En medio de los muchos frentes de confrontación y conflictos públicos que vive la ciudad de México, algunos con claro mensaje antidemocrático que van desde el bloqueo arbitrario de calles y avenidas, hasta el lamentable zafarrancho en la Central de Abasto, asoma ya, por fortuna, una decisión que infunde aliento y abre nuevas perspectivas.
Nos referimos al anuncio reciente de que se llevará a cabo una gran consulta ciudadana orientada a la reforma política del Distrito Federal.
El asunto es de gran importancia, pues una reforma a fondo, como la que en la capital se requiere, debe traducirse no sólo en la ampliación de derechos, sino en satisfacer una reivindicación histórica que parte de los mexicanos ilustres, quienes desde el Congreso Constituyente de 1856 exigían que el DF fuera una entidad en sí misma y no un departamento administrativo.
Se trata, ahora sí, de que seamos ciudadanos con derechos iguales a los que ya tienen éstos en todas las entidades federativas. Es decir, la posibilidad misma de elegir a sus gobernantes, contar con poderes plenos en los ámbitos Ejecutivo, Legislativo y Judicial, con una estructura municipal y con todos los derechos y prerrogativas dentro del pacto federal.
Pero además, en el caso del Distrito Federal, habría que defender y mantener su estatus de capital de la República, de capital de todos los mexicanos. Y en cuanto a la sede los poderes federales, garantizar su espacio soberano y de autonomía. No hay, pues, contradicción ni impedimentos legales o jurídicos. Son realidades compatibles y complementarias.
Así también, al restructurar las delegaciones para que se constituyan en municipios, se generarían decisiones con un sentido de inmediatez, adecuación a los asuntos locales y cogobierno con los representantes políticos de la ciudadanía, sin dependencias centralistas o pesadas burocracias. Muy importante sería adicionar a esta concepción municipalista lo que se ha negado históricamente: verdadera autonomía, decisiones libres y recursos económicos mayores. En sí, a partir de la experiencia nacional acumulada, superar controles injustificados y adaptar el municipio a las necesidades y particularidades del Distrito Federal, especialmente en el ámbito de sus colindancias metropolitanas, de manera relevante en el caso del estado de México.
Sobre todos estos asuntos deberá preguntársele a la ciudadanía el próximo 25 de abril, lo cual implica una serie de condiciones básicas para su culminación exitosa: tiene que partir de una convocatoria plural, claridad en propósitos y propuestas, información y propaganda vasta, logística impecable el día de la votación, difusión de resultados inmediatos y credibilidad del proceso mismo, pero sobre todo, deseablemente, que las diferentes fuerzas políticas, partidos y organizaciones hagan un compromiso previo de que actuarán congruente y consecuentemente respecto al resultado que se obtenga, derivado de la movilización ciudadana y sus exigencias de cambio a través del voto. Desde luego, todas estas instancias tendrán oportunidad de opinar sobre los diferentes rubros y criterios del proceso, antes de la realización misma de la consulta ciudadana, a finales de abril.
Un primer signo positivo es que esta magnífica iniciativa parte de tres ciudadanos honorables, con un claro compromiso democrático y una brillante trayectoria profesional y política, como son José Agustín Ortiz Pinchetti, Manuel González Oropeza y Jaime González Graf, quienes desde ahora invitan a todos y abren el espacio sin excepción y sin discriminación.
Vamos entonces juntos a preguntar a la ciudadanía, a preguntarnos, qué ciudad queremos, cómo organizarla y de qué manera gobernarla.
Esto sí es democracia, de ida y vuelta.