Octavio Rodríguez Araujo
Para el debate

Yo no sé si Cuauhtémoc Cárdenas sea el presidente que requiere México, como han dicho los diputados del PRD que se pronunciaron por él el martes pasado en desplegado de una plana en La Jornada. Le tengo a Cuauhtémoc una gran consideración y respeto personal, me parece un político creíble y una persona bien intencionada, pero no se trata sólo de las personas cuando tenemos que pensar en quién debe gobernar el país a partir del 2000 y por qué.

Las personas son importantes en la política, pero más sus compromisos con un plan de gobierno, con un proyecto de país, con una oferta realista que de veras sea una alternativa al proyecto neoliberal en curso. Los diputados, en el último párrafo de su desplegado del martes, hablan de formar un comité que promueva la candidatura de Cárdenas para la Presidencia de la República, pero también de propiciar ``un gran debate en todo el país para definir, con todos los sectores sociales y económicos, un proyecto nacional adecuado para México''. Este último aspecto es el que más importa: un proyecto nacional adecuado para nuestro país. Proyecto y persona pueden convencer, siempre y cuando estos diputados y el partido al que pertenecen sean capaces de demostrar a la nación que no basta una persona popular sin un proyecto o un proyecto sin persona y que el proyecto de que se trate sea en verdad alternativo al existente.

Si se trata de iniciar el debate al que se convoca, van algunas ideas. El proyecto neoliberal en curso puede sintetizarse en la siguiente expresión: eliminar, desde el Estado y el gobierno, todos los obstáculos que pudieran encontrar los flujos de mercancías y de dinero. Un proyecto alternativo es regular estos flujos a favor no de productores, comerciantes y banqueros, sino del pueblo, de los más pobres y miserables, de los mexicanos en general y de la soberanía nacional. En otras palabras, se trataría de elevar los gastos sociales, de quitar los topes salariales y de buscar la homogeneización hacia arriba de los salarios (y no hacia abajo, como ocurre actualmente), de respetar a los sindicatos y asociaciones similares como agrupaciones de defensa de los trabajadores, de regular la apertura comercial, las inversiones, el tipo de cambio y los impuestos, no para cerrar el país al intercambio mundial pero sí para decidir, con soberanía y sentido de país, que el capital le sirva a los mexicanos y no sólo a sus propietarios como, dicho sea de paso, se hace en los países más desarrollados del planeta.

¿Por qué enfatizo la cuestión económica sobre otros aspectos cuando me refiero a un proyecto alternativo de país? Porque parto de la premisa, extraída de la misma historia de los países hoy desarrollados, de que la democracia (aspecto muy relevante de la política) sólo será posible cuando se construya sobre una base de justicia social, es decir, con una población que no viva en la miseria y sin expectativas, sin educación y cultura suficientes para entender no sólo su papel como sociedad sino su potencial como destino del desarrollo de un país. La disminución de las desigualdades sociales no es sólo un problema humano sino una condición necesaria para que exista la democracia, y sólo un proyecto en esta lógica, defendido por un gobierno comprometido con el mismo, tendrá sentido en el futuro, si pensamos a México como un país y no como un espacio en el que algunas de sus partes y ciertos sectores de población son útiles al capital, al gran capital y sus intereses de dominación mundial.

¿Por qué pensar en la nación, en el país, cuando las corrientes dominantes de pensamiento nos hablan de mundialización? No por querer regresar a las posiciones nacionalistas del pasado, sino más bien porque a los ``dueños'' de la mundialización no les importan los países ni toda su población, sino sólo la parte que les reditúa a favor de los mercados, como productores o consumidores. Esta es la lógica de la mundialización, y contra esta lógica debe lucharse. En otros términos, porque debe lucharse para que todos los mexicanos, en nuestro caso, tengan una vida digna y decorosa y no sólo los que sean útiles a ``los mercados''.