ALEBRIJES Ť Patricia Vega
No olvidemos a Salman

De prisionero del mundo a huésped distinguido de la ciudad de México.

Habituado a cancelaciones de última hora por razones de seguridad, el escritor indo-británico Salman Rushdie (Bombay, India, 1947) no pudo asistir, en esta ocasión, a los actos programados inicialmente en el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo de la Ciudad de México.

En su segunda visita al país, Rushdie fue testigo de un acto de gran significación política: la presentación de la casa que el gobierno del Distrito Federal, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, ofrece a la asociación civil Amigos del Parlamento Internacional de Escritores como sede mexicana de la red mundial de Ciudades Refugio y cuyo propósito es proteger a escritores amenazados o perseguidos, como el propio novelista, sentenciado a muerte en 1989 por el ayatola Jomeini, por publicar Los versos satánicos.

El próximo 14 de febrero se cumplirá una década del hecho inaudito de ponerle precio a la cabeza de un hombre por el ``delito'' de escribir un libro tachado de blasfemo por los sectores fundamentalistas del Islam, y que irónicamente Rushdie considera como la ``más personal y menos política'' de sus novelas. Ni la retractación y disculpas públicas ofrecidas por el autor ni las manifestaciones y actos de solidaridad en favor del escritor en diversas ciudades del mundo ni la publicación de cartas a Rushdie de los escritores más famosos del planeta ni la intermediación internacional ni las presiones extranjeras sobre el gobierno iraní ni el apoyo de los intelectuales liberales de origen musulmán han servido: la fatwa (edicto islámico) que lo condena a morir sigue vigente.

No obstante, este 4 de enero pasará a la historia como un día en que se renovó la tradición mexicana de dar asilo a refugiados y perseguidos políticos. Lo dijo Cárdenas con discreción al omitir que su padre, el presidente Lázaro Cárdenas, fue quien encabezó una ejemplar política de asilo en el siglo XX mexicano: ``México, desde que surgió a la vida independiente ha sido refugio para perseguidos políticos (...) aquí en la década de los treinta y los cuarenta llegaron muchos perseguidos por el nazifascismo en Europa (...) México recibió una muy importante migración de republicanos españoles que vino a enriquecer en todos sentidos la vida de nuestro país y esta ciudad en particular ha acogido a muchos perseguidos por las dictaduras chilena, argentina, uruguaya, boliviana, en distintas épocas...''

Autodefinido como un big city boy, al que le encanta vivir en ciudades grandes, Rushdie espera obtener celebridad por la razón correcta: la literatura, y recuperar algún día la vida ordinaria de un escritor, pero ``no quiero ser estúpido con respecto a ello, porque hay sectores del régimen iraní cuya neutralidad no está garantizada y por tanto es importante seguir siendo cuidadosos'', dijo a los periodistas que lo acosaban.

Mientras tanto los libros de Rushdie, disponibles en español, siguen esperando el encuentro con sus lectores: Los hijos de la media noche, Vergüenza, La sonrisa del jaguar, Este, Oeste, Los versos satánicos, Harún y el mar de las historias, El último suspiro del moro a los que, a partir de la primavera, se sumará su novela más reciente en la que, por cierto, ocurre un terremoto en México, por lo que el escritor pide disculpas a los lectores mexicanos.

Empero, Salman Rushdie sigue condenado a muerte. No olvidarlo y escribir sobre ello es una obligación ética.

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