Mañana, décimo aniversario luctuoso del autor de Guitarra negra
Zitarrosa... por si el recuerdo
Guillermo Pellegrino Ť Mañana se cumplen 10 años de la desaparición física del cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa, uno de los principales referentes de la música popular latinoamericana. Había nacido en 1936, en Montevideo, hasta que la traicionera muerte lo encontró en su ciudad, la que tanto había añorado durante su desgarrador exilio de ocho años por Argentina, España y México.
Joan Manuel Serrat, toda una autoridad, no tiene dudas al respecto: "yo soy de los convencidos de que si se quiere tener una visión de la canción latinoamericana de los 60 hasta nuestros días, no se puede prescindir de la obra de Zitarrosa". Serrat, como muchos otros personajes vinculados a la cultura, lo adoró como hombre y lo admiró como músico.
Este inusual cariño tenía su razón de ser: además de haber sido una personalidad de gran magnetismo, El Flaco Zitarrosa fue un creador que tuvo la virtud de trascender no sólo fronteras sociales y generacionales, traspasó otras más difíciles, como las ideológicas. Los opositores a sus ideas fueron, muchas veces, sus más conspicuos admiradores. De esta característica da cuenta el director Rubén Yáñez, ex integrante de la famosa Agrupación Teatral El Galpón, cada vez que recuerda los días de 1976 en los que él estuvo preso: "si ese año Alfredo no hubiese dejado el Uruguay, con seguridad hubiese corrido mi misma suerte", aclara. "Lo insólito ųagrega-- era que los altos jefes militares (los mismos que lo perseguían) y los encargados de hacer ciertos 'trabajos sucios' se paseaban por los pasillos de la prisión silbando sus canciones".
En vida, Zitarrosa logró un amplio reconocimiento tanto en su país como en muchas otras naciones de América Latina. En Uruguay, inclusive, alcanzó algo aún más difícil: la estatura de ídolo popular que, como suele suceder, creció tras su muerte. En un país hipercrítico, en donde no se adora a cualquier artista si no tiene reales virtudes (humanas y profesionales), el creador de Guitarra negra, Adagio en mi país, El violín de Becho, Stefanie, entre otros clásicos, logró una devoción casi unánime. La medida de ese recíproco amor fue el multitudinario recibimiento que su pueblo le tributó al volver del ex ilio, o cuando lo despidieron en el Cementerio Central, uno de los entierros más numerosos en la historia de Uruguay.
A pesar de que en más de una ocasión Alfredo dijo que no sabía cantar, su voz viril, profunda, espejo de su alma, fue y es aún el puente para entrar en su obra, que en el Río de la Plata, cada día que pasa, va adquiriendo una inusual trascendencia, algo así como una dimensión gardeliana.
(*) El autor de esta nota es periodista del suplemento cultural del diario El País (Montevideo) y colabora, también, en otros medios latinoamericanos.
A continuación presentamos un adelanto exclusivo de la biografía de Alfredo Zitarrosa por Guillermo Pellegrino que la editorial Planeta publicará en marzo próximo.
Los dos años que Zitarrosa residió en España fueron los más difíciles de su vida. A la tremenda angustia que le provocaba el exilio se sumó la partida de su familia y la falta de trabajo.
El siguiente es un pasaje del capítulo 13, El gris exilio español, en el que se rescatan unas cartas donde recuerda a sus hijas y con las que se puede dimensionar su estado de ánimo.
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En Madrid, Alfredo estaba muy angustiado y sensible por la partida de su gente. En medio de su desconsuelo, un papel, un lápiz y un sobre fueron la vía para acortar distancias con sus afectos. Una de esas cartas fue dirigida a Eleodoro Villada, guitarrista que lo había acompañado anteriormente. En ella le manifestaba sus inquebrantables convicciones respecto de la canción popular:
"... Cantar como se debe es algo más que cantar como se puede y como conviene cantar...; porque y yo sé, tú me lo has dicho, que andas en busca de esa clase de canción. Cantar lo que se debe está hecho de muchas cosas: desde la personal, sensibilidad y el pasado personal, hasta la previsión de lo que puede suceder el lunes, el análisis de cada situación y el autoanálisis permanente, la ideología, la cultura, el entorno y el carácter propios y ajenos, los personales propósitos y obligaciones, la búsqueda de los 'medios' para cumplir con éstas u obtener aquellos, manteniéndose fiel a sí mismo, siempre. Sólo de ese modo se puede obtener, y no muchas veces, alguna canción digna de los demás (crear no siempre es creer; cuando ambas cosas se juntan recién saltan las lágrimas..." (11)
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En otras cartas que mandaba a sus amigos, Alfredo describía su hábitat y también hablaba de algunas vicisitudes que tenía que pasar al vivir en España:
"En fin; que te voy contando... Frente a la máquina de escribir, dos dibujitos de Serena. Encima, una foto de alguien mejor que yo, y al pie de la foto una plantita --la cuarta que me compré--, que se me parece; es 'loca' (tiene hojas de cinco colores; pero todas iguales; todas las hojas). Organicé mejor la pequeña biblioteca; tengo una buena ventana con luz todo el día (el sol pasa de costado, ilumina sin molestar a las macetas) y en general el apartamento es el doble de grande que el que ocupaba después de que se fue mi gente; pago lo mismo; tal vez lo pueda conservar un año... Me iría a Méjico, con pasaporte 'apátrida'; el 5 de julio, si logro volver a re-ingresar a España, las cosas se estabilizarán un poco para mí...". (Madrid, madrugada del 19 de junio de 1977, a Enrique Estrázulas).
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En esa misma misiva, también habla de soledad, de sombras, y de lo difícil que era estar lejos de sus seres queridos:
"Me conformo con una linterna que es de Moriana y a la que le compré pilas nuevas; se me ha convertido --la linterna-- como en una extensión del alma mía, pobre, que me lleva por donde Moriana andaría, recorriendo el departamento al oscuro...".
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En otra carta que le mandó a su amigo, en la que por momentos surgen sus chispazos de humor, le contaba que económicamente no estaba muy bien, de lo caro que era vivir allí, de sus días madrileños:
"Para que tengas una idea, a mí, solo en el apartamento, tomándome un par de whiskies diarios, sin gastos extras de ninguna especie (ni siquiera salgo a la calle durante días y días), vivir me cuesta más de seiscientos dólares mensuales... saqué plata de mi propio presupuesto, como para que comprendas hasta dónde, trabajar, salir de España a cantar, es sustancial para mí...". (Madrid, 8 de mayo de 1977).
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En el mes de julio de 1977 viajó por primera vez desde España hacia México auspiciado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y por grupos folklóricos de ese país encabezados por el compositor e intérprete Julio Solórzano. "En esa época --recuerda Solórzano--, yo me dedicaba a organizar eventos a escala pequeña. Una tarde, en la casa del pintor Marcos Huerta, escuché uno de sus discos y quedé impresionado. Al otro día comencé a averiguar dónde podía ubicarlo, me enteré de que estaba en España. Hice los contactos hasta que localicé a Carlos Bouzas, su representante. A todo esto yo ya había hablado con un amigo de Guadalajara que tenía una línea de créditos en una agencia de viajes. Después de ajustar unos detalles, le mandamos los pasajes y un dinero adelantado. De esa forma Alfredo vino a México, un poco a ciegas, sin tener mayores referencias mías." (12)
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Este fue el primero de los dos largos viajes a México que realizó mientras vivió en España. "Cuando estuve exiliado en España, vivía en el viejo continente pero, fundamentalmente, trabajaba en México", solía decir. Allí, el día 8 de julio y en el Auditorio Nacional de Chapultepec, apareció en escena con bigotes --esta fue la única temporada que los usó-- y presentó por primera vez su conmovedora Guitarra negra, tal vez su texto más depurado, más sentido.
Guitarra negra
(Alfredo Zitarrosa)
"ƑCómo haré para tomarte en mis
adentros, guitarra?
ƑCómo haré para que sientas
mi torpe amor, mis ganas
de sonarte entera y mía?
ƑCómo se toca tu carne de aire,
tu oloroso tacto, tu corazón
sin hambre, tu silencio en el puente,
tu cuerda quinta, tu bordón macho
y oscuro, tus parientes cantores,
tus tres almas, conversadoras
como niñas?
ƑCómo se puede amarte sin dolor,
sin apuro, sin testigos,
sin manos que te ofendan?
ƑCómo traspasarte mis hombres
y mujeres bien queridos,
guitarra; mis amores ajenos,
mi certeza de amarte
como pocos?
ƑCómo entregarte todos
esos nombres y esa sangre,
sin inundar tu corazón de sombras,
de temblores y muerte, de ceniza,
de soledad y rabia, de silencio,
de lágrimas idiotas?".