La Jornada sábado 6 de febrero de 1999

José del Val
La pacificación de los indios

Desde el arribo de la cruz y la espada a estas tierras, la pacificación de los indios ha sido uno de los problemas mayores. Estos incómodos habitantes originales que, como mala yerba, crecen por todos sitios estropeando los hermosos jardines de la civilización.

Cuando no están combatiendo, están resistiendo, es decir, nunca, pero nunca, han estado en paz. La historia de México puede escucharse como una eterna y desgarradora sinfonía en la que alternan los gritos y los silencios de los indios.

Hoy, otra vez, el gobierno en turno tiene como una de sus tareas principales la pacificación de los indios.

Leyes especiales, oficinas y responsables diseñan, aparentemente sin resultados, estrategias de pacificación.

Los pueblos indios reafirman que quieren paz con dignidad. El Estado les ofrece, muy moderno: ¡paz sin adjetivos!

¿Qué diferencia existe entre la paz que los indios exigen y la paz que el gobierno les ofrece?

La paz que los indios exigen es la que resultaría de abrirles de una vez por todas las puertas de la Nación. En esta época aciaga, en la que la patria se reduce a las finanzas, los indios quieren, por lo menos, su lugar en la patria financiera, es decir, quieren disponer de la parte del presupuesto que legítimamente les corresponde.

El gobierno, a través de sus insufribles negociadores, contesta categórico: ``ni madres'', eso no.

Dejémonos ya de cuentos leguleyos, de falaces interpretaciones y de discusiones sin sustancia. Es obvio que el gobierno actual no comprende a los pueblos indios y menos le interesa su situación, lo único que le interesa es pacificarlos.

Pacificarlos a como dé lugar, a sangre y fuego si es necesario, pero que no rocen ni con el pétalo de una rosa la patria financiera.

Toda esa tumultuosa confusión de estos años: de los desacuerdos de Larráinzar, de negociaciones incumplidas, de mediaciones mediatizadas, de ineptos negociadores, no es más que la estrategia de diversión que el gobierno ha puesto en juego para evitar que los indios le den un llegue al presupuesto.

Cuando el gobierno dinamitó las negociaciones negándose a enviar a las cámaras los acuerdos firmados, no lo hizo por la sustancia de las mismas; por más que queramos encontrar en los matices de las propuestas profundas discrepancias, no existen, y si así fuera, en las cámaras se hubiera alcanzado una redacción final.

El incomprensible vacío producido por la actitud del gobierno, para propios y extraños, para individuos y gobiernos, no es, como con frecuencia se apunta, simple tozudez y tontería del gobierno: es el núcleo de una estrategia mayor en pleno funcionamiento y hasta ahora exitosa.

Si se hubieran enviado a las cámaras los acuerdos, la negociación hubiera continuado; lo que seguía era empezar a discutir los recursos y los presupuestos. Era este peligro el que el gobierno financiero quería evitar. ¡Imagínense, el gobierno discutiendo con los indios el destino del presupuesto!

Ante esta perspectiva y frente al riesgo de exhibir impúdicamente el actual fascismo financiero, se decidió romper las negociaciones con antelación, se buscó cualquier pretexto y se consiguió desviar la atención del núcleo de las posibles soluciones.

Desde ese momento y como extras involuntarios en una película desconocida, la sociedad toda se devana los sesos, discute, argumenta sin alcanzar a comprender ni siquiera qué es lo que se está discutiendo...

La estrategia gubernamental ha funcionado; la elección de sus agentes ha sido hecha con cuidado: oscuros, ignorantes y desagradables personajes que actúan con toda libertad, y cuyo único objetivo es evitar que se reanuden las negociaciones.

Se han gastado fortunas en propaganda, viajes por todo el mundo para tratar de engañar a otros gobiernos. ¡Vamos, hasta al Papa intentaron convencer!

Es claro entonces por qué no existe el mínimo interés gubernamental en avanzar en las negociaciones; sus ofertas de paz a los pueblos indios no son más que condiciones de rendición.

Esa paz sin adjetivos, inocua, inmoral, sin contenido. Esa paz que renuncia a la dignidad y los vuelve a formar en la cola del presupuesto esperando la misericordia de los caciques financieros.

Recordemos que para todos los pobres de México y en todos los programas de combate a la pobreza, de 1994 a 1998, se destinaron 194 mil 500 millones de pesos, mientras en el mismo periodo 448 mil 500 millones de pesos se aplicaron al pago de la deuda.

Y recordemos también el rescate carretero y el Fobaproa... y toda esa inmoral carretada de brutales e injustas políticas que con la vergonzosa complicidad de los legisladores nos impone hoy el fascismo financiero.

No nos confundamos, veamos con claridad que hoy la pacificación de los indios se resume en mantenerlos excluidos del presupuesto.