La explosión demográfica, clave en el desarrollo urbano de México: Jean Meyer
El hecho que define al siglo XX mexicano --según el historiador Jean Meyer-- es la explosión demográfica. Recuerda que el país empezó la centuria con algo más de diez millones de habitantes, y la termina con 100 millones. Ante ese suceso, que algunos califican de tragedia, el investigador es optimista. ``Era imposible construir una nación cuando el país eran 25 islas separadas por grandes desiertos. Es ahora que por primera vez llegamos a una relación óptima entre el número de habitantes y el espacio que nos toca. Empezar el siglo con la mitad de los mexicanos menores de 20 años es hacerlo con un capital fabuloso que no tienen Europa o Japón''.
A Meyer le gusta huir del lugar común. Hace más de dos décadas decidió abordar el tema de la Cristiada, que hasta entonces era un tabú en la historia oficial del país. Con ese espíritu iconoclasta, ahora se aproxima a los acontecimientos que marcaron la época.
--¿Cuáles son para usted los sucesos más representativos de este siglo?
--La pregunta es demasiado amplia porque depende del enfoque. Lo que le quiero decir es que cada sector de la vida tiene su propia escala de valores. Sin embargo, yo creo que en la historia de México del siglo XX el suceso fundamental es la explosión demográfica. Y contra lo que piensa mucha gente, que es una tragedia, yo creo que es lo que nos permite, por primera vez, resolver una serie de problemas que anteriormente no se podían porque sobraba espacio. Resultaba imposible construir una nación, un Estado, una administración, una sociedad civil, porque México eran 25 islas separadas por grandes desiertos.
Ser 120 millones no es una catástrofe
``Por primera vez llegamos a una relación óptima entre el número de hombres y el tamaño del país. Ya estamos en un proceso de control de la natalidad, y dentro de una generación la población se va a estabilizar en alrededor de 120 millones de habitantes, lo que no es ninguna catástrofe.
``Es a partir de este hecho, haber llenado nuestro espacio, que podemos construir una sociedad urbana, moderna, con profesionistas, clases medias, proletariado obrero y una gran población de estudiantes. Todo eso va a formar un universo muy complejo. Al mismo tiempo que tiene sus inconvenientes, ya que se están perdiendo ciertas formas de sociabilidad ricas, se ha ganado en posibilidades de desarrollo personal y libertad que antes eran impensables. También hay un mayor pluralismo político, religioso y sexual. En pequeñas sociedades tipo pueblo eso sería imposible. Aunque de repente extrañamos el calor de la pequeña sociedad, uno sabe que también es un infierno. Ahí todo mundo sabe que la niña fulana se besó con fulano. Esto no existe en las ciudades, donde junto al anonimato está la libertad.
``Por eso el crecimiento demográfico es para mí el gran hecho del siglo XX. Europa también tuvo su explosión demográfica. Hoy tiene miedo del Tercer Mundo y se le olvida que si conquistó la Tierra con la Revolución Industrial y construyó sus imperios coloniales, fue porque primero tuvo un crecimiento que le dio la fuerza y el dinamismo que hoy día tiene México. Cierto que hay muchos problemas, pero el hecho de que la mitad de los mexicanos tendrá menos de 20 años al empezar el próximo siglo será un capital fabuloso, cosa que ni Europa ni Japón tienen.''
--¿Entonces la integración del país estaría aparejada a su crecimiento?
--La integración de México es un fenómeno que empieza en el siglo XIX, durante la Intervención Francesa, que continúa en el porfiriato, que tiene un proyecto nacional muy claro, heredado de los liberales, y que se confirma en la Revolución Mexicana. Durante esa época, a sangre y fuego, con un costo de sufrimiento terrible, terminó de forjarse la nación. Es en ese tiempo cuando Manuel Gamio acuña la expresión de forjar patria, porque la violencia revolucionaria fue como una forja. Estamos hablando de fenómenos terribles, de sangre, de fuego, de muerte, de sufrimiento, de exilio, de migraciones del campo a la ciudad y de cientos de miles de mexicanos que huyeron a Estados Unidos por la misma razón.
``Para mí, cuando regresa definitivamente la paz a México es en 1938. Casi el mismo día de la nacionalización del petróleo llegó la reconciliación entre la jerarquía de la Iglesia católica y la dirigencia del Estado. Fue ese famoso domingo de marzo, cuando la Iglesia realizó una gran colecta nacional para ayudar a pagar la indemnización a las compañías petroleras. Después de esa reconciliación empezó a darse el crecimiento demográfico. De la década de los cuarenta hasta la fecha, la población ha crecido rapidísimo.
``En los primeros años de la década de los sesenta, Francia y México tenían casi el mismo número de habitantes: 50 millones. Hoy día los mexicanos casi duplican a los franceses. También en tiempos de Díaz Ordaz el país dejó de tener una población mayoritariamente campesina, para conformarse en un país urbano. Todo esto acabó de integrarlo, ya no mediante la violencia de la Revolución, sino a través de la televisión, el automóvil o la posibilidad de viajar al extranjero.''
--¿La década de los sesenta marcó la apertura del país?
--Sí, ciertamente. Si el 68 nos lleva al trágico recuerdo del 2 de octubre, hay que recordar que fue también el de la fiesta olímpica. La ciudad de México fue capaz, al mismo tiempo, de espantarse por Tlatelolco, y días después de alegrarse del éxito de sus Olimpiadas. Todo esto hace que tengamos que hacer una lectura doble de ese tiempo. Si hay un momento negro, también existe un tiempo de unión nacional por el éxito de México en las Olimpiadas y que vuelve a sentirse en los setenta, durante la Copa del Mundo. De tal manera que no podemos quedarnos con una idea demasiado negativa de la década de los sesenta. Octavio Paz tenía toda la razón cuando en Posdata dijo que el 68 fue el despertar de las clases medias mexicanas, por medio de sus hijos. Ahí arrancó lo que llamamos la transición democrática, aunque esto no se pudo ver hasta dos años después, cuando Echeverría no encontró más salida para gobernar que la apertura democrática.
--¿Usted incluye la Cristiada dentro de la Revolución?
--¡Claro! La Cristiada es parte de esa Revolución Mexicana terrible. En 1910 empieza una revolución democrática, que no tiene más recurso que la lucha armada, pero que es muy civil, y mucho más disciplinada de lo que uno puede pensar, con pocos excesos, aunque sí los hubo. Pero no fue hasta después del asesinato de Madero que irrumpió el México bronco. Entonces sí empezó la violencia. En Roma había un templo que, cuando se declaraba una guerra, abría sus puertas, y cuando llegaba la paz las cerraba. En México, de 1913 a 1938, nadie pudo cerrar ese santuario. En medio de esa época quedó la Cristiada, la cual empezó cuando la juventud y el pueblo campesino católico contestaron, por la vía armada, el reto del gobierno federal, que en 1925 trató de provocar un cisma en la Iglesia católica. La Cristiada fue la gran guerra que se dio entre 1926 y 1929, pero después llegó un rebote del que no se habla mucho, pero que fue terrible. La llamada Segunda, que se dio entre 1932 y 1938, fue una guerra de guerrillas interminable, donde los dos bandos se permitieron todas las atrocidades posibles.
Octavio Paz, personaje del siglo
``Por eso, para mí el gran mérito de Cárdenas, incluso más importante que la nacionalización del petróleo, fue la pacificación del país. Aunque yo creo que nacionalización y pacificación estuvieron unidas. La nacionalización del petróleo fue la oportunidad para que la Iglesia diera pruebas de su buena fe y de su nacionalismo. Y muy posiblemente, sin el psicodrama de la nacionalización, Cárdenas no hubiera podido imponerle la paz a los revolucionarios radicales. Entonces, marzo de 1938 es el parteaguas. Fue cuando México ya pudo finalmente gozar de la paz.''
--Para usted, ¿quiénes son los personajes que definen al siglo?
--Me gustaría nombrar a Octavio Paz. El, además de ser inconfundiblemente mexicano, ya que toda su vida y su obra son inseparables del país, es el más universal. Y si el siglo XX mexicano es a la vez realización de la integración nacional, apertura al mundo y reconocimiento de éste a México, Octavio Paz lo resume todo. Al mismo tiempo que se interesa por todos los problemas de México, participa en el surrealismo, en la Guerra Civil española y en los grandes debates de la democracia, a los que dedicó la segunda mitad de su vida. Realmente para mí es un hombre muy completo, que nos permite salirnos de los casilleros. Yo no sabría decir cuál es el Paz más importante: si el artista, el poeta, el luchador político o el prosista fabuloso. No hay campo del conocimiento que le haya sido extraño. Además, sintetiza muy bien el siglo por sus raíces biológicas, si uno piensa que es heredero de un abuelo revolucionario liberal chinaco y de un padre zapatista. Yo creo que Paz es el personaje más representativo de nuestro momento.