El catolicismo pierde lugar como la fe predominante en AL: Celam
José Antonio Román / II y última Ť La insuficiencia de sacerdotes, el creciente secularismo en las sociedades modernas, una fuerte penetración de los medios de comunicación que no promueven valores cristianos, la ignorancia religiosa, el vertiginoso crecimiento de los nuevos movimientos religiosos y un abismo cada vez mayor entre los países desarrollados y los pobres, son algunos de los principales retos de la Iglesia católica en los umbrales del siglo XXI para lo que ella misma ha llamado la nueva evangelización.
En el análisis de la realidad religiosa que viven los pueblos de América Latina, el Consejo del Episcopado Latinoamericano (Celam) reconoce que en estos momentos, en muchos países de la región se cuestiona ya una eventual pérdida de legitimidad del catolicismo como religión predominante y se da el surgimiento cada vez mayor de nuevas expresiones religiosas. ``Se consolida una pluralidad religiosa y filosófico-religiosa en el continente''.
En dicho documento --prácticamente concluido, pues deberá ser entregado en febrero próximo a la nueva directiva que sea electa en La Habana, Cuba-- se advierte también que entre algunos sectores de la sociedad, la Iglesia católica tiende a perder credibilidad cuando se presenta como estructura jerárquica y autoritaria con dogmas y reglas inamovibles, aunque sigue siendo respetada cuando se involucra en la promoción y defensa de los derechos humanos, se compromete con la justicia social y da testimonio de lo que dice creer.
Asimismo, menciona que un número creciente de católicos no se identifica con la iglesia jerárquica y su magisterio, además de que la Iglesia va perdiendo presencia física y el carácter de cercanía que tenía en los espacios pequeños y familiares, especialmente frente a la extensión e impersonalidad de lo urbano, ello aunado a la creciente secularización y el avance de los medios de comunicación masivos.
Por ello, considera que la formación de los futuros sacerdotes será fundamental para los próximos años, pues se encontrarán ante un mundo cambiante y sumamente complejo, donde deberán relacionarse íntimamente con los laicos y discernir los profundos cambios culturales. Por ejemplo, en la ciudad, el presbítero, junto con el médico y el maestro, ha dejado de ser el centro de referencia en la vida de las personas.
La mayoría de los bautizados ``no se sienten católicos comprometidos''
De igual forma, menciona que por un lado, la mayor parte de los bautizados no toman aún plena conciencia de su responsabilidad en la misión de la Iglesia; no se sienten católicos comprometidos, miembros de la Iglesia; pero por otra parte, también persiste una mentalidad que impide una contribución propiamente laical en la tarea evangelizadora. Se sigue pensando que a la Iglesia sólo la integran obispos, presbíteros y religiosos, cuando en realidad la institución eclesial está conformada por todos los bautizados.
Sin embargo, los esfuerzos para promover y formar a los laicos con demasiada frecuencia se dedican principalmente a lograr su participación y su compromiso al interior de la Iglesia y no a la transformación de la sociedad, que es su campo específico de realización cristiana.
``Es preciso volver a la categoría conciliar de la Iglesia como pueblo de Dios, destacando la igual dignidad de todos sus miembros en la diversidad de los ministerios, de manera que entre todos asumamos nuestra condición de Iglesia, cada cual según su vocación particular. Al respecto, el término laicado tiene la desventaja de entenderse negativamente (como no sacerdote) y relegar a la gran mayoría que constituye la comunidad a un papel meramente pasivo''.
El análisis del Consejo Episcopal insiste en que los obispos y sacerdotes están llamados a entender la actualidad de un mundo cada vez más globalizado y cambiante para hacer llegar el mensaje del Evangelio al hombre que se desarrolla en este contexto histórico.
Sólo de esta forma, añade, la Iglesia podrá hacer presentes los valores de la dignidad de la persona, la libertad, la vida y el bienestar no sólo individual, sino incluso entre naciones, pues estamos frente a un mundo cuyo valor principal es la economía y el poder, y se llega incluso a plantear que se puede prescindir de personas y naciones que no son comercialmente valiosas.
Al citar los principales retos que enfrentan ya los sacerdotes en los umbrales del nuevo siglo, el documento señala que éstos están llamados a comunicar a Cristo en un mundo donde el ``liberalismo salvaje'' está en todas partes y persisten males como corrupción, pobreza, narcotráfico y una mercadotecnia de la religiosidad con el surgimiento de nuevos movimientos religiosos, que se extienden por todo el continente.
Se señala también que el secularismo imperante aleja cada vez más de Dios a la persona actual, que pareciera no contar con la presencia divina cuando piensa y toma decisiones: en la familia, el trabajo, la profesión, al elaborar nuevas leyes, en el comercio, el arte y la vida cotidiana, lo cual lleva a hechos desconcertantes que muchas veces cuestionan la propia esencia del ser humano.
``En los umbrales del tercer milenio sentimos la necesidad de pronunciar una palabra para que este hecho histórico no sea tan sólo un hito cronológico, sino más bien una ocasión de profunda reflexión y un compromiso concreto de cambio para que entre todos construyamos un mundo fraterno donde todos tengan cabida''.
Menciona que América Latina está llamada ahora a evangelizar al mundo, pues prácticamente la mitad de todos los católicos viven en este continente, y de hecho hay infinidad de misioneros latinoamericanos en todas partes del mundo. La evangelización de nuestra sociedad requiere el anuncio de la persona de Cristo, presentar su propuesta de vida y los valores sobre los cuales debe construirse el futuro para superar los problemas que agobian a nuestro mundo, además de privilegiar unas opciones pastorales para encaminar y consolidar el proceso histórico de la evangelización.
El documento reconoce la enorme y creciente trascendencia de los medios de comunicación masiva como formadores de la conciencia del hombre e impulsores de los procesos de globalización y de una cultura universal de masas. Sin embargo, precisa que en sus contenidos están ausentes los valores cristianos. De hecho, los medios desplazaron a las familias en muchas cosas, lo cual afecta seriamente la transmisión de la fe a las nuevas generaciones.