Espíritus cómplices, libro de Mercedes Iturbe, recoge sueños que son parte esencial de su vida de la que no puede prescindir. Volumen de nombre fuerte, en el que Mercedes emplea el título no en la acepción de maldad, sino de vida-muerte. Y en ese sentido la complicidad de los espíritus que remueven el fondo humano de los personajes de su obra (Rodin, Vlady, Buñuel o Rebolledo en su novela Rasero) son sólo proyección de ese manantial de pasiones que vive y toma como inconfesables y amenazadores en el juego y conocimiento de su ser.
Mercedes -amiga entrañable- goza de la gracia de estar viva; tan simple o tan complejo. Vivencia del mundo y ella misma a la que pone una presa ante el temor de una corriente desvastadora de pasiones, a la que en este espléndido libro consigue extinguir en la región insobornable de los sueños.
Y se opera de ese modo el milagro de la literatura en una forma en la que, sabedora de que todos sus personajes emergen de la raíz de donde brota su pasión, la nutre de palabras, vocablos que la acercan a sus sueños. La verdad que se trasluce le asusta de un modo singular y afectando ignorarla acaba por jugar con ella y suplantarla con la verdad de sus personajes, al cabo ella misma y por tanto verdadera.
En la complicidad de los espíritus, la complicidad con el otro. Mercedes se siente comprendida y amada por un espíritu(s) gemelo(s). El espíritu ha encontrado en ellos un manantial de pasión. Por misteriosa comunicación todos acaban por ser sólo uno. Todos conocen la verdad de la corriente amorosa a la que juega la autora, para volverlos cómplices. Mas ninguno quiere confesarlo hasta que Mercedes los enlaza literaria, armónicamente.
Personajes que como los de los sueños angustiados, o los escritores ante la página en blanco, indefensos y frágiles (dice Mercedes) no van a declarar sus pensamientos sin oírse entre sí. La interpretación que cada cual da a la verdad de su espíritu, todos la conocen y al mismo tiempo no la conocen y la página queda en blanco. Abismo aterrador que nos pierde, confunde, pero que es la única manera de vivir.
Espíritus cómplices me gustó por la fresca literatura de Iturbe, que nos lleva a ese espacio de desesperación, vacío e impotencia. Vida de la autora que se lanza a ese vacío similar al hecho de perdernos en el vientre de la noche o en la oscuridad inexorable de la pesadilla, indefensos y frágiles, dejando de ser y a merced de nuestros cercanos fantasmas. En su caso jugando... jugando.