DERECHOS HUMANOS: VALORES FUNDAMENTALES
Hace algunos días, el cardenal y arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, formuló una serie de graves declaraciones sobre las instituciones defensoras de los derechos humanos. Entre otras afirmaciones, el prelado señaló a esos organismos como instancias manipuladas desde el extranjero para desestabilizar al país, los acusó de sólo defender a los delincuentes, y calificó los derechos humanos como un "cuento".
Por sí mismas, las palabras de Sandoval Iñiguez resultan perturbadoras, pues son una muestra de las actitudes intolerantes, oscurantistas y contrarias a los principios democráticos y de respeto a la civilidad y a la vida que, por desgracia, todavía persisten entre los sectores más retardatarios de la sociedad mexicana. Pero el hecho de que tales desatinos hayan sido formulados por un jerarca de la Iglesia católica les confiere una relevancia y una significación que no deben pasar desapercibidas.
En primer lugar, sorprende que un prelado desdeñe la importancia que tienen los derechos humanos para la existencia misma de las sociedades. La lucha por el respeto de esas garantías fundamentales ha sido una de las epopeyas más importantes de este siglo, atormentado por el genocidio, la tortura, la represión y la carencia de justicia. Si efectivamente los derechos humanos fueran un "cuento", el mundo caería en la aberración de considerar las atrocidades cometidas por Adolfo Hitler como sucesos menores y, con ello, se legitimaría el asesinato masivo, la xenofobia y el crimen. ƑFueron "cuentos", entonces, el exterminio de miles de personas en Bosnia y Ruanda, las torturas y las ejecuciones extrajudiciales emprendidas por las dictaduras latinoamericanas, la política sudafricana de segregación racial o las masacres de Aguas Blancas y Acteal, por sólo dar algunos trágicos ejemplos?
Por otra parte, descalificar a las organizaciones de derechos humanos, en momentos en que México atraviesa por una grave crisis en esta materia, pone en riesgo el invaluable trabajo que miles de personas ųmexicanas y extranjerasų realizan día con día en defensa de la vida y la dignidad humanas. Negar el importante papel que estas instituciones han jugado en el desarrollo cívico, moral y democrático del país es una muestra de insensibilidad social y, lo más grave, minimiza ante la población la importancia de los derechos humanos.
Para colmo, las palabras del cardenal lesionan la labor de numerosos sacerdotes y fieles católicos que, reunidos en diversas organizaciones (entre ellas los centros Fray Bartolomé de las Casas, Fray Matías de Córdoba, Fray Francisco de Vitoria y Miguel Agustín Pro), dedican su tiempo y su inteligencia a defender la vigencia de los derechos humanos en el país y a denunciar las violaciones a éstos.
Ciertamente, las deficiencias del sistema de justicia en México, la corrupción y la arbitrariedad que persisten en juzgados, ministerios públicos y corporaciones policiales, la impunidad y la carencia de un real estado derecho son causas de la indefensión en la que, con terrible frecuencia, se encuentran las víctimas de los delitos. En muchos casos, como lo señaló la organización Human Rights Watch en días pasados, en este país es más probable que se procese a una víctima que a su torturador. Esta situación, inaceptable e indignante, rechazada por toda la sociedad, forma parte de los saldos negativos en materia de justicia que los mexicanos exigen solucionar y revertir. Pero, debe reiterarse, en el entendido de que los derechos humanos son universales e inalienables, la sociedad y el Estado están obligados a preservar sin distingos las garantías tanto de las víctimas como de los delincuentes, y hacer valer en todo momento los derechos humanos.
Cuando llegamos al final del siglo XX, la comprensión de la importancia de los derechos humanos ųasí como la denuncia de sus violaciones y la exigencia de castigo conforme a derecho a sus transgresoresų es uno de los éxitos más notables de la civilización. Sin ellos, el mundo se colocaría en el terreno de la barbarie.