Después de las ``vallas animadas'' y de una incontrolable euforia popular que llegó al paroxismo; más allá del christian revival hollywoodesco (o Superbowl espiritual) en el estadio Azteca, queda la exhortación apostólica postsinodal, Ecclesia in America: la verdadera razón de la visita papal. El documento es sumamente interesante, entre otros motivos, porque representa un importante vuelco en la retórica oficial de la Iglesia, a partir del discurso con el que un papa 20 años más joven inauguró, al inicio de su pontificado, la conferencia episcopal latinoamericana de Puebla durante su primera visita a México.
En el discurso de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam), el Papa fustigó a quienes se inclinaban por hacer ``relecturas'' del Evangelio (mensaje subliminal para los teólogos de la liberación) que presentaban a Cristo ``como un profeta... comprometido políticamente... en la lucha de clases (o) como político revolucionario: el subversivo de Nazareth. Y, citando a Juan Pablo I, el Papa reiteró claramente en 1979: ``es un error afirmar que la liberación política, económica y social coincide con la salvación en Jesucristo''; o sea: el Regnum Dei no puede identificarse con el Regnum Hominis. Pero, ¿qué hacer con todos esos jóvenes y brillantes teólogos de la liberación que esperaban ansiosos en Puebla el apoyo incondicional del nuevo pontífice, para lanzarse a ``desfacer entuertos'' en un continente agobiado por el hambre, la ignorancia, la desesperación, la enfermedad y la dictadura? Para ellos, el Papa, un político consumado, salpicó su discurso inaugural con algunas frases que no desalentaron del todo a teólogos de la talla del peruano Gustavo Gutiérrez, autor del famoso libro Teología de la liberación.
Teniendo en mente a los teólogos de la liberación, el pontífice aceptó en Puebla la necesidad de defender la dignidad y los derechos humanos; colaborar en la liberación del hombre y adoptar un concepto social de la propiedad privada. Pero, actuando siempre (tuvo a buen recaudo acentuarlo), en la línea religiosa (y no social o política) de la misión eclesiástica. Los teólogos de izquierda fueron tímidamente reivindicados, cuando el Papa reconoció que la Iglesia tenía el deber de anunciar ``la liberación de todo lo que oprime a millones de seres humanos''. Aunque la liberación anunciada por el pontífice haya sido, principalmente, ``liberación del pecado''.
En la reciente exhortación apostólica, el tema central sigue siendo la evangelización. Pero una evangelización actualizada, para reconocer el éxodo masivo hacia los centros urbanos, el ocaso de las dictaduras, el advenimiento de la democracia, y la existencia de pecados sociales ``que claman al cielo porque rompen la paz y la armonía entre los individuos y las naciones'': terrorismo, narcotráfico, lavado de dinero, deuda externa, corrupción, deterioro ecológico, violación de los derechos humanos y los peligros de la globalización. En la Basílica de Guadalupe, en 1999, un papa seguro de su pontificado, y con un poder de convocatoria que no tiene ningún líder del planeta, habló, finalmente, con palabras que hubieran sido el deleite de la facción progresista de la Iglesia en 1979.
Incursionando en política, la exhortación reconoce que la retirada de los regímenes dictatoriales permite defender más enérgicamente los derechos humanos e instaurar un verdadero Estado de derecho. Para ello, el documento exhorta a la Iglesia a comprometerse en la tarea de educar a legisladores, gobernantes y jueces; en una palabra: hacer política. En esta ocasión, el Papa fustigó a la globalización gobernada exclusivamente por las ``leyes del mercado'' en beneficio de los poderosos, señalándola como causa inmediata de la entronización de la economía, el desempleo, el deterioro de los servicios públicos, la depredación ecológica, la creciente brecha entre ricos y pobres y la competencia desleal entre las naciones. Ecclesia in America denuncia en forma contundente la creciente deuda externa, producto de la corrupción y la mala administración, y propone, como parte del Jubileo del año 2000, reducirla sustancialmente, o cancelarla del todo, porque ``amenaza seriamente el futuro de muchas naciones''. Y así, con la venia papal para hacer política, el arzobispo primado de México, al día siguiente de la exhortación, pronunció un discurso que fue titular de todos los periódicos nacionales. El cardenal Rivera reveló ante el Papa el sufrimiento y la desesperación del pueblo de México: ``engañado, invadido por la violencia y por modelos extraños a su idiosincrasia''.