La Jornada 18 de enero de 1999

La danza cortesana de los siglos XV y XVI, similar a la salsa: Brainard

Patricia Camacho, especial para La Jornada Ť La danza de las cortes de los siglos XV y XVI no es tan distante de la salsa que bailan los jóvenes de fines del XX. Su propósito, su intencionalidad y sus alcances son más similares de lo que podemos imaginar, asegura la alemana Ingrid Brainard.

Doctora en musicología por la Universidad de Gšttingen, Alemania, desde 1969 dirige en Boston The Cambridge Court Dancers, es catedrática de música e historia de la danza, especializándose en la época renacentista y actualmente se encuentra en México impartiendo una cátedra teórico-práctica sobre el baile en los siglos XV y XVI, en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza José Limón.

Custodiada de una pila de libros sobre música, vestuario, costumbres y coreografía del Renacimiento, la palidez del rostro surcado por el tiempo de nuestra entrevista se ilumina y exclama ``I love it!'', cuando de entre su arsenal bibliográfico saca la copia del Códice de Domenico da Piacenza (también conocido como Domenico da Ferrara). Música y descripción de la coreografía en él contenidos, a partir de él realiza las reconstrucciones y las monta a sus alumnas y alumnos. Los tríos son frecuentes.

Gracias a la traducción simultánea del maestro Alain Stark, la profesora huésped puede hacernos saber que en esos siglos, mediante los registros existentes, no se sabe que hubiera danzas exclusivas para mujeres o sólo para varones. Y precisa que sobre todo en el XV sus roles en las coreografías eran muy similares. Hacia el XVI se comienza a prefigurar una acentuación de la fuerza para la ejecución de la danza en los hombres y de la delicadeza y las buenas maneras en el caso de las mujeres. ``En general las danza del Renacimiento es una forma de educar a los jóvenes en las buenas maneras. Quizá las danzas campesinas no eran así, pero de ellas nada se sabe porque como la gente del campo no sabía leer ni escribir, no registró lo que bailaba. De ahí que lo que se conoce de ese periodo sea únicamente la danza urbana y sobre todo de las cortes''.

El arte del bien danzar era el medio para aprender a socializar. ``Y si mientras el amor cortesano se expresaba a través de la poesía, basada en el precepto del amor inalcanzado, de tipo platónico, la danza hacía romper la lejanía física y propiciaba la interacción entre las personas. Por eso yo considero que sus propósitos y sus alcances no son tan distantes a los que se obtienen cuando se baila salsa a fines del siglo XX''.

En el Renacimiento la danza aún no era una profesión y todavía estaban lejanos los años en los el arte de danzar se convertiría en coto femenino. Los varones y las mujeres tenían, en los siglos XV y XVI, la misma proclividad y asiduidad para danzar. No se bailaba para ser visto y aplaudido por una público, sino como parte elemental de lo que se consideraba una buena educación. ``Y aunque en el códice se explican muy bien los movimientos, debemos tener en cuenta que no todos bailaban igual, cada quien le aportaba a la danza su propia interpretación''. Y en los tríos lo mismo podían bailar dos mujeres y un hombre, que dos hombres y una mujer, porque los roles entre los géneros en el momento de danzar ``eran como un péndulo que va y viene. A veces se les concedía más a ellas. A veces más a ellos. Lo cierto es que los registros fueron escritos por varones y en ellos casi no explicitan nada de las mujeres. Hablan todo el tiempo en masculino''.

Sin embargo, y como todas las limitaciones que hay en el momento de leer y tratar de recuperar lo que fue la danza de esos siglos, ``indagar en ella nos permite situarnos en las bases sobre las cuales se finca la danza del siglo XX. A fines de esta centuria podemos apreciar que, al menos en la danza contemporánea, se ha vuelto al equilibrio entre bailarinas y bailarines, donde unas y otros tienen papeles tan activos como importantes y equitativos. Su importancia es similar''.

Buscar los vínculos entre unas y otras formas de danzar, a partir de las inquietudes que hacen palpitar el pensamiento contemporáneo, hace que la danza del Renacimiento deje ser una pieza de museo y se vuelva un resorte sobre el cual saltan interrogantes y respuestas que enriquecen el pensamiento finimilenarista de las mujeres y los hombres de hoy