n Tres voces explican el significado del acto creador desde el Reclusorio Norte


La escritura, una forma de liberar

las almas de esos huesos de acero

n Enrique Aranda, Samuel Hernández y Manuel Quintáns, historias en el mundo de las letras presas

Angel Vargas/ I n Los muros del Reclusorio Norte de la ciudad de México encierran de ellos, no sólo sus cuerpos, también sus ideas y anhelos.

Enrique Aranda Ochoa y Samuel Hernández Mesinas toleran con reticencias su situación actual. Acusado de secuestro el primero y de robo el segundo, se dicen otras más de las cientos de víctimas del sistema político mexicano. Ese no es el caso de Manuel Quintáns Lopes, quien acepta las consecuencias de ejercer sus convicciones. En proceso de extradición por el delito de terrorismo, espera tranquilamente su futuro.

Si algo se puede percibir en la expresión de sus rostros es la intensidad. Y cómo no reflejarla, cuando la vida ųde forma constante y sin aviso de por medioų los conduce a situaciones de difícil explicación, cuantimás de entendimiento. Las suyas son vivencias que no reconocen perímetros, historias varias que en carne de absurdo y de frágil esperanza deambulan por la cotidianidad del mundo, para ratificar la supremacía de lo real sobre lo ficticio.

Aparte de su reciente amistad, este trío de reclusos comparte el gusto por la literatura y la discusión política, así como la convicción de que los ideales y los valores no son enfermedades de juventud. Hace unas semanas, a esa unión se le agregó un eslabón más: los tres fueron designados ganadores de un par de concursos literarios.

Manuel y Samuel obtuvieron el primero y segundo lugares, respectivamente, del séptimo Concurso Nacional de Cuento José Revueltas; mientras que Enrique, el primer sitio del sexto Concurso Nacional de Poesía Salvador Díaz Mirón. Ambos certámenes son convocados por la Secretaría de Gobernación ųpor medio del programa Buzón Penitenciarioų, en colaboración con el Instituto Nacional de Bellas Artes, y están dirigidos a los internos del sistema penitenciario federal con el fin de estimular su readaptación social, además de ofrecerles la oportunidad de participar en actividades de carácter cultural.

De los testimonios que esos tres presos comparten, resulta difícil discernir cuál es el más atractivo, si el imaginario que refiere cada uno en su obra o el real que explica su estancia en ese centro de reclusión. Lo que sí se puede precisar es que ellos, con diferente intensidad y matiz, encuentran en la escritura la respuesta para liberar a su alma de esos ''huesos secos, metálicos y duros" que los rodean.

 

La literatura carcelaria, ríspida

 

''Las letras presas, en contraste con el nuevo proyecto de (Enrique) Krauze ųla revista Letras Libresų, son la voz de los de más abajo, del inframundo carcelario bajo el volcán despierto. Es una voz que viene de lo profundo de nuestra historia y que se da ya vigorosa en inicio de milenio. Esta voz se remonta en nuestro país a una tradición maldita, asociada a la literatura de cordel decimonónica, desde Fray Servando y (Joaquín Fernández) de Lizardi, y que deriva en la nota roja de este siglo y en la fértil novela policiaca. Tal vez exista algo así como la literatura canera o carcelaria, que es dura y cortante como cuchillo, ríspida, desapegada y no complaciente", dice Enrique Aranda, quien ųjunto con su hermano Adriánų cumple los primeros dos y medio años de encierro, de un total de 50, acusado del secuestro de Lorena, la hija del senador priísta Dionisio Pérez Jacome.

Con licenciatura y posgrado en psicología, además de otro posgrado en letras modernas ųcursados en la Universidad Iberoamericana (Uia), de la cual era profesorų, Enrique, de 40 años, enfatiza sin titubear que su aprehensión obedece a causas políticas, entre otras, las denuncias que hizo del ''megafraude electoral" de 1988 y sus cuestionamientos a la equidad del Tratado de Libre Comercio. Pero lo que derramó el agua del vaso, dice, fue ''precisamente mi simpatía y apoyo por otros jesuitas y dominicos progresistas en el problema chiapaneco".

El también presidente del Colegio Mexicano de Psicólogos ųorganismo gremial formado con apoyo de algunos jesuitas de la Uiaų, asegura que el suyo es uno de los tantos ejemplos de cómo el sistema político mexicano ''fabrica delitos" a líderes sociales críticos y a defensores de derechos humanos, pues tanto él como su hermano fueron arrestados con ''pocas horas" de diferencia del nombramiento de Pérez Jacome como vocero de la Presidencia, a mediados del 96, siete meses después de ocurrido el presunto secuestro.

Se trató de una ''siembra de pistas demasiado obvia", en la que dos o tres sujetos, agente judicial al menos uno de ellos, suplantaron nuestra identidad, incluso dando mi nombre y actividad por teléfono ųindicaų, además de que el actual senador nunca presentó las boletas de retiro bancario del presumible rescate en cuestión.

De ahí en adelante su situación se vio enturbiada, según apunta, pues el juez que se encargó de su proceso, Leobardo Martínez Soria ų''el mismo que al chacal del Cendi, un violador de 24 niños de dos a cinco años, le dio una pena de 21 años"ų le confesó a su abogado ''tener línea" e ''ignoró 90 documentales que probaban mi inocencia", además de que ''fue ascendido" al término de su proceso.

No obstante que considera su condena como una ''sentencia de muerte", el ganador del primer lugar de poesía no ve en ello impedimento para continuar con el desarrollo de su oficio literario:

''Creo que cualquier literatura en prisión se trata de literatura bajo presión, según una feliz denominación de Manuel Acuña, aunque él se refería al periodismo (...) Pese a estar sometido a un régimen de vigilar y castigar, para decirlo con (Michel) Foucault, esto (la cárcel) es un laboratorio de aprendizaje acelerado. Aquí todo sucede antes que allá afuera. La prisión es una especie de caja de resonancia social."

Enrique confía en que su situación se resuelva cuando se ''presenten las condiciones políticas favorables". Mientras tanto, acota que además de que su caso está registrado por varias organizaciones no gubernamentales ųcomo Amnistía Internacional y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, entre otrosų, cuenta con el apoyo de alumnos y académicos de la Uia y de la UNAM, algunos sacerdotes, funcionarios públicos y las comisiones de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados y de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

 

El delito de creer

 

Oriundo de Galicia, España, Manuel Quintáns Lopes espera tranquilamente en el reclusorio desde hace seis meses el proceso de extradición que solicitó el gobierno español por presuntos actos de terrorismo. Según explica, la petición se debe a hechos sucedidos hace diez años relacionados con su militancia en el Ejército Guerrillero del Pueblo Gallego, que tenía como fin la lucha por el reconocimiento de los derechos históricos de aquella provincia como nación.

Precisa: ''Lo que hacía esa organización era propaganda armada: acciones de sabotaje y cuestiones de tipo simbólico y testimonial, como atentar contra monumentos del franquismo que todavía perduran en Galicia; pero en nuestros principios se asentaba el respeto a la integridad de los semejantes. Yo llegué a la prisión en España luego de un enfrentamiento con la Guardia Civil, en el que murió uno de los elementos. Tras casi un lustro, salí de ella al no celebrarse el juicio. Allá la justicia también es muy tardada".

De 37 años, cinco de los cuales ha vivido en México, Manuel Quintáns siempre ha sido consciente del precio de ser fiel a sus convicciones:

''Me metí en una lucha, no por vocación de guerrillero ni nada de eso, sino porque tenía una conciencia política y tuve que actuar de acuerdo con ella. Hice lo que consideraba un deber con mi patria, que es Galicia y no España.

''Entré al movimiento sabiendo que un guardia civil me podía pegar un tiro en cualquier momento, sabía que me iban a torturar cuando me agarraran. El hecho de haber entrado en prisión significó una ganancia: haber salvado la vida.

''No fui como otros compañeros que se quedaron en el camino: que les estalló una bomba en las manos, o que en vez de caer un guardia civil en un tiroteo cayó uno ellos."

Iniciar una nueva vida fue la ilusión que lo motivó a cruzar el Atlántico y establecerse en México, donde ha trabajado como reportero en varios diarios, entre ellos El Sol de Tulancingo y La voz de Michoacán ųen este último aún colabora como articulistaų. ''El mío no es el caso de un gallego que llegó a este país a poner una tienda de muebles ni a llevar un hotel. Yo llegué aquí de empleado, no de patrón; por ello mi mexicanización tuvo que ser más rápida".

En el haber de Manuel existe ya una novela sobre su estancia de cuatro años en la cárcel española, según cuenta, y como hombre de letras que es, ve en su actual situación la oportunidad de llevar a la literatura ''esa reproducción del mundo", que es el encarcelamiento, donde ''los problemas se viven más intensa y dramáticamente muchas veces".

Por lo pronto, está a la expectativa de la resolución del juez. ''Lo que planteamos como defensa es que el gobierno mexicano me proteja, como perseguido político, de las violaciones a los derechos humanos que se cometen en España a presos como yo", concluye.

 

Escribir para escapar, volar e imaginar

 

El más joven del trío es Samuel Hernández Mesinas, con menos de un cuarto de siglo de vida. En él, sobre todo, se refleja claramente la intensidad, la cual es acompañada de juicios que demuestran su madurez. Estudiante del tercer semestre de comunicación y periodismo en la UNAM en el momento de su captura, hace poco más de dos años, con tristeza subraya que su caso es un ''claro ejemplo" de cómo en México, por seguir unos trámites burocráticos y por dar estadísticas y números meten a la cárcel a cualquier persona.

Samuel cumple una condena de cinco años tres días por el presunto asalto a un taxista. Su proceso legal fue kafkiano, dice: ''Nunca conocí al que me acusó, el denunciante nunca me reconoció; se dijo que yo robé el taxi y como luego apareció la unidad sólo se me acusó de robar 85 pesos... Al juez poco le importó eso y por una tesis jurisprudencial que dice que la primera declaración es la más fehaciente, con esa me sentenció".

A su decir, el primer año de estancia en el Reclusorio Norte fue muy difícil, pues tuvo que desadaptarse del mundo exterior y adaptarse a las condiciones que prevalecen en prisión.

''La cárcel es un crisol donde puedes ver el mundo y la vida, y aprender. Yo era un joven muy inmaduro y ahora estoy aprendiendo a madurar. He aprendido a callar, a disimular, a cerrar los ojos ante la injusticia, porque a veces no hay otra forma de manifestar la inconformidad más que cerrando los ojos y dando media vuelta. Y aunque te sientas un poco traicionado con tus principios, no puedes hacer nada; no puedes decir que es injusto que le estén pegando a alguien, porque si no te dicen que te pongas tú".

Convencido de que en prisión cada quien debe valerse por sí mismo, ''porque esta es la casa del jabonero: si no caes resbalas, y si no te empujan, simplemente para mofarse", Samuel utiliza la creación literaria para ''drenar" sus sentimientos y reflexiones: ''La literatura es una forma de escapar, volar e imaginar; es una forma de estar libre, aunque mi libertad se limite, gran parte de las veces, por estos cuatro altos muros".

En espera de la fecha de premiación, los ganadores del par de concursos mencionados hablan de la cárcel como tema literario y de las obras galardonadas. Esto será materia de la próxima entrega.