n Carlos Montemayor n
Privatización y claudicación
El doctor Ernesto Zedillo ha trabajado arduamente para labrarse un lugar sobresaliente en la historia de México. Más rápido que despacio, de manera tenaz, y la mayoría de las veces sin dudas, ha ido desmantelando la economía del país, no sé si de manera irreversible pero sí de manera eficaz.
Sus grandes hechos hablan por sí mismos. A dos años de que entregue la banda presidencial, nuestra moneda se ha devaluado más de 200 por ciento. Para el mes de diciembre del año 2000 se vislumbran dos probabilidades: que el peso rebase 400 por ciento de devaluación total en el sexenio, o que desaparezca y ceda su lugar al dólar.
Devaluación tan catastrófica merece al menos dos comentarios. Primero, que el presidente Zedillo ha declarado reiteradas veces que se propuso erradicar de México las crisis devaluatorias de cambio de sexenio; en cierto sentido podemos decir que lo ha logrado, pues las adelantó casi tres años. Segundo, que tal devaluación no es resultado solamente del capricho de nuestra moneda ni de las veleidades de los movimientos financieros mundiales. El peso se devalúa porque la economía de México se ha empobrecido. Para fortalecer el peso es necesario fortalecer la economía, que sigue cayendo en picada. Los índices de reactivación económica en las gráficas macroeconómicas son solamente sombras chinescas para distraer a un público con hambre.
Otros de los grandes y elocuentes hechos son los rescates carretero y bancario. El Fobaproa ilustra sobradamente que la privatización no conduce automáticamente a la eficiencia, tampoco a la honestidad y mucho menos a la generación de riqueza para el país. Por el Fobaproa supimos que la ineficiencia y la corrupción de la iniciativa privada superaron los límites tradicionales de las ineficientes y corruptas empresas públicas. Pero lo grave es que el Fobaproa no sólo es una deuda nueva y trágica para el México de hoy, sino, como diría el presidente Ernesto Zedillo, para el México del mañana.
Ahora se propone desmantelar, también para ese México del mañana, el sector eléctrico. Sabe que a pesar de los deliberados intentos para lesionarlo fiscal y presupuestalmente, el sector eléctrico de México es una de las diez mejores industrias de su ramo en el mundo. El doctor Zedillo sabe que este sector no necesita de recursos fiscales extraordinarios para su expansión y modernización futura, pues los propios ingresos que genera lo hacen autosuficiente. El doctor Zedillo debe saber que la cifra de 250 mil millones de pesos que maneja para hacer posible la generación de 13 mil megavatios es inexacta, pues está triplicando los costos reales (sin embargo, es una cifra tres veces menor que la carga del Fobaproa que impuso a los mexicanos). El doctor Zedillo sabe que la privatización en otros países no ha generado más riqueza para las naciones, sino para los empresarios privados; ni ha generado más empleos, sino aumentado el desempleo y la desaparición de industrias regionales; finalmente, que no se redujeron las tarifas para el consumidor común, sino se elevaron.
ƑPor qué privatizar una empresa como la Comisión Federal de Electricidad, que funciona bien? ƑPor qué regalar a consorcios privados bienes que pertenecen a la nación? ƑPor qué exponernos a otro posterior rescate de este sector que sería más grave que el Fobaproa? Para justificar estas medidas recurre a argumentos que no están planteados con un ánimo imparcial y objetivo. Esta privatización no es un acto soberano, sino el doblegamiento de un grupo de políticos ante el Fondo Monetario Internacional. La privatización no abrirá más fuentes de trabajo, sino que desencadenará los despidos masivos de trabajadores del sector eléctrico. Privatizando este sector no se dispondrá de mayores recursos para aplicarlos a rubros de política social, pues la privatización de este sector representa la cancelación del compromiso político y ético que el Estado tiene para regular la vida económica de la nación. Y sobre todo, no se garantizará el suministro de electricidad para cubrir las crecientes necesidades de todos los mexicanos con la privatización; por el contrario, se podrá en alto riesgo su expansión, su continuidad y su función nacional. Se trata de una capitulación, no de una defensa de la nación.