Emilio Pradilla Cobos
Lecciones trágicas

Aún teníamos frescas las imágenes de la tragedia centroamericana causada por el huracán Mitch, cuando otras se sobrepusieron: las del sismo ocurrido en Armenia, Pereira, y otros sitios del occidente colombiano. Otra vez, la población hundida en la pobreza extrema es la víctima mayoritaria, y vemos a un Estado y a una sociedad que no habían previsto los riesgos y que son impotentes para enfrentar las consecuencias del desastre. Pero hay un nuevo ingrediente: la violencia causada por los necesitados de ayuda, los delincuentes que aprovechan la situación de desorganización, y quienes tratan de proteger sus bienes.

Es evidente que las fuerzas naturales son sólo en parte responsables de esta situación; un componente siempre presente y determinante son las condiciones de vulnerabilidad creadas por la organización social, sobre las que tenemos que reflexionar y, antes que nada, actuar. En toda Latinoamérica, el patrón neoliberal de organización económica, social y política ha sido incapaz de asegurar la reproducción ampliada del capitalismo (la última prueba la está dando Brasil) y al mismo tiempo ha aumentado la pobreza de la población hasta límites que le impiden sobrevivir y enfrentar cualquier tragedia natural y social; la mayoría de los latinoamericanos está indefenso ante las fuerzas naturales y económicas, la violencia, las necesidades esenciales y las enfermedades y epidemias, aun las que se suponían erradicadas, regresan cada vez con mayor fuerza.

El Estado neoliberal, despojado de la mayor parte de los instrumentos para intervenir como institución social, que renuncia voluntaria y crecientemente a su responsabilidad de garantizar los derechos humanos y sociales esenciales, que ha perdido gran parte de las fuentes para financiar el gasto público, que se enfrenta a una deuda externa impagable, que consume gigantescas masas de recursos, y que prefiere proteger a los poderosos en lugar de atender a las mayorías, ni quiere ni puede resolver a tiempo las causas sociales de la vulnerabilidad ante desastres, prevenir las tragedias o responder a ellas después de que se han producido. La corrupción en todas las esferas de la vida social, la violencia y la delincuencia, engendradas por el insaciable afán de lucro divinizado por la economía de mercado y por las necesidades insatisfechas, añaden a esta tela de araña un elemento dramático y cada vez más difícil de controlar, y son alimentadas por la masa creciente de desempleados y desheredados producidos por el neoliberalismo y su crisis permanente y globalizada.

¿México y su metrópoli capital están en condiciones diferentes? ¡Creemos que no! Ya casi olvidamos la tragedia causada por los sismos de 1985 en la ciudad de México, o las que asolaron la costa pacífica: las inundaciones de Baja California, los huracanes Gilberto, Paulina y otros, pero aún están frescas las imágenes del desastre en Chiapas. En todos los casos, los rostros de la tragedia se parecieron a los centroamericanos y colombianos, y la incapacidad del Estado mexicano fue similar, por la misma razón. Sabemos que estas tragedias continuarán ocurriendo y que en la capital somos aún totalmente vulnerables a un probable sismo de fuerza destructora similar o mayor al de 1985. El riesgo aumenta al ritmo que crece la concentración poblacional en puntos débiles, aumenta la pobreza extrema y se debilita la capacidad de respuesta del Estado.

Protegidos en apariencia por las condiciones materiales que compra el dinero, los poderosos ignoran el riesgo, sin entender que las fuerzas naturales, la contaminación y las epidemias no distinguen clases sociales, y que la violencia se dirige contra ellos (cuando no son sus autores), por su acumulación de riqueza. La sociedad mexicana y capitalina, mediante su actuar político consciente y organizado, tiene la tarea de imponer un cambio radical del modelo económico antisocial que nos impusieron los neoliberales; recuperar y ampliar los instrumentos para que el Estado cumpla su responsabilidad con la sociedad (que nada tiene qué ver con el estatismo capitalista del pasado), apoye la superación de los factores de vulnerabilidad ante desastres, organice su prevención y adquiera la capacidad de responder con eficacia, oportunidad y justicia.