La impresión de descuido y hasta de abandono que el uso intensivo provoca en las instalaciones de la Central de Abasto de la ciudad de México (Ceda) es sólo una máscara de modestia que oculta una riqueza incalculable.
Allí no hay corbatas de seda ni finos cortes --de casimir y de cabello-- con que sustituyen el abolengo los más encumbrados casabolseros.
En la Central de Abasto, el mercado más grande de Latinoamérica, la oficina cede paso a las bodegas, los perfumes al sudor. Caras morenas, mangas cortas y mezclilla guardan centenarias tradiciones comerciales y dinero, muchísimo dinero.
Según especialistas bancarios involucrados en el comercio mayorista de la ciudad, las sucursales que operan en el mercado de Iztapalapa realizan mensualmente movimientos en efectivo por más de 10 mil millones de pesos, es decir, unos mil millones de dólares.
Aunque traducir a pesos y centavos la actividad mercantil del aparato digestivo de la capital es una tarea que pocos cuerdos se atreven a enfrentar, existen estimaciones menos moderadas que provocarían la envidia de la casa de bolsa mejor plantada.
De acuerdo con algunos directivos de la Ceda, las diversas operaciones bancarias y de otro tipo que allí se realizan, mueven recursos por unos 50 millones de dólares diarios, alrededor de mil 500 millones mensuales.
Con esas cifras no está lejos de la verdad decir que, al concluir noviembre, en la Central de Abasto del DF se cerraron operaciones por un monto de entre 10 mil y 15 mil millones de dólares, y que al concluir este año los límites estarán entre un mínimo de 12 mil y un máximo de 18 mil millones de dólares.
Se trata de una riqueza deslumbrante generada por la centenaria tradición comercial de los empresarios mexicanos, y por el trabajo de tan sólo 70 mil personas, según las cifras de empleo más recientes.
El volumen de recursos es avasallador: entre dos y tres veces superior a los ingresos petroleros, entre cuatro y nueve respecto de la inversión extranjera en bonos gubernamentales, y poco más de 51 por ciento del total de las reservas internacionales de divisas.
Así cualquiera avienta el saco, se arremanga la camisa y cambia los exclusivos corros de la Bolsa por los populosos pasillos de la Ceda.
Decir que sólo 70 mil personas generan entre 12 mil y 18 mil millones de dólares anuales es usar palabras mayores. Significa que, medida en dólares, la productividad promedio del trabajador de la central es de entre 470 y 705 dólares diarios.
Sin embargo, la riqueza no se distribuye con la misma justicia ni en las mismas proporciones. De hecho, en ese sentido la Central de Abasto no es menos clasista que la Bolsa Mexicana de Valores y sí son más profundos los contrastes; lo son tanto como la distancia que media entre el ingreso del trabajador y la riqueza que con su actividad genera.
Estimaciones moderadas indican que 70 por ciento de los trabajadores de Ceda son estibadores, cargadores, chalanes y personal de apoyo de comercios y bodegas.
Aproximadamente 17 por ciento de la fuerza laboral está constituida por diableros, cerca de ocho por ciento es personal administrativo, y sólo cinco por ciento, o quizá menos, conforma el cerrado núcleo de empresarios comerciantes, los exitosos pochtecas del libre mercado.
El mayoritario 70 por ciento obtiene ingresos de entre 30 y 90 pesos diarios. El empuje del diablero le permite ganar entre 100 y 150, y los conocimientos de la minoría administrativa les reditúan entre 200 y 500 pesos al día.
Pero en el río de cifras la ganancia del comerciante es un enigma que fluye bajo el agua. Una sencilla ponderación del promedio arroja un gasto salarial de entre 54 y 129 pesos, o cinco y 12 dólares, aproximadamente.
Supóngase el escenario más alto y, aún así, el índice de productividad individual revela una sorprendente realidad: individuos que consumen 12 dólares para generar 705 diarios.
La multiplicación de los panes o cómo invertir 306 dólares para ganar 18 mil en 12 meses. En el milagro va el negocio.