``No hay justicia en este mundo'', se lamentó incomprendido una vez. A las tres de la madrugada recordé dónde había dejado su hombría, en el valle del Jarama, en el centro de España. Así que me cubrí como mejor pude para comprobarlo y crucé las piernas sobre el tapete de lana iluminado de veras por la luz de la luna. Esas son las horas para recordar, pero puede hacer falta un libro, una fotografía, una voz joven que dejó de existir cuando se volvió vieja pero que, desde el pasado, pudo todavía decir en puntas, o sea, me da la impresión de que la voz se puso de puntas para alcanzar con palabras el futuro que se le hizo, que se le haría, trizas, ``No hay justicia''.
``Lo verdaderamente trágico de la vida es que olvidamos'', escribe Gerald Brenan; ``la muerte verdadera es el olvido''. ¡Así que a recordar¡ Un valle de España a lo largo del Jarama. El movimiento de una mano. Palma, dorso. ¿Quién toca? Puse más alto el sonido en el vacío, en la soledad y en el silencio de las tres de la madrugada. ¿A quién quiero recordar? Pregunta inútil y absurda. Me despertó para que lo recordara. No conozco el Jarama, aunque abastece Madrid. De momento no tengo ánimo para seguir su curso en el centro de España y, en cambio, tiemblo de frío. ``No puedo parar de temblar de frío'', admitió tembloroso una vez mientras, a gritos, impedía que le echáramos otra cobija encima.
La hombría. A ver, hombradía: calidad de hombre. Entonces, dejar la hombría en el valle del Jarama no necesariamente es morir, porque la verdadera muerte es el olvido, ¿no? ¿Qué es, por lo tanto? Dejar la dignidad. Partir del Jarama humillado, en pocas palabras. ¿Derrotado? En su calidad de hombre, sí. Define: principios, ideales, y obtendrás desgarramiento y destrozo. ``No hay justicia en este mundo'', reflexionó acongojado una vez. La joven voz del pasado quiso significar que renunció con sus compañeros a su hombría en el Jarama. El valle del Jarama era tranquilo y se volvió un infierno porque renunciar a la hombría o perderla a suelas de traidores es la verdadera muerte. Hombría, confianza en el bien.
Sin embargo, Rousseau recuerda los momentos dulces de la alegre juventud, que quedaron atrás tiempo ha. El tono es de quien se lleva la mano al pecho, un lamento, incapaz de olvidar. ``Dejar de recordar y de sentirnos afectados por nuestras pasadas experiencias, sigue hilando Brenan, implica una disminución de nuestra personalidad''. ¿Qué quiere decir con ``personalidad''? Que no reniegues de tus principios de juventud si quieres que el olvido no consuma tu recuerdo. ¿Hombría? La suela del traidor pisoteó a los muchachos en el valle tranquilo del Jarama; al partir, de un modo u otro, los muchachos dejaron su hombría en el Jarama. ¿Es posible que recuerden al enemigo? ¿El desamor supone incomprensión o falta de compasión? Todas las preguntas, sin respuesta. ¿La comprensión y la compasión han de ser indisolubles, o se puede comprender a alguien al que uno no ame y, no obstante, no tenerle compasión?
Situarse en el valle del Jarama. Con su hombría aún intacta, los jóvenes hacían amigos, les tendían la carta-principios y la carta-ideales en tranquilidad, en el valle de España llamado del Jarama. Pero irrumpió la suela enemiga. ``No hay justicia en este mundo'', pensó un día por primera vez, tiritando de frío, dispuesto a no olvidar. ``La civilización nace de los recuerdos'', si colectivos, explica Brenan, historia; si individuales, ¿autobiografía? ``Nunca he podido convencerme de que algo me ha sucedido de verdad mientras no lo he puesto por escrito'', reflexiona Brenan, que ordena y organiza sus recuerdos. Hombría, creer en el triunfo del bien.
El movimiento de una mano. Síguelo. Cruzo las piernas sobre el tapete, un rayo de luna ilumina los surcos de la oreja desde cuyo túnel conductor oigo la voz recordar. Palma, dorso. Se cubrió los ojos con las dos manos, la nariz, dejó un hueco en los labios abiertos. ``¡No!'', gritó; ``¿Me oyes?'' Tiritaba de frío. Procuramos echarle encima otra cobija, que rechazó. ``No hay justicia en este mundo'', declaraba su angustia, el recuerdo de su hombría pisoteada. ``Quisimos ayudar; no logramos nada'', informa desengañada la voz vieja mientras recordaba de puntas el pasado humillado. ``Si hay algo que conservamos y atesoramos son nuestros recuerdos'', advierte Brenan. Puedes comprender al enemigo sin perdonarlo, aventuro.
Oigo los recuerdos que escapan por el hueco que han dejado las manos que cubren sus ojos, su nariz, sobre sus labios abiertos. El movimiento de una mano. Anoto con la luz de veras de la luna las palabras del pasado. Dorso, palma, los rayos de luz no alcanzan a recorrer las líneas cortadas. Hay un valle en España llamado del Jarama. Dan las cuatro y no he acabado de atender la súplica de la voz que me despertó para recordar con las piernas cruzadas sobre el piso de la madrugada sola, vacía, en silencio.
En el valle de España llamado del Jarama dejaron su hombradía los muchachos que hacían amigos y arrojaban cartas de principios y cartas de ideales antes de ser sorprendidos y pisoteados por la suela del enemigo. Sobre el valle dejaron su juventud con todo y sus ilusiones su calidad de hombres, las cartas que atesoraban. Caminaron sin esperanzas el resto de su vida sin futuro, soldados de un ejército de ideales y de principios hoy fantasma.