n El país espera progreso, no choques inútiles, señaló

Norberto Rivera: hay que generar riqueza, no repartir amargura

n Inculcar el pacifismo no es callar ante injusticias, expuso el cardenal

José Antonio Román n Está claro que lo que México espera en estos momentos son propuestas de progreso y no enfrentamientos inútiles; programas productivos y creadores de riqueza y no el reparto de amargura y de desesperanza, afirmó el cardenal Norberto Rivera Carrera.

Hace apenas una semana, ante el papa Juan Pablo II, el prelado afirmó, en un discurso que sorprendió por su dureza, que el pueblo mexicano pasa por situaciones difíciles, ha sido engañado, la pobreza lo invade y ha sido presa de intereses económicos inhumanos y de la deshonestidad interior. Subrayó entonces que la gente sufre, se desespera, porque no atisba ninguna solución próxima a sus demandas de justicia, de alimento, de salud, de trabajo dignamente remunerado y mencionó que la paz parece no estar al alcance de los mexicanos.

Ayer, en su homilía, el jerarca católico dijo que con su pacifismo, Jesucristo jamás pretendió inculcar en el corazón del hombre la pasividad y la resignación humillante ante las injusticias. ''El pacifismo de Jesús jamás se podrá invocar para defender los atropellos contra la dignidad humana o para justificar el inmovilismo que impide el progreso y desarrollo de los pueblos, ya que si una palabra es clave en los evangelios es la conversión, que invita al cambio, a la transformación, a la renovación de las personas y de la comunidad''.

Ante una nutrida asistencia de fieles, Rivera Carrera ofició su acostumbrada misa dominical en la Catedral Metropolitana, donde entregó a sus vicarios episcopales réplicas de la imagen de la Virgen de Guadalupe bendecidas por el papa Juan Pablo II, a fin de que recorran todas las parroquias de la arquidiócesis.

También agradeció de manera ''especial'' a los gobernantes por haber cuidado muchos detalles de la reciente visita del Papa, y porque dieron ejemplo no sólo de respeto y tolerancia, sino también de verdadero sentido de servicio.

En su homilía, el arzobispo primado de México se refirió a las bienaventuranzas, sobre todo la de la paz. Señaló que la sentencia de Jesús, ''dichosos los que trabajan por la paz'', confronta a los cristianos ante la violencia y la lucha de clases que tanto han permeado en la sociedad mexicana. Los esfuerzos de algunos estudiosos para hacer aparecer a Jesucristo como un revolucionario violento han fracasado totalmente, ya que no han encontrado fundamento, aseguró.

Precisó que Jesús rechazó la violencia en todas sus formas, incluso la institucionalizada. Reprobó la violencia de aquellos que humillan y explotan a los demás, la de aquellos que dan sentencias injustas, que difaman y destrozan la vida de otros, y también la de aquellos que matan inocentes.

''Los cambios y transformaciones que Jesús propugna no se dan con el odio y la violencia, sino con el amor y la paz. Las luchas que Cristo viene a impulsar no son contra alguien, sino a favor de los más pobres y excluidos de este mundo. Yo sé que muchas de las denuncias cristianas contra la violencia, la corrupción y la mentira, algunos las quisieran convertir en luchas estériles contra los que consideran adversarios, en lugar de luchas a favor de la paz, la honradez y la verdad, que pueden crear progreso y desarrollo para México y el continente'', dijo el cardenal Rivera.

Consideró que los cambios en el mundo son pocos y ocurren lentamente porque ''el amor es pobre en nuestras relaciones y son pocos los constructores de la paz. El odio y la violencia siempre nos llevarán a la destrucción y al retroceso; el amor y la paz son camino de cambios reales e irreversibles, no sólo a nivel de estructuras, sino de conciencia y personas. Es incuestionable que el amor y la paz proclamados por Cristo han beneficiado mucho más a las personas y a la humanidad que las revueltas, las guerras civiles y la lucha de clases''.

Más adelante, el cardenal Rivera agradeció a todos los católicos por haber sido ''magníficos anfitriones'' del papa Juan Pablo II y de quienes visitaron el país con motivo de la conclusión del Sínodo de América, en especial a los colaboradores que hicieron posible dicha visita y a los gobernantes. Estos últimos, dijo, ''nos dieron ejemplo no sólo de respeto y tolerancia, sino de verdadero sentido de servicio a su pueblo y de gran dignidad ante nuestros visitantes''.

Recordó los mensajes pronunciados por el Papa durante su reciente visita e invitó a cada católico a decidirse, cada cual según su estado, a compartir con el pontífice la tarea de salvación de la humanidad. ''Esta es la responsabilidad señalada por el Papa, pronunciada claramente en el estadio Azteca, en donde pidió a las cuatro generaciones de hombres y mujeres de este siglo a que se sientan responsables de difundir la luz de la fe que han recibido'', dijo.

El cardenal Rivera insistió en que el mensaje papal incluye a todos: obispos y gobernantes, trabajadores y empresarios, indígenas e intelectuales, mujeres y hombres, niños, ancianos y jóvenes. ''A todos nos impulsa a seguir luchando por una patria cada día mejor. Para el católico esto es ineludible a la luz de las exigencias de su fe y no puede pretextar falacias que en tiempos pasados quizá tuvieron una cierta justificación'', afirmó.