La Jornada 17 de enero de 1999

No existen diferencias, crítica a los prejuicios

Raquel Peguero Ť Una tragicomedia sobre el sida, cuyo ``chiste es que va enseñando todos los prejuicios que existen a su alrededor para al final construir una premisa que los derriba todos'', es la trama que da vida al cortometraje de Ariel Gordon, No existen diferencias, que se encuentra actualmente en posproducción.

A sus 24 años, Gordon ha realizado dos cortos: Fuga, que filmó como trabajo de primer año en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), y Adiós mamá, que rodó gracias al premio de guión que obtuvo en 1997, y con el cual ha ganado cuatro reconocimientos internacionales tras visitar 20 países y participar en 35 festivales.

Durante el año antepasado intentó infructuosamente rodar su primer largometraje, con un guión escrito por él mismo, y en el que recrea la vida del poeta tabasqueño Carlos Pellicer: ``Pero no movió a nadie para financiarla -cuenta con una sonrisa-. Está muy avanzado el proyecto, hay un story board, plantillas, guión técnico, pero se quedó en el baúl''.

Con esa historia encerrada, en enero del 98 comenzó a masticar el nuevo corto. Tocó muchas puertas y logró desarrollarlo con dinero de la iniciativa privada -tiene 20 patrocinadores-: ``Eso está bien, porque ahí se encuentra el futuro del cine mexicano''.

Se armó una producción totalmente profesional: ``Para mí fue fenomenal, pues tuve todo el equipo que necesité, todos los juguetitos para todos mis caprichos y tomas que quise'', asegura el joven realizador.

Su propuesta es ``para todo el público y su difusión masiva en televisión, en cine''. De hecho, ya hay planes al respecto: ``La difusión ya está apalabrada, porque no quería decir `¿a dónde voy?', después de haberlo terminado, sino tener muy claro qué hacer con él.''

Producido por Televisión Video Cine, Grupo Argos y Fundación Mexicana para la Planeación Familiar (Mexfam), esta última planea usarlo como material didáctico, ``a fin de difundirlo en secundarias y preparatorias, con una guía de temas para armar discusiones y debates''.

No existen diferencias parte del gusto de Gordon por tratar en cine ``los prejuicios, la ignorancia, el lado absurdo del ser humano, porque es muy fácil retomarlos para volverlos comedia. En ese caso, decidí tomar el tema del sida tan controvertido, con tantos tabús, rondándolo. Mi idea fue contar una historia muy cotidiana pues, en general, el sida en México -y en otros países- se trata como si estuviera a 20 kilómetros de donde uno vive, así que pensé hacer una historia que esté cerca de nosotros, que sea actual y ver qué pasaría''.

La trama parte de una situación muy sencilla: ``Dos estudiantes de la facultad de arquitectura están trabajando juntos en su proyecto de tesis, uno descubre que el otro es seropositivo, pero el primero es hipocondríaco, y ahí se van volando todas las situaciones en un ritmo muy ágil. No se mantiene todo el tiempo un conflicto central, va cambiando la discusión, pero es muy rico que, de repente, los prejuicios morales -porque así se tocan en el corto- sean subtextos en una cena con chocolatito caliente y tamales de chicuilín. La película tiene como objetivo, además de pensar en el entretenimiento, contar con un lado social muy fuerte. La intención es que las personas lo vean y se queden pensando''.

Explica que no pretende que los espectadores digan ``voy a usar condón, sino más bien me voy a cuidar. Cómo quieran hacerlo es su bisness, para no entrar en polémicas, pero sí concientizar, porque el gran problema hoy día es que como el sida se asocia con una enfermedad que le da a la gente que se porta mal, que tiene malos hábitos, es drogadicto, tiene perversiones sexuales, o lo que sea, aquí es decir: `nos puede dar a todos y hay que estar conscientes de ello''.