incrementaron en un dólar y medio; en 1998, esta relación ya fue de uno a dos dólares.
La situación actual del comercio exterior y la relativa declinación de su capacidad de arrastre sobre la economía se resume en las tendencias de las ``exportaciones netas'', es decir, después de deducir de su valor el de los insumos intermedios que debieron ser importados para producirlas. El valor de este indicador cayó 17.5 por ciento en 1998. Si esta suma se descompone por sectores maquilador y no maquilador, se observa que las exportaciones netas del primero en realidad crecieron casi 17 por ciento (una tasa muy parecida a la de sus exportaciones brutas). Por su parte, el valor de las exportaciones netas del sector no maquilador disminuyó en un alarmante 36 por ciento. En 1997, este indicador ya había disminuido 8 por ciento. Esta evolución no puede ser atribuida únicamente a la suerte de la exportación petrolera. En una medida importante es resultado de la creciente polarización del aparato productivo y de la ampliación de desequilibrios sectoriales. En otras palabras, la ``fuga de energía'' que significa para el aparato productivo la desaceleración de las exportaciones netas proviene del rompimiento de los vínculos funcionales entre la industria y el comercio. Y a propósito, ¿habrá alguien que se acuerde del Programa de Comercio Exterior y Política Industrial de la Secofi?