Imagínese que alguien tiene la peregrina idea no sólo de intentar hacer una crónica de nuestra tortuosa y torturada transición, sino lo que es mucho más extravagante: intentar prever cuál sería el desenlace de este sexenio. Ese autor imaginario, a la mitad de enero de 1999, en pleno invierno, de bajas temperaturas y excesiva contaminación, podría escribir más o menos lo siguiente.
1. Para empezar, lo económico: el Presidente ha concentrado sus esfuerzos en la estabilidad financiera por deformación profesional (él nunca fue un político verdadero) y también porque, por su posición privilegiada, sabe de las amenazas que se ciernen sobre México (alta inflación, fuga de capitales, encarecimiento del dinero, desinversión, caída del sistema bursátil regional, que arrastraría al mexicano, probable necesidad de devaluaciones severas, quizás otro crac o al menos un fuerte cric). Los análisis que las principales firmas escrutan y profetizan coinciden en que el panorama es oscuro. Sin embargo, el Presidente parece superar los primeros obstáculos, pues logra, gracias a la colaboración de su partido y de Acción Nacional, la aprobación del programa de rescate que sustituye al Fobaproa y de un presupuesto muy restrictivo. Esto le permite dar un mensaje de año nuevo alentador, que en unos cuantos días se convierte en una burla involuntaria. La bolsa mexicana da tumbos, arrastrada por la crisis brasileña, y el dólar pasa de 9.75 a 11.20 pesos en la segunda semana del año.
2. Los problemas financieros aceleran las mentes de los políticos. Lo nunca visto: candidatos muy claros y fuertes en la oposición, Fox y Cárdenas, ``cuajan'', y parece despuntar Francisco Labastida Ochoa (secretario de Gobernación) por el Partido Revolucionario Institucional, aunque la acertividad y el activismo de Bartlett resultan insólitos por sus salidas impredecibles. Todos sabemos que si el PRI desdeña la disciplina y deja atrás al Presidente, las divisiones serán inevitables y podría precipitarse un proceso de fragmentación política de consecuencias imposibles de predecir. A nadie le conviene un PRI quebrado en el 2000. La economía está mal, pero si siguen desplomándose los indicadores y empeorando la situación concreta de la gente (capacidad de compra y empleo), el Presidente tendrá muchas dificultades para convencer al país de que es un buen dirigente y al Revolucionario Institucional de que puede ejercer, al menos por última vez, los derechos monárquicos para designar a su sucesor.
3. Pero tampoco es luminosa la situación de los partidos de oposición. Los derechos abusivos del Poder Ejecutivo federal y del Congreso sobre el Distrito Federal impusieron un recorte brutal al presupuesto que podrá utilizar Cuauhtémoc Cárdenas. En este año decisivo será difícil completar las obras más importantes que había planeado, así como los programas de vivienda y empleo. Es cierto; la gente verá en ese acto del PAN y del PRI una expresión de rencor y de miedo contra Cuauhtémoc Cárdenas, y quizás en términos estrictamente políticos, al jefe de gobierno del Distrito Federal le dan más popularidad que desprestigio en su tercer intento de llegar a ser Presidente de la República. El Partido de la Revolución Democrática muestra una solidez envidiable en torno a su candidatura, aunque a la opinión pública no le gusta la forma en que se margina la iniciativa de Porfirio Muñoz Ledo y su propuesta de ``nueva República'', que no deja de ser muy interesante. Su corriente deberá buscar un espacio dentro del neocardenismo y evitar un conflicto destructivo a como de lugar.
4. Por lo que toca al Partido Acción Nacional, Vicente Fox no tiene ya rival importante al interior del partido. El alejamiento de Felipe Calderón le permitirá decidir quiénes serán los que conduzcan a su partido a la Gran Arena. La aprobación del PAN del Fobaproa y el ataque mezquino del presupuesto del gobierno del Distrito Federal van a tener sus costos. El PAN abandonó una excelente alternativa que había propuesto para solucionar el problema del rescate financiero y castigar a los culpables del desastre. Es inexplicable también que no se hayan opuesto a que las instituciones bancarias y bursátiles del país pudieran ser transferidas íntegramente al capital extranjero. Hay descuidos y contradicciones muy graves en la negociación; alienta la concentración de la propiedad del ingreso, debilita la capacidad del gobierno nacional frente a sus interlocutores, que no va a resolver la crisis; la va a agravar. El PAN podría aparecer, quizás injustamente, como corresponsable de un colapso si por desgracia llega a producirse. El repunte de Cárdenas -todavía muy discreto en algunas encuestas- parece vinculado con los costos pagados por el PRI y PAN por su alianza en los asuntos financieros.
5. Como sea, ningún protagonista puede sentirse cómodo cuando el país afronta de nuevo la crisis de final de sexenio, después que la había creído anticipada y superada en 1995. No hay señales de acuerdo en lo fundamental. No hay ningún indicio de que la posibilidad de una grave ingobernabilidad esté disminuyendo.
6. Nada importante ha mejorado del último otoño para acá. Son tiempos difíciles, y hasta el cielo de enero antes brillante hoy se ennegrece con diversos venenos. La gente en la capital no renuncia a sus fiestas y a la expectativa de ver y aplaudir en su cuarto y último viaje al Papa polaco, convertido en inductor del consumo por los mercaderes del templo. Los capitalinos saben que van a tener que trabajar más este año que nunca. El gran aparato de la política no los va a favorecer. Las leyes del mercado y las que emite el Congreso, las iniciativas, los planes de rescate, la rebatinga por los puestos públicos forman una trama incomprensible y desagradable. La gente reserva su espacio íntimo a los cuates, a la familia, a los amores estrictamente privados. Así nos defendemos. Rodolfo Peña, con una sonrisa luminosa, agita su manaza, nos saluda por el año nuevo, nos desea lo mejor, y nos dice adiós.