Convoca a crear un ''movimiento irresistible'' que abra el juego sucesorio


 

n Sin gallos en la arena, abierto desafío para que el Presidente no imponga su voto ni veto

Elena Gallegos n Un abierto desafío a Ernesto Zedillo para que cumpla su promesa de no influir en la designación de su sucesor ų''él dijo que no tendría voto y por lo tanto tampoco tendrá... šveto!''ų y un reto a la cúpula priísta para que democratice la más importante decisión de su partido, caracterizan el arranque formal de la campaña de Manuel Bartlett por la candidatura a la Presidencia de la República.

Es precisamente en esos puntos en los que Bartlett --''con firmeza al 2000'', se lee en letras verdes y rojas-- hace girar sus posibilidades de alcanzar la nominación del PRI, aunque él se empeñe en negarlo.

''ƑUsted no es el candidato del Presidente'', lo atosigan. Mordaz responde: ''šƑCómo lo sabe?! šQué tal si... sí!'' ''Zedillo tiene su carta'', le insisten. No ceja: ''šEl ya dijo que no y yo le creo a pie juntillas. ƑUsted no? Quien se presente como su candidato estará violando la palabra presidencial''.

Por si eso no es suficiente y aprovechando la pregunta, el ex secretario de Gobernación, de Educación y ex gobernador de Puebla, precisa, puntualiza, define que él es nada más él y sus simpatizantes. En sus aspiraciones --y aquí sí trata de ser claro-- no hay fantasmas detrás, mucho menos fantasmas que respondan al nombre de Carlos Salinas de Gortari.

Eso dice y entonces vienen a la memoria los detalles de otra sucesión en la que él, Bartlett, y el otro, Salinas, fueron contendientes, con los resultados que todos conocen. De eso ya pasó una década.

En el World Trade Center seguidores y curiosos --cientos de ellos--, se amontonan en pasillos y salones para ver con sus propios ojos lo que durante muchos años se creyó imposible: un priísta jugando por la libre. ƑSerá?, todavía se preguntan algunos.

Sin embargo, la convocatoria de este hombre que se presenta como declarado enemigo de la derecha --del PAN, para más señas--, no alcanza ni a las figuras estelares de la política ni a la vieja clase --dinosaurios, les llaman a sus integrantes-- que sigue suspirando por volver. Sólo unos cuantos aparecen por allí.

''Les da miedo hacer acto de presencia, no ves que crecimos en la sumisión'', comenta uno de los pocos ilustres priístas que sí se animó. ƑDesaire? ''No.. šprecaución!'', tercia otro de los organizadores.

 

El inicio del recorrido

 

Con todo, Bartlett consigue un ruidoso, concurrido comienzo, en el que llama a las bases a recuperar a su partido --aquí sobreviene el primer estallido de la multitud--; exige rescatar los valores del pasado para afrontar el futuro --otra vez los gritos lo interrumpen-- y revive, en el discurso, a la Revolución Mexicana, tan démodée en los neoliberales tiempos.

En esos momentos la congregación queda suspendida en una especie de éxtasis ideológico. La masa ávida de liderazgo. La nostalgia por lo que fue, ya no es y, a lo mejor, ya no será si no se aferran a éste que parece su último tren.

En los apretujones, alguien reconoce al diputado y general Miguel Angel Godínez --jefe del Estado Mayor de José López Portillo--; al presidente del Consejo Mundial de Boxeo, José Sulaimán; al senador Marco Antonio Bernal, al hijo de Mario Moya Palencia, igualito a papá; al diputado michoacano y miembro del Grupo Reflexión, Jorge Canedo Vargas; al ex gobernador de Coahuila, José de las Fuentes Rodríguez, mejor conocido como El Diablo; José Luis Flores, quien quiso pero no pudo sucederlo.

 

Los viejos tiempos

 

A Bartlett le toma cuarenta minutos dar lectura a un discurso que --cuenta uno de sus asesores-- le llevó casi siete meses confeccionar. Y entre líneas, las constantes son: tomarle la palabra al Presidente en su propósito de dejar que el proceso de sucesión corra solo e ir hasta la últimas consecuencias en la democratización del PRI, ''invertir la pirámide del poder'' para poner en ''la cúspide a las bases y a los militantes''.

Nuevamente, la concurrencia entra en un arrebato de fe barttliana.

Incondicionales, alcaldes y diputados poblanos como Jorge Estefan Chidiac, América Soto, Ignacio Mier, aplauden hasta el cansancio cada una de las frases, de las propuestas.

Están también Jesús Hernández Torres, Fernando Pérez Correa, Oscar de Lassé, Guillermo Heitler, Rafael Segovia, sus hombres, sus consejeros. Y Alberto Juárez Blancas, su fiel escudero, le trae camiones llenos de ''fuerzas vivas'' por si acaso, por si falta. ''šManuel-amigo-lacroc-está-contigo!'', se regocijan.

Y aunque no son los anunciados 500 distinguidos priístas, son más, muchos más. Tantos, que hay que colocar pantallas que reproduzcan las imágenes de lo que ocurre adentro del auditorio.

En la sala de prensa tampoco cabe ni uno más. Porque luego del discurso, Bartlett se reúne con reporteros, columnistas, corresponsales extranjeros --uno de los primeros en preguntar es el enviado del The New York Times--, analistas, observadores y paleros que se estrenan como informadores y hacen largas preguntas. Para todos tiene una contestación, una broma, y hasta un regaño. En ocasiones, el tono sarcástico deriva en chunga: ''Con calma, con calma --busca ordenar el desorden--, no tengo prisa, responderé a todas sus dudas, pero špor favor!, solamente una porra después de cada respuesta''.

Antonio Godina, economista, ex diputado y presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Puebla --cargo que dejará para unirse a la campaña de Bartlett--, sonríe cuando el ex gobernador dice que viejo no es: ''Soy más joven que Kohl, Cardoso o Chirac y eso sí, tengo más experiencia en la política que muchos más jóvenes que yo''.

A alguno le inquieta que su presentación la haya dirigido sólo a hacer severas críticas a su partido: ''a la oposición ni un toquecito''. ''No se preocupe --tranquiliza-- ya les daré sus toquecitos".

Por eso, otro más quiere saber qué piensa de Cuauhtémoc Cárdenas --incluso le recuerda los elogios que hizo, como secretario de Estado, al entonces gobernador de Michoacán-- y Porfirio Muñoz Ledo. Aquí Bartlett ataja: ''sobre ellos no voy a hablar. Son priístas, con otro matiz, bajo otro emblema, pero priístas al fin''. Y así sigue jugando su juego.

En cambio, se va de largo cuando se trata de Vicente Fox. ''Yo no califico su campaña... la cuantificó, ha sido multimillonaria. Por primera vez en México y como estrategia de mercadotecnia se está creando una imagen artificial... Quieren comprar el poder''.

En los pasillos, los simpatizantes esperan al personaje. Lo rodean, lo apapachan, le juran lealtades. En la atmósfera queda el tono de desafío.

En otra parte de la ciudad, en el edificio que alberga la sede del PRI --en Insurgentes y Violeta-- la perspectiva es otra. Luis Martínez Fernández del Campo, secretario adjunto de la Presidencia del partido, lo define así: ''el voluntarismo político de Bartlett es útil para el PRI. Anima su entorno. Ahora, hay que esperar los pronunciamientos de fondo en lo que se refiere a la geopolítica, a la política económica y a la política social. No hay una diferencia entre los aspirantes de las distintas tendencias porque ninguno ha presentado un proyecto ni el esbozo siquiera de lo que debe ser la reforma del Estado mexicano ni ha dicho si es conveniente o no una nueva constitución''.

Por lo pronto, Bartlett ya está en campaña. ƑSerá?