n La casa pierde, un libro de diez cuentos; el jugador número 11 es el lector
Escribir de futbol es una forma de
estar cerca del juego: Juan Villoro
n A diferencia de la novela, en los relatos debes poblar universos diferentes, mundos aparte, dice
César Güemes n Jorge Valdano, ese siempre elegante maestro, ha hecho lo mismo que Juan Villoro, sólo que a la inversa: primero hizo deporte, luego literatura. Juan ha hecho siempre literatura y ha practicado su deporte favorito. De alguna manera ambos juegan en el mismo equipo, uno virtual en el que se trata de entender, por medio de las palabras, cuánto de humano hay en 90 minutos sobre el césped.
Hoy Villoro tiene un nuevo libro, La casa pierde, publicado por Alfaguara, que contiene sólo un cuento referido a la actividad atlética. Sin embargo, es buen punto de partida para conversar sobre las maneras de escribir con los botines puestos.
ųYo, como mi colega Eduardo Galeano ųcomienza diciendo Villoroų, fui un buen futbolista, pero sólo mientras dormía. Es decir, sólo en mis sueños pude anotar los golazos que hubiera querido marcar en las canchas. Entonces para mí la oportunidad de escribir de futbol es una forma de estar cerca del juego y sobre todo de verlo desde la óptica del aficionado. Nunca he pretendido encontrar claves técnicas o tácticas para descifrar un partido determinado. Pienso más bien que el futbol es una forma de la pasión, y como tal involucra, no sólo a los protagonistas en la cancha, sino a los espectadores. Me gusta mucho observar las distintas formas en que el futbol se percibe por las diversas tribus del planeta que siguen a sus equipos, depositando en ellos sus esperanzas e ilusiones, y que tienen sesgos muy peculiares.
Esa peculiaridad tiene su explicación, desde luego, muy relacionada con la personalidad del aficionado: "No es lo mismo irle a un equipo que siempre pierde y que sólo es apto para masoquistas, que irle a uno que suele ganar siempre y con el que se identifican los triunfadores o los que tienen ansias de éxito. Esto define mucho la percepción que se hace del futbol, es decir, las idolatrías, el fanatismo, etcétera. A mí me interesa mucho lo que ocurre en la cancha, esta gesta que por momentos tiene visos épicos, pero también la forma en que es percibida por el público, con lo cual también pasamos a los aspectos negativos: la comercialización extrema, la distorsión de los hechos por las televisoras y demás".
La casa pierde se compone de diez relatos. Eso permite, sin forzar demasiado la imagen, concebir al conjunto narrativo, más la persona del lector, en una oncena futbolística. A Juan no le desagrada la idea: "Me gusta mucho que digas eso, porque soy muy supersticioso con los números. Mi primer libro de cuentos, La noche navegable, tiene once de ellos, justamente porque pensé en una alineación posible de futbol, y aquí en efecto la oncena titular la completa el lector".
Los relatos, población de universos
Otra de las características del volumen es que se habla de individualidades, de personajes incluso solitarios: "Yo creo que lo difícil de escribir un libro de cuentos es que si tienes diez de ellos hay que empezarlo y concluirlo diez veces, y cada uno de estos relatos debe ser un mundo personal. A diferencia de la novela, en que entras a un territorio que vas a controlar durante 300 páginas, en un libro de relatos tienes que poblar universos muy variados. He tratado de que los escenarios y los personajes de este libro sean muy distintos unos de otros, pero al mismo tiempo creo que hay una voz que los articula, porque definitivamente hay un sentido del estilo literario que creo que sí es muy marcado en el volumen y que pasa de un relato a otro. Estoy de acuerdo contigo en que la mayoría de los cuentos son de soledad, incluso aquellos que tienen que ver con situaciones de grupo. Pienso, por ejemplo, para seguir en el entorno del futbol, en el relato El extremo fantasma, que apareció en una primera versión en una antología de cuentos sobre el tema realizada por Jorge Valdano. Ahí estamos ante un cuento de futbol cuyo personaje es siempre alguien que está fuera de la cancha, escindido un poco del juego. Primero, porque jugó de extremo izquierdo, que es la posición donde el equipo se termina, luego porque es entrenador y todavía no se acostumbra a estar al borde de los acontecimientos, y finalmente porque juega para un equipo en la frontera última del país, donde se acaba la nación y donde prácticamente no se mueve nada. Ese personaje es bastante emblemático de lo que pasa en el libro, en el cual por medio de los personajes hay una reflexión sobre la forma en que estamos con los demás sin estar del todo con ellos".
ųHay por otro lado, Juan, técnicamente, eficacia y economía de lenguaje. Eso se consigue despacio, me imagino.
ųOjalá los demás lectores coincidan con tu opinión. Creo que el género más exigente en la prosa es el cuento. Cuando yo estaba en el taller de Augusto Monterroso, si alguien le llevaba una novela, él decía un poco en broma: "Ah, te estás preparando para escribir cuentos". El consideraba que hacer una novela robusta era un estupendo ejercicio para pasar después a una actividad mucho más exigente que es la del cuento, donde nada puede ser superfluo. Efectivamente el sentido de la eficacia puede ser muy importante.
La otra técnica del cuentista
Hay un cambio, sin embargo, en la manera de trabajar de Villoro: "Respecto a los cuentos que escribí hace unos 20 años, creo que he variado en el planteamiento inicial de cómo escribirlos. Ahora me interesa mucho más hacerlos de atrás para adelante. Es decir, conocer mucho mejor el desenlace, hacia dónde va el cuento, que conocer el planteamiento. En La noche navegable yo entraba, por decir algo, a un ring sin saber qué técnica iba a usar ante mi oponente, y poco a poco trataba de descubrir por ensayo y error los reflejos que me llevaran a salvar el pellejo en el cuadrilátero. Ahora, en La casa pierde, creo que para mí es muy importante saber de antemano a dónde voy, cómo estoy trabajando, sin que esto resulte artificioso o sin que el lector se sienta manipulado, porque luego también hay cuentos sobreconstruidos en los que uno no siente que las cosas ocurren con sorpresa y espontaneidad. Lo más difícil de lograr en la literatura es el triunfo simultáneo de que algo sea sorpresivo y al mismo tiempo congruente con el planteamiento".
Hay muy pocas mujeres a lo largo del libro. Algunas de las escasas son protagonistas, otras forman parte de los recuerdos masculinos. Villoro tiene una teoría para ello: "Como decías hace rato, casi todos los relatos exploran temas de soledad. Entonces, para los protagonistas de La casa pierde, la mujer es casi siempre una figura anhelada, pero no conseguida del todo. O es una figura que de repente depara un misterio que no sabemos resolver, de cuya respuesta probablemente no somos merecedores y generalmente los personajes masculinos no están a la altura de las mujeres que ilusionan. Entonces creo que tiene que ver con este clima de trabajar los desencuentros, las rupturas entre las personas. Obviamente, en los relatos casi nunca hay deseos cumplidos o consumados. Las mujeres orbitan un poco a los hombres como espectros deseables, pero nunca conseguibles".
El narrador empleó 12 años para completar los textos de su más reciente libro, y eso se debe "a que me gusta muchísimo tardarme en escribir. Este libro lo empecé en el 86 y de alguna manera ir entrando en la piel de los personajes me costó todo ese tiempo para habituarme a sus distintos mundos. Esto también tiene que ver con que soy muy disperso: escribo un cuento y luego trabajo sobre otros textos y no sigo en un solo género. Pero creo que en mi caso la rescritura es una forma de la compañía. Es decir, me gusta mucho tener disponible un mundo imaginario que ya conozco y al que puedo regresar en cualquier momento en mi escritorio. Tengo un cuento, lo voy repensando, y es como una segunda realidad que me acompaña, en la que las cosas ocurren de otro modo y puedo siempre regresar a ellas.