La Jornada 14 de enero de 1999

Carlos Salinas, de apologista a crítico del neoliberalismo

Cuatro años después de saber dejado el gobierno de México, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari reconoció que el neoliberalismo y la globalización --estrategias que se consolidaron en México durante su mandato, entre 1988 y 1994-- han tenido un ``alto costo'' para los países que se quedaron en la ``retaguardia''.

Gestor del mayor proceso de privatizaciones en la historia del país, Salinas ahora insta a abandonar ``la ideología neoliberal de que sólo la privatización puede crear riqueza''.

Cliente favorito y favorecedor del Fondo Monetario Internacional durante su sexenio, hoy habla del organismo internacional en estos términos, desde Dublín:

La ortodoxia ``institucionalizada en el FMI'' del llamado Consenso de Washington --que defendió tanto el libre movimiento de capitales como las disciplinas fiscales y monetarias en función de las instituciones políticas y económicas ya establecidas en los países del Norte, en especial Estados Unidos-- ``ha confundido la necesidad de mantener abierta la economía del mundo con los intentos de imponer a los países un camino particular hacia la libertad y la prosperidad''.

Salinas de Gortari dice lo anterior en un ensayo publicado por el suplemento Global Viewpoint --distribuido por Los Angeles Times Syndicate y reproducido el martes en México por Excélsior-- junto con el jurista brasileño Roberto Mangabeira Unger, de la Universidad de Harvard (también alma mater del ex mandatario). El artículo está fechado en Dublín.

Ambos autores señalan: ``Mientras los mercados financieros se suban a la montaña rusa de auge y depresión, manía y pánico, causarán verdadero daño a las economías reales (...) Para beneficiarse de los flujos más libres de capital que cruzan las fronteras, los países (en crisis) primero deben ayudarse a sí mismos''.

Asimismo, señalan que a raíz de la crisis financiera asiática y sus secuelas ``la idea del pluralismo del mercado está remplazando al Consenso de Washington''.

Salinas y Mangabeira sugieren una ``alternativa progresiva que no signifique retirarse al proteccionismo ni al populismo''.

``Esta alternativa debe aceptar fundamentalmente el histórico giro a la economía de mercado, pero no requerirá de los gobiernos nacionales arrodillarse ante las finanzas internacionales''.

Los elementos de esta estrategia que proponen --algunos combatidos y desechados durante los años del salinismo-- son:

1. Que el capital y la mano de obra crucen libremente las fronteras nacionales mediante una regulación de las instituciones financieras domésticas y controles selectivos a los flujos de capital a corto plazo, así como acuerdos internacionales entre gobiernos y sindicatos en asuntos de migración.

2. Dejar a un lado las privatizaciones como único medio de crear riqueza; crear asociaciones entre gobierno y empresas para rediseñar y ampliar el mercado, y no aplastar éste en favor de la burocracia o del clientelismo político.

3. Evitar la dependencia del capital foráneo y suscribir acuerdos para el ahorro obligatorio proporcional al ingreso personal, principalmente a través de sistemas de fondos de retiro.

4. Incrementar los impuestos al consumo. Calculan que en América Latina la mayoría de los países tiene que destinar 30 por ciento del producto interno bruto al gasto social.

``Nada de esto funcionará sin la combinación de una democracia más representativa'', pues ``si no hay la libertad política suficiente para fortalecer a la sociedad y para mantener representativas a las élites políticas y empresariales, ningún modelo económico es sostenible''. Y rematan: ``La clave es el poder de la sociedad civil. Es el único camino posible entre la intervención del Estado y los abusos por parte del mercado''.