Carlos Bonfil
Basil

En la versión fílmica que propone el realizador Rahda Bharadwaj de la novela de W. Wilkie Collins, Basil, sorprende la azarosa ambientación histórica en la que un joven norteamericano, Jared Leto (Leyenda urbana), interpreta a Basil, un noble inglés en conflicto con su padre tiránico (Derek Jacobi) y con el plebeyo seductor, John Mannion, cuya amistad lo desconcierta y subyuga. Basil es un drama romántico, ambientado en la Inglaterra victoriana, con todos los artificios y clichés de una novela folletinesca de Alejandro Dumas, con la misteriosa figura de un hombre enmascarado, y con un manejo de los temas del amor, la traición y la venganza, propio del cine de capa y espada.

Habría que preguntarse qué condujo a un realizador como Bharadwaj, quien en 1991 ofreciera en su primer largometraje, Closet Land, la extraña confrontación de una escritora de cuentos infantiles y un verdugo en un país totalitario (con Madeleine Stowe y Alan Rickman en los papeles principales), a abordar de manera convencional esta historia romántica que -luego de un planteamiento inicial interesante- naufraga hacia un melodrama de telenovela histórica. De hecho, Basil no ha tenido hasta la fecha un estreno comercial en Estados Unidos, donde sólo ha sido proyectada en televisión por cable, en el canal de Romance Classics. Bharadwaj, mejor conocido por su compromiso en la lucha por los derechos humanos, particularmente en Amnistía Internacional, maneja de manera muy elemental los conflictos de clase que oponen primeramente a los dos amigos, y luego a Basil y a la joven Julia (Claire Forlani (Basquiat, ¿Conoces a Joe Black?), de la que se enamora. Luego de plantear este conflicto social y esta anécdota sentimental, el director, también guionista de la cinta, se esfuerza en volver atractiva la historia con un giro narrativo sorprendente, con una revelación que cambia sustancialmente la dirección de la trama, con un ritmo ágil, y sacando todo el provecho posible al perfil fotogénico de sus protagonistas jóvenes. Pero fuera de esa eficacia indispensable en el género de aventuras, la película ofrece muy poco. Los personajes carecen de densidad psicológica, son modelos de apostura física, instantáneamente remplazables por una presencia física equivalente, un Leonardo di Caprio, un Ben Affeleck, o cualquier galán de moda en portada de Movieline o Cinepremiere. Una vez más, como en ¿Conoces a Joe Black?, el talento y el verdadero interés se concentra en el personaje sexagenario (Derek Jacobi o Anthony Hopkins), la parte más madura del conflicto generacional, y las virtudes de la galanura y el desenfado -atractivo principal para la taquilla- en jóvenes de los que se espera mucho más magnetismo físico y carisma, que solvencia actoral y originalidad artística. El papel de Julia, por ejemplo, podría haberle permitido mayor lucimiento como actriz a Claire Forlani, pero muy pronto se ve relegada a un sitio secundario en la historia que es, primordialmente, pretexto para el lucimiento de los dos galanes.

Por su parte, el actor británico Derek Jacobi, notable como siempre, aunque irreconocible aquí después de haberlo visto interpretar al pintor Francis Bacon en El amor es el diablo, de John Maybury, asume el papel del viejo aristócrata enfermo que naturalmente opone una resistencia férrea al encanallamiento social y amoroso de su hijo. El director Rahda Bharadwaj consigue, con su guión y con la superficialidad de su propuesta, reducir a un folletín intrascendente una obra de W. Wilkie Collins, autor también de La piedra lunar, el libro que Jorge Luis Borges eligiera como uno de los títulos de su ``Biblioteca personal'' (Emecé editores). Del arte de este novelista inglés señalaba el escritor argentino: ``La novela de aventuras contemporánea se repite peligrosamente: en el primer capítulo el consabido mayordomo descubre el consabido crimen, en el último, el criminal es descubierto por el consabido detective, después de haberlo ya descubierto el consabido lector. Los recursos de Wilkie Collins son, por contraste, inagotables.'' No es esto sin embargo lo que distingue a Basil después de su desfavorecedor paso por Hollywood.