Con el penacho de Moctezuma redescubrí Europa: Vélez
César Güemes Ť A Gonzalo Vélez (DF, 1964) lo andan buscando los concheros. En el mejor sentido, claro, y con los más gentiles planes. Todo se debe a Perforaciones, obra que acaba de ser editada luego de que obtuvo el premio Joaquín Mortiz de Primera Novela 1998. Una historia que conjuga, formalmente, el monólogo ininterrumpido y, en cuanto a la temática, a un personaje que en Viena concibe el nada descabellado plan de robarse de una vez por todas el penacho de Moctezuma y zanjar de esa forma la controversia cultural y diplomática entre los mexicanos que desean el regreso de la pieza y las autoridades del museo que la posee a partir de argumentos varios. Con la novela, Vélez continúa su trayectoria que comenzó con el poemario La hoja verde del jueves y siguió con el guión de la propuesta escénica El pesadillante.
Símbolo que mueve multitudes
-¿Cómo percibe la diferencia entre ganar un premio y tener publicada la novela que lo obtuvo, como ocurre con Perforaciones?
-El hecho de obtener el premio abre las posibilidades no sólo de publicar la obra, sino de difundirla ampliamente. Siento el respaldo de la editorial, aunque también es lamentable que en México sea el único galardón de esta naturaleza que se otorga. La diferencia entre antes y después del premio estriba, por lo pronto, en la relación que se establece de la editorial hacia el autor.
-¿Suponía que el tema iba a ser de suyo atractivo para un sector de los lectores, más ahora que vemos en la portada la imagen de la Virgen de Guadalupe?
-No lo suponía. Lo de la portada fue posterior a todo. Pablo Rulfo tiene mi agradecimiento por su apoyo y por haber realizado la portada. Digo que no suponía casi nada de antemano, porque los varios temas que toco fueron apareciendo a lo largo de la construcción de la obra. De pronto la historia se fue más hacia la existencia en Viena de un cierto penacho prehispánico que tanto ha dado de qué hablar. En términos literarios el monólogo interminable era en todo caso mi idea central antes de estructurar el texto final. Me interesaba, también, cómo nos ven los austriacos a partir del hecho histórico de que Maximiliano, fusilado en Querétaro, era hermano del emperador austrohúngaro y en 1938 México es el único país que protesta ante la Liga de las Naciones, cuando Hitler se traga a Austria. Después de la guerra, con la nueva república, los austriacos recuerdan ese último suceso con cierto agradecimiento. Quise presentar, entonces, un panorama más o menos exótico en el que invierto los papeles tradicionales porque somos nosotros como americanos los que redescubrimos Europa, y el penacho se prestaba muy bien para el tema.
-Es un símbolo, finalmente.
-Claro, más allá de las plumas preciosas y el tejido de oro y la propia antigüedad de más de 400 años, simbólicamente mueve a muchas personas tanto aquí como allá. Las reacciones de las autoridades del museo donde el penacho está, frente a los concheros que año con año van a danzar frente a la catedral de San Esteban, en Viena, pidiendo que la pieza sea devuelta a territorio mexicano, son siempre muy interesantes. Todo eso hace que no importe tanto si el penacho perteneció a Moctezuma o si fue, como dicen allá, un atavío sacerdotal más. En todos los niveles se mueven muchos actores, unos para promover el regreso del penacho y otros para que permanezca en Viena.
No idealizar la historia
-De manera, pues, que detrás por ejemplo de esta anécdota hay varias historias que tuvo que indagar, incluso a partir de los dos años que vivió en Viena.
-Eso fue apasionante. La novela tiene una investigación histórica detrás sin que por ello quiera ser pedante o erudita en los conocimientos. Al mismo tiempo surge el momento presente de un mexicano sin raíces que de pronto se ve en una situación marginal y a partir de ese desfase con la realidad es que elabora este proyecto de robarse el penacho.
-Ahora que apareció el libro, sé que hubo un marcado interés de los concheros en México, respecto de la historia que cuenta, se ven muy identificados. ¿Está en contacto con ellos, qué siente a partir de que lo anden buscando los concheros así sea en el mejor de los sentidos?
-Nunca pensé que sucediera algo así, se me hace extraordinario. Todavía no estamos en comunicación. Yo deseaba que primero estuviera publicado el libro para luego hacer algún movimiento. Ya estableceré comunicación con ellos, si es preciso.
-Pero está consciente de que no sólo se interesaron por la novela sino que quieren verlo personalmente.
-Lo sé por conducto de la editorial. A ver qué pasa y qué les parece el libro. No quisiera entrar en la idealización de la historia. Siempre nos hemos visto un poco como perdedores. Nos gusta sentir simpatía por los desvalidos aunque no tengamos gran información de ellos. Muchas personas creen que cuando llegan los españoles en el siglo XVI lo que ahora es México era entonces algo muy similar. Y no, eran muchísimas naciones que por lo menos en el centro del territorio estaban sometidas al imperio de los aztecas, un grupo de déspotas y sanguinarios que equivalen a los nazis. Eran unos bárbaros venidos del norte que cuando llegan aquí queman los libros de los toltecas en los que se preservaba mucha de la cultura del mundo mesoamericano, se apropiaron de lo que no destruyeron y se legitimaron religiosamente. Tendemos a creer que todos éramos mexicanos antes de los españoles y así no se explica cómo ellos llevaron a cabo la conquista. Lo que necesitamos es dejar de mitificar tanto para explicarnos lo que realmente pasó y mediante ello entendernos más claramente nosotros mismos. Esa es la propuesta última del texto.