Néstor de Buen
El otro lado de la globalización

Y después de todo: ¿los exabruptos del señor Zedillo Ponce de León no serán el resultado de las nuevas reglas de juego de la globalización?

Es evidente que de acuerdo a las viejas reglas de la diplomacia y de las relaciones entre los pueblos, que un Presidente de la República y, para acabarla de fastidiar, en un país ajeno, arremeta en contra de un ex presidente de un país amigo, gobernador activo de un estado como Minas Gerais, patria del barroco brasileño, cuya capital Ouro Preto, es orgullo de América; por lo menos provocaría una ruptura de relaciones. Y que, en la primera oportunidad, alguna selección brasileña de fútbol se olvidara de nuestros tiempos de ser sus seguidores fieles y nos pusiera una paliza de no olvidarla.

Pero hoy los tiempos son diferentes, y en esa materia es evidente que somos casi los innovadores. Porque ahora nos damos el lujo de expulsar extranjeros, en serie, acusándolos de todas las maldades que los italianos, juntos o separados, pueden cometer, que no son pocas. Y corremos gringos y españoles, y deportamos etarras que en otros tiempos habrían gozado del privilegio de tener refugio en México. Y generamos todo tipo de reservas para otorgar simples permisos de turista, que en cualquier otro país de América Latina te los dan en el avión sin más trámite. En esas condiciones: ¿por qué no acusar a un señor Itamar Franco (que tiene, por cierto, una pinta estupenda, de intelectual reposado y enérgico) que nos ha puesto a parir con el efecto samba, como nosotros lo hicimos en 1994 con el efecto tequila?

Lo que es evidente es que la globalización, montada en tratados de libre comercio o en convenios mercosurianos o en uniones europeas, ha mandado a la basura las soberanías, que no pueden resistir decisiones financieras del primer George Soros que anda por el mundo y ha generado la más absoluta dependencia, una especie de solidaridad al revés entre todos los países, particularmente los llamados ``emergentes''.

(¿Y qué querrá decir eso de ``emergentes'', evidente sustituto de la expresión ``tercermundistas'' que, a su vez, colocaba entre los primeros y los terceros a los segundos que integraban los países de la órbita soviética?)

(No falta quien también nos llame ``periféricos'', seguramente por la influencia de nuestras ``vías rápidas'' (¡hermosa paradoja!), con lo que se quiere significar que somos muy anchos pero tremendamente lentos y que no servimos para llegar a ninguna parte).

Comprendo a nuestro Presidente. Lo digo, que conste, sin doble intención. Por el contrario, con cierta admiración que ha superado, lo confieso humildemente, una reacción violenta y negativa cuando leí la noticia y vi la carita compungida de nuestra Mujer del Año, forzada a dar explicaciones que no convencen. Como tampoco convencen las de los señores de Gobernación, apurados como nunca entre Papas, conflictos con el gobierno del Distrito Federal, gobernadores anticipados y gastadores de recursos y alguna pretensión nada escondida de salir a la palestra cuanto antes.

Los datos económicos son sin duda positivos. Salvo, tal vez, la inflación, empeñada en salirse de madre y darle... darle... disgustos a nuestros asalariados que tienen el 14 por ciento atragantado ante una inflación que pasa del 18 por ciento.

Pero ha crecido el empleo (INEGI dixit) y, por lo visto, (Gurría redixit) estamos en mejores condiciones que nadie para soportar un año, éste, que para nadie pinta bien.

En esas condiciones, si después de tantas broncas económicas y tantos populistas locales que no se cansan de decir barbaridades en contra den neoliberalismo observado con particular cuidado por nuestros gobernantes, que nos eche a perder la Bolsa y el tipo de cambio un franquista cualquiera es para perder el buen humor y echar rayos y centellas, aunque sea en idioma costarricense.

Lo que ocurre es que estamos muy hechos a las viejas tradiciones que ya son cosa de la historia.

¡Ni modo, manitos! A deportar extranjeros y a echarle la culpa a cualquier ex que ande por el mundo de nuestras cuitas y desventuras. También el tequila tiene derecho a desquitarse.