La Jornada Semanal, 3 de enero de 1999



Ana Cruz

entrevista

Con Francisco Toledo

Francisco Toledo nació en Juchitán, Oaxaca. En 1962, Tamayo lo recibe en París, donde da los primeros pasos de lo que sería una larga y fructífera carrera. El pasado mes de diciembre le fue entregado el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el rubro de Bellas Artes, como reconocimiento a su extraordinaria obra plástica poblada de conejos, coyotes y chapulines. Con tal motivo, publicamos esta entrevista.

¿Cuándo decides ser pintor?

-Al mudarme de Juchitán a Oaxaca, un tío me llevó a inscribirme a la escuela de Bellas Artes que estaba recién inaugurada. No me interesaron mucho las clases, pero como había una biblioteca me quedé. Los libros fue lo que realmente me abrió los ojos a lo que era la pintura. A partir de ahí cambió mi visión del arte. Ver reproducciones de Tamayo, de Rivera, de los muralistas, y también fotografías de Manuel Alvarez Bravo, me permitió darme cuenta de que había otro mundo, el de la pintura. Fue una impresión muy fuerte entrar en la Biblioteca de Oaxaca cuando tenía como doce o trece años y encontrar esos libros que me marcaron. A partir de entonces empecé a tener la inquietud de pintar. Pensé que podía ser pintor.

-¿Qué tipo de obra conforma tu primera exposición en la Galería de Antonio Souza?

-Eran dibujos a tinta sobre papel, algunas litografías, un poco de todo lo que hacía: dibujos, óleos, acuarelas. Tamayo, que vivía en Francia en ese entonces, vio la exposición. Souza le regaló uno de mis cuadros que le había gustado. Tamayo le dijo que si iba a Francia, me recibiría. Unos años después, cuando decidí irme a París, Souza me dio la dirección de Tamayo y una carta de recomendación para que lo fuera a buscar. Tamayo cumplió su palabra. Cuando lo busqué, me recibió. Su apoyo fue muy importante. Al llegar a Francia, me di cuenta de que él era una figura muy reconocida y con un gran prestigio.

-Algunos pintores que vivieron en Europa en aquella época, comentaron que el ambiente de los artistas en París era un poco difícil. ¿Cómo te pareció a ti?

-No conocí mucho del ambiente de París durante mi estancia, era bastante tímido. Frecuentaba solamente a Octavio Paz y a Tamayo. Casi no me reunía con los latinoamericanos que vivían en París. Integrarse al mundo artístico en general es difícil. Cuando llegamos a Francia era el fin de la guerra de Argelia y había una gran tensión en todo el país. Se sabía de bombas, de atentados. Era difícil para nosotros, como extranjeros, vivir ahí. Frecuentemente la policía nos detenía en la calle, nos pedía identificación, pasaporte. Era un momento muy tenso en París, hasta para las relaciones en el mundo del arte. Se vivía con cierto temor y la gente era bastante cerrada.

-Tu formación fue totalmente práctica: pintar y ver exposiciones. ¿Nunca volviste a tomar clases de pintura?

-No. Trabajaba mucho, veía muchas exposiciones e intercambiaba ideas con Tamayo. Ese era mi aprendizaje. Pedía la opinión de la gente que me interesaba. Cuando llegó el pintor Rodolfo Nieto, hicimos amistad y pusimos una exposición juntos en Noruega.

-¿Que tipo de comentarios te hacía Tamayo sobre tu obra?

-No me gustaba abusar de su tiempo. Me daba recomendaciones prácticas. Me insistía en que ocupara toda la hoja del papel, porque acostumbraba dibujar en el centro. Me recomendaba que usara colores finos, aunque fueran caros. Me decía: "Cuando tenga dinero, use colores finos. Los colores son muy frágiles. La luz, el sol, se los pueden llevar." Hablábamos también de técnicas en el óleo, me daba consejos prácticos. Cuando se regresó a México, me regaló sus pinzas y martillos para restirar telas, que tanto le gustaban. Me heredó sus herramientas.

Desde que se establece en Oaxaca en 1970, Francisco Toledo inicia una serie de proyectos destinados a la educación y cultura de los oaxaqueños. Impulsado por Rufino Tamayo funda primero la Casa de Cultura de Juchitán. Más adelante, crea el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo y la Biblioteca para Ciegos Francisco de Burgoa. Pero además, Toledo es una figura central en la restauración y operación del Centro Histórico de Oaxaca y el Templo de Santo Domingo.

-¿Cuál es el propósito, el espíritu de todo este programa de rescate cultural y arquitectónico?

-Rescatar los monumentos, aprovechar los espacios para impulsar las posibilidades de que los jóvenes se interesen en la pintura, la literatura, la arquitectura. Hace más de veinticinco años se fundó la primera casa taller, la Casa de la Cultura en Juchitán. Todavía vivía Tamayo. Reunimos libros, se creó una revista, talleres de grabado, de escritura en zapoteco, de guitarra, de varias cosas. Se logró estimular a la gente. Participé personalmente en los talleres de grabado y dibujo. A mi regreso de una larga estancia en Europa hace diez años, decidí que viviría una temporada en Oaxaca para abrir museos, bibliotecas, centros de cultura. Con el INBA y el apoyo del gobierno estatal, se fundó el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el IAGO. Ahora es un lugar a donde la gente viene, los muchachos estudian, se organizan exposiciones y actividades. Los talleres siguen adelante, la biblioteca es muy visitada. Siempre insisto en que debemos tener bibliotecas de todas las especialidades. Sólo cuando se puede estudiar, consultar la obra de otros, es posible tener un horizonte más amplio del arte y de la vida en general. Cuando conocí la pintura de los muralistas en los libros, mi vida cambió. Descubrí que podía llegar a pintar. Por eso, las bibliotecas son una preocupación muy importante para mí.

-Dedicarte a tantos proyectos culturales, ¿no te aleja un poco de tu pintura, no te roba el tiempo para crear?

-La verdad es que le dedico mucho tiempo al IAGO, a Santo Domingo y a los otros proyectos. Pero alguien tiene que hacerlo. A mí me da gusto venir y ver cómo van las cosas. Encontrar a los jóvenes leyendo, estudiando. Platicar con los que vienen a consultar libros. Programar exposiciones. Lo más difícil es conseguir el dinero; pero tiene que salir, por eso me interesa mucho estar involucrado en estos proyectos. Por lo pronto, es lo que más me interesa, aunque me distraigan de mi trabajo.

En cuanto a su pintura, Toledo no es muy expresivo. "No me gusta hablar de lo que pinto o lo que voy a pintar, mejor lo hago":

-Soy un pintor viejo al que le preocupa repetirse. Siento que no salgo de los chapulines, de los cangrejos, de las ranas. Por eso cambio de técnicas. Me voy a la cerámica o a la escultura. También por eso cambio de materiales. Agradezco que les gusten mis chapulines, pero como que ya son muchos, ¿no? Cuando se tiene un estilo, es difícil salir de ahí. Es un modo de pintar, pero trato de cambiar. Espero hacer cosas diferentes muy pronto, aunque pinto los animales y los sueños de mi infancia, y esos ya no pueden cambiar. Habrá que insistir para que vengan nuevas imágenes, nuevas ideas, nuevos sueños.