Murió a la edad de cien años el maestro Lino Santacruz, destacado personaje del estado de Tlaxcala y dirigente de organizaciones obreras del Partido Revolucionario Institucional; contemporáneo de una generación de luchadores sociales, ya desaparecida hace muchos años, y militante de un partido oficial totalmente diferente al actual PRI, fue un personaje peculiar y respetado en los ámbitos en que se desenvolvió.
Por mi parte, quiero recordarlo como director de la escuela primaria Estado de Chiapas, en la colonia Alamos de esta ciudad de México, que tanto le debe.
A fines de la década de los cuarenta, mis hermanos y yo llegamos a cursar la educación primaria en la escuela dirigida por el maestro Santacruz, y tuvimos el privilegio de ser alumnos de una institución oficial que, en ese entonces, competía de tú a tú con las mejores escuelas privadas, en parte porque no eran los maestros de primaria los ``probesores'' en que la mala política de sueldos los ha convertido, pero también por la atinada dirección de Lino Santacruz.
Lo recuerdo muy bien: un hombre moreno, muy alto, quizás de uno noventa de estatura, algo prógnata y con unas cejas gruesas, oscuras, grandes y tupidas que le daban un aspecto de energía e inspiraban algún temor a los discípulos.
Bajo su dirección, la escuela Estado de Chiapas --``Las Chiapas'', como le decíamos-- ganaba los premios en los concursos de zona e interzonales, contaba con una auténtica ``cooperativa'' manejada por maestros y padres de familia, e impartía una educación inmejorable, que se complementaba con prácticas deportivas, entre las que destacaba el soft-ball. Los equipos escolares de entonces indicaban la imaginación y el entusiasmo: ``Los Marinos'', ``El Cienfuegos Jr.'', ``Las Jirafas'', entre otros.
Pero la acción de Lino Santacruz no se circunscribió al interior del plantel; él logró que en el jardín central, ubicado frente a la escuela, se sembraran algunos álamos para darle algún sentido al nombre de la colonia. Consiguió que el predio destinado a mercado no se empleara para otro fin, y gestionó que el nombre de otro ilustre tlaxcalteca, Felipe Santiago Xicoténcatl, se impusiera al jardín de la Alamos.
Ese parque fue, en buena parte, su obra; de un llano descuidado y polvoriento, logró convertirlo en un jardín decoroso y bien cuidado en donde se colocó, también a iniciativa suya, un busto de don Miguel Hidalgo, a cuya develación acudimos alumnos y padres de familia.
Muy justo sería que la delegación Benito Juárez organizara un homenaje simultáneo al maestro Santacruz y al héroe de la guerra de 1847 que murió defendiendo las faldas del cerro de Chapultepec: Felipe Santiago Xicoténcatl.
Al jardín en el que se encuentra un observatorio estelar, habría que restituirle su nombre y a alguna calle de la colonia ponerle el de Lino Santacruz. Los viejos vecinos de la Alamos y los tlaxcaltecas verían bien esa iniciativa.