Teresa del Conde
Nombrar y ¿vestir?

El pasado 12 de diciembre, tan festivo para nosotros, recordé a Manuel Felguérez, pues era su cumpleaños, y como me encontraba en Londres, por recomendación de Andrew Dempsey, director que fue por tanto tiempo de la Heyward Gallery, fui a la estación de Waterloo para mirar con ojos de 1998 los edificios del South Bank Arts Center donde se encuentra, además del Royal Festival Hall, la Hayward Gallery, que inaugurada en 1968 depende del Arts Council.

Dempsey sigue trabajando para dicho organismo como curador independiente. Me había dicho que existía el proyecto de demoler la Hayward, que alberga exposiciones temporales, algunas de las cuales, muy importantes, han versado sobre arte mexicano. El es amante de nuestro país y lo ha visitado varias veces. Además de otros trabajos, prepara un guión sobre pintura británica que habría de exhibirse aquí, si las cosas marchan, a finales del verano del 2000. Tenía interés en comentar conmigo la exposición Addressing the Century que, según el título, indica la dirección del siglo a la vez que lo ``viste''.

Se trata de una muestra de modas museografiada acertadísimamente por Zaha Hadid y armada por Peter Wollen (especialista en cinematografía, entre otras cosas) y por Fiona Bradley. Contiene vestidos, zapatos, camisas, tocados, etcétera, alternando con diseños de vestuario teatrístico, con piezas de happening y con grabados y pinturas originales. Como fashion show -se ostenta como tal- desde mi punto de vista presenta el siguiente problema: no es lo mismo percibir por ejemplo un traje femenino de Paco Rabanne o de André Courréges, que verdaderamente se usaron, con piezas de artista entre las cuales observé algunas similares a las que conocimos en exposiciones mexicanas como Diálogos insólitos (MAM, 1997) en la que concurrieron obras de Paula Santiago que, como se recuerda, cose las ligeras telas con pelo suyo y las complementa con sangre.

Había piezas muy similares a éstas, realizadas por Adrian Bannon, como había también, en este mismo rubro, objetos que simulaban ser de vestir hechos con pelo natural (recordé a Gabriela López Portillo cuando descubrí la prenda de Mille Wilson) o de crin de caballo y pelo sintético; los hay con cuerdas de nylon, papel, hojalata, etcétera, realizados todos por artistas, algunos ex profeso para la muestra y otros de colección, como el de Christo (1965) que naturalmente tiene forma de paquete. Unos más presentan combinación de formas volumétricas cóncavas y convexas interesantes de mirar, o de imaginarlas en un performance, o función teatrística, cosa distinta a la que ocurre con el hermoso vestido de noche diseñado por Elsa Schiaparelli que podría usarse incluso hoy día. Todo esto alterna con fotos de Man Ray, dibujos de Cocteau, de quien también se presenta un sombrero fénix, en tanto que de Salvador Dalí hay un frac afrodisiaco que la verdad es inegnioso y cómico. En cambio, el maniquí también surrealista de André Masson me pareció misógino, pero lo que ocurre es que probablemente se inspira en el Marqués de Sade. Esta sección surrealista es de las más logradas y también la selección especial dedicada a Oskar Schlemer con dibujos y diseños de 1923.

Como ocurre en las megaexposiciones, había algunas pinturas: en el retrato de Johanna Slande, por Klimt, el carácter de la modelo está en la expresión lograda no sólo por cara, manos, gesto, sino en forma importante por el atuendo que porta, semejante a una enorme y rica tela de araña.

No puede negarse que la muestra es ilustrativa y divertida ni que su sentido antropológico logra lo que el título enuncia: la exposición se dirige al siglo por terminar mediante reales o supuestas prendas de vestir aunque algunas no lo son y no por ser extraordinariamente incómodas, sino porque no hay manera de introducirse en ellas, ni aunque se sea un fideo. Esperaba mucha concurrencia en esta muestra, pero las personas están un poco cansadas de la imprecisa o inexistente delimitación de fronteras entre lo que conlleva intenciones artísticas por parte del autor y lo que obedece a otros propósitos por legítimos e interesantes que sean.

Más concurrida está la retrospectiva de John Singer Sargent en la Tate Gallery (se hace fila) y que también presenta harta moda debido a la pluralidad de retratos de una serie de personajes, a partir del muy conocido de Mme. Hautreau (Mme. X) que causó sensación pero también denuesto en el parisiense Salón de 1884, porque la tirita que sostiene el escote fue pintada deslizándose sobre su hombro This detail caused an outrage in French Society, y por eso Sargent abandonó París para establecerse en Inglaterra. Tal detalle fue suprimido de la pintura, el strap se disimuló correctamente y así vemos a Mme. X ahora en la Tate y en forma casi permanente en el MET, de Nueva York, de donde procede.