El rector de la Universidad Iberoamericana, Enrique González Torres, ha provocado una huelga bajo una cruzada en la que afirma que el debate es por la calidad (Reforma, 4 de febrero), pero cualquiera que conozca sobre el tema puede observar que la soberbia que domina su postura, hasta ahora, nada tiene que ver con esa intención.
El rector ha aprovechado, alevosamente, una revisión salarial, no una negociación del contenido del contrato colectivo -que se hace cada dos años- para proponer modificaciones al mismo. Lo que realmente busca, más que calidad, es quitar personal docente, administrativo y de vigilancia al sindicato bajo el pretexto de que éste no debe tener injerencia en la vida académica y de que algunos puestos sindicalizados deben ser de confianza. Asimismo, quiere subcontratar los servicios de vigilancia para evitarse pago de prestaciones y problemas sindicales; se trata de dejar al personal en la indefensión. Lo que quiere el rector, en sus palabras, es modernizar al sindicato y contar con una fórmula que eleve el nivel de competitividad de la Ibero. Sin embargo, lo que realmente propone es incumplir la Ley Federal del Trabajo y golpear al sindicato al más puro estilo neoliberal.
Modernizar al sindicato es tarea de los agremiados, así que esa intención no es parte de la responsabilidad salvadora del rector. En la parte académica, no se ha aclarado en qué consiste la ``injerencia sindical en la vida académica'' -este discurso sólo le ha servido para buscar adeptos en la opinión pública, con los padres de familia y demás miembros de la comunidad universitaria-, pero quien conozca la forma en que el sindicato participa en los procesos académicos verá que ese argumento es falso: el sindicato no interviene significativamente, menos en la conformación de los consejos académicos; sólo toma parte en los asuntos y condiciones que la ley lo permite. Lo que pasa es que el rector, como pretende, no puede despedir a quien le parezca sin justificarlo y cumplir obligaciones legales; la estabilidad en el empleo es un derecho para todos los trabajadores, académicos o no. El sindicato no propone ni evalúa al personal docente y es con él, en todo caso, con quien debe discutirse qué se busca y cómo se hará el mejoramiento de la calidad académica. El sindicato no lo impide ni está en contra de ello. Pareciera, más bien, que elevar la calidad, para el rector, significa hacer lo que se quiera arbitrariamente con el personal, pero entonces ¿dónde queda ese humanismo que permea el comportamiento de la institución y el perfil de sus egresados y que es propio de los jesuitas? ¿eliminarlo es parte de la modernización de la Ibero?
El rector está pensando que disminuir poco a poco al sindicato -de más de 800 afiliados a menos de 200- no significa desaparecerlo y ve, con ánimo persecutorio, una conjura universitaria al defender y solidarizarse otros sindicatos de la educación con el de la Ibero, pero ¿qué esperaba el rector cuando se está agrediendo al sindicato con alevosía y ventaja y sin argumentos sólidos?, ¿que no defendiera su dignidad?
No puede el rector pensar seriamente en desarrollar un programa de calidad cuando menosprecia al sindicato porque está conformado por simples jardineros, gente de aseo y administrativos, y los acusa de tomar las decisiones, imaginándose como un reo de los caprichos sindicales. Como bien dice Miguel de Jesús González Palos, el secretario general del sindicato, se daña más a la universidad al afirmar ese embuste. No es posible mejorar la calidad institucional sin involucrar y elevar la autoestima del personal. Con esas declaraciones sólo se logra el efecto contrario. Pero el discurso del rector atañe particularmente a los académicos, que son calificados en su mayoría de incompetentes. Son ellos quienes deben manifestarse para evidenciar las calumnias del rector. La calidad inicia en la cabeza y está claro que el rector no tiene mucha idea de lo que esto significa, por ello su chantaje sobre la viabilidad económica de la universidad. Sin embargo, en algo tiene razón: la inercia de la Ibero tiene que cambiar. Quizá para eso servirá este conflicto, para que todos los actores se comprometan en un cambio que beneficie y fortalezca los valores institucionales, pero eso sólo se logra, como diría el Papa, con diálogo.
PD. Yo soy estudiante de la Ibero -hago una maestría bajo su programa en Morelia- y mi formación procede de jesuitas, de ello estoy orgulloso; por eso me lastima que hoy el rector se vea influenciado por alguien externo y confronte sin intentar con la propia comunidad encontrar respuestas al mejoramiento de la universidad. ``La verdad os hará libres'', así que el rector lo que necesita es convencer con verdad. Así se forja la calidad y más en una universidad. Mi solidaridad a mis maestros.