Han bastado unos cuantos años y unas cuantas crisis, la de México, Asia, Rusia y Brasil, para que la élite financiera mundial que se reúne periódicamente en Davos, Suiza, acepte que la economía globalizada carece de los instrumentos que le permitan gobernar las nuevas realidades.
A pesar de que las crisis se han presentado con las llamadas economías periféricas, los discursos inaugurales de la 29 reunión del Foro Económico Mundial, evidencian que el Grupo de los Siete (G-7) no ha estado exento de sus efectos. Sus monedas no se han devaluado ni se han visto en la necesidad de levantar las tasas de interés, a pesar de lo cual las crisis empiezan a afectarlos.
El que Lawrence Summers, subsecretario del Tesoro de Estados unidos, hable de la necesidad de mejorar la ``arquitectura financiera'', indica su preocupación acerca de la nueva fenomenología económica y de sus dañinos efectos.
Es muy posible que una nueva crisis, que ahora apunta hacia China, no pueda resistirse y termine por desmoronar lo que queda de las obsoletas instituciones que fueron útiles para otro momento como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pero que carecen de los mandatos y que les permitan entender el nuevo tiempo.
Igualmente, de nada servirá que las prevenciones de la economía se orienten a proteger únicamente a las economías industrializadas. Una de las lecciones que la turbulencia nos han dejado es que, aun las que representan un porcentaje mínimo del PIB mundial, son capaces de sacudir e incluso derrumbar a los gigantes.
Paradójicamente, los países que nunca han tenido capacidad de decisión a nivel mundial, justamente por su escasa participación económica, hoy la tienen por la globalización y los efectos que sobre el todo tiene cada una de sus partes.
De ahí que estemos ante la oportunidad de ser tomados en cuenta para la construcción de esa nueva arquitectura financiera capaz de impedir más crisis; oportunidad que quizás no se extienda demasiado antes que el selecto G-7 encuentre cómo evitar que los derrumbes de la periferia impacten al centro.
En el nuevo diseño económico mundial deben considerarse factores como el exponencial crecimiento de la pobreza. El propio Summers habló sobre la necesidad de restablecer tanto ``la confianza como los flujos de capital hacia los mercados emergentes'', lo que resultará posible si la distribución global de la riqueza se realiza sobre otras bases: el crecimiento del consumo privado es la mejor garantía del crecimiento sano de la economía, lo que no podrá suceder mientras las dos terceras partes de la humanidad carezcan de lo más indispensable.
Summers tocó quizás los más importantes: ``Estas crisis se deben a que se presta mucho capital de manera irresponsable, pero se resuelve prestando más aún''. El tema de la deuda será sin duda parte esencial en el nuevo edificio de la economía globalizada, como lo fue en otros momentos de la historia. ``Por favor, necesitamos su ayuda para gestionar la economía mundial'', dijo el vicepresidente Gore; efectivamente, pero no nada más la de los japoneses, sino la de todo el mundo.