MAR DE HISTORIAS

La cruz del norte

n Cristina Pacheco n

 

Al mes de que trajeron a Ezequiel de Nueva York vino a decirme Socorro: "Encontré un cuarto en Santa Clara. Mi hijo y yo nos iremos a vivir allá".

La noticia me sorprendió y entristeció. La Coco y yo fuimos de las primeras en llegar a esta colonia, hace más de veinte años, y desde el principio nos hicimos muy amigas. Nuestros hijos crecieron juntos, fueron a las mismas escuelas, estuvieron en el mismo equipo de futbol y hasta formaron un grupo musical: Los Pikositos. Hace un año nos salieron con que querían irse a Nueva York. Socorro estuvo de acuerdo: "Es mejor que se vayan a donde pueden encontrar un trabajo y no seguir aquí de vagos, viendo malos ejemplos y pensando tonterías".

Si Memo no logró hacer el viaje fue por culpa de su desidia. Nunca buscó los contactos y luego, cuando los encontró, le faltó el dinero. En vez de guardar lo poquito que se ganaba ayudando en el mercado y en la refaccionaria iba a botárselo comprando tonterías. Ezequiel, en cambio, lo arregló todo y al fin le dijo a Socorro: "Jefa, me voy aunque sea solo". Memo lo resintió bastante y me dolió ver que mi hijo se quedaba atrás por su apatía. Ahora la bendigo: gracias a eso no le pasó lo que a Ezequiel.

 

II

 

Cuando Socorro me salió con que se iba a Santa Clara le dije que al menos me diera su dirección para visitarla. Su respuesta me dejó muda: "Espero que no lo tomes a mal, pero por favor no me busques. Necesito estar sola, arreglar mis cuentas con la vida y con Dios. El sabe por qué hace las cosas; sin embargo, por más que quiero evitarlo, todo el tiempo le estoy preguntando por qué le mandó un sufrimiento tan grande a Ezequiel. Si fuera un malvado, un vicioso, lo aceptaría; pero no es así y tú lo sabes mejor que nadie porque lo conoces desde chiquito. Díme, Ƒes justo lo que le pasó? No. Si pensó en irse a Estados Unidos fue porque aquí no pudo seguir estudiando y allá por lo menos encontraría un trabajo. Fue iluso, fue soñador, de acuerdo; pero eso no ameritaba que lo trataran como si fuera un asesino o un ladrón".

El sábado vi el carro de la mudanza frente a la casa de Socorro. Pensé en ir a ayudarla pero recordé lo que me había dicho, decidí no meterme y esperar a que ella fuera por lo menos a despedirse. No lo hizo. Hoy comprendo que en su situación yo habría hecho lo mismo. En aquel momento pensé que Socorro era una mala amiga y con todo el dolor de mi alma la di por perdida.

 

III

 

Ayer, como a las seis de la tarde, yo estaba cobrando un vapor individual cuando sonó el teléfono. Al descolgarlo oí la voz de Socorro. Me quedé muda pero luego a las dos se nos salieron las lágrimas de gusto y nos pusimos a platicar como si no hubiéramos dejado de vernos ocho meses. Se sorprendió de que siguiera trabajando en los Baños Raziel y le alegró saber que Memo está trabajando como ayudante de soldador. "Cuando le ofrecieron esa chamba le hizo el feo. Lo convencí de tomarla diciéndole que yo no voy a durarle toda la vida y que ya es hora de aprender por lo menos un oficio".

Mientras hablaba de Guillermo sentí más y más ganas de preguntar por Ezequiel. No lo hice porque no sabía cómo iba a tomarlo Socorro y mejor le pregunté: "ƑCómo estás, qué es de tu vida?" La noté optimista cuando me respondió: "Ya que no puedo salir hago maquila de overoles en la casa. Los fines de semana pongo una fritanguita en mi puerta y por lo menos tengo para comida y renta. Me cambié a una casa. Es un dedal pero tiene azotehuela, una ventaja muy grande porque Ezequiel puede sentarse a tomar el sol sin que nadie lo moleste".

Si Coco mencionaba a su hijo era buena señal. Así que pregunté por la salud de Ezequiel: "Va muy bien. Ya no le duele su cabeza y duerme un poquito más tranquilo. Pero de lo que le doy gracias a Dios es que ya dice mamá bien clarito. Ya lo verás el domingo que me visites, si es que aceptas mi invitación: pienso hacer unos tamales". Acepté con mucho gusto y le pregunté qué le gustaría que le llevara. "Una gelatina de frutas", contestó y otra vez nos soltamos llorando.

Esa noche no dormí pensando en las vueltas que da la vida. Recordé cuando Socorro y yo llevábamos a Guillermo y Ezequiel al jardín que está atrás del mercado Juárez y nos poníamos a comparar sus gracias y sus adelantos. Ni en sueños imaginábamos lo que sucedería después: mi hijo terminó como ayudante en un taller de soldadura autógena. No me quejo, pudo haberle sucedido lo que le ocurrió a Ezequiel en Nueva York: iba caminando rumbo al correo cuando unos policías lo detuvieron para pedirle sus papeles. Como no llevaba ninguno se le fueron encima y lo golpearon tanto que el muchacho quedó mal de la cabeza.

Nunca sabremos cómo llegó a un hospital ni cuánto tiempo estuvo allí. Por la fecha de la carta que no alcanzó a mandarle a su madre y le encontraron en el bolsillo del pantalón, calculamos que fueron como seis meses. Luego lo mandaron a un manicomio. Me escalofría pensar que pudo quedarse allí para siempre. Se salvó gracias a que una de las monjitas se dio cuenta de que Ezequiel no podía hablar pero no estaba loco. Entonces pidió permiso para llevárselo a un albergue que ellas tienen: El Refugio del Migrante.

Como en el sobre estaba escrita la dirección de Socorro lo mandaron para acá. Vino acompañándolo un muchacho de Puebla. Nunca olvidaré su nombre ni dejaré de bendecirlo: Joel Casillas. Gracias a él supimos algo de lo que le sucedió a Ezequiel. Lo demás podemos imaginarlo gracias a la carta. Desde que la leí sueño con que encuentro a los policías que atacaron a Ezequiel y se las leo. Lo terrible de mi pesadilla es que mientras lo hago esos hombres ųinmensos, uniformados, pálidosų golpean a otro muchacho que tiene la carita de Guillermo.

 

IV

 

Mi muy querida jefa: ƑY usté qué dijo?: aquél ya no se acuerda de mí. Pues ya ve que no es cierto, ni lo ande pensando. Si no le había escrito no fue por falta de ganas sino de tiempo y de cosas buenas qué contarle. Pero ya conseguí chamba en una tiendita donde se vende mole y tortillas.

Le juro que aunque quisiera no podría irme de parranda. Llego a la casa rendido, nomás con ganas de tirarme en la cama. Si la encuentro ocupada me echo en donde sea porque ya me anda de sueño. Nos renta mil quinientos dólares. Por eso vivimos aquí diecinueve gentes. Entre todos apenas logramos pagar ese dineral.

Me irá bien si usté no deja de encomendarme a todos sus santos. Un amigo que trabaja la flor con unos coreanos me dijo que cuando vea que hay chance me llevará a trabajar allá. Terminan a las siete. Con ese horario hasta podré aprender inglés.

Estoy juntando toda la feria que gano porque quiero irme a verla para el día de su santo. Acuérdese de lo que me prometió: que si volvía iba a hacerme una tamaliza para todos mis cuates. Por cierto, si ve al Guillermo dígale que los de la migra no son tan perros, que la cosa es tener maña para sacarles la vuelta, que no tenga miedo.

Antes de que se me olvide quiero mandarle muchos saludos a la Nena. Ella prometió hacerme gelatina de frutas. Si viera que, aparte de usté, lo que más extraño es la comida. Por eso me gusta trabajar donde trabajo, porque tan siquiera huelo las tortillitas y el mole.

Tengo muchas cosas qué contarle y me imagino que usté también. Me gustaría mucho recibir noticias suyas, pero ponerle mi dirección es peligroso porque a veces los de la migra lo encuentran a uno por las cartas.

Jefaza de mi vidaza, aquí le corto porque ya se me acabó la hoja y no tengo otra. Nomás pongo la poderosa y voy al correo a echarle el sobre. Cuídese mucho. Un besote de Ezequiel, o sea de su mero consentido.