Sami David*
Política e inteligencia

Con motivo de las festividades de fin de año es importante hacer un balance de lo acontecido en la vida pública de nuestro país, no para el júbilo, sino para la reflexión. 1998 ha sido un año crítico, lleno de avatares y circunstancias que en ocasiones pusieron en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones. La irracionalidad e intolerancia enfrentadas con el debate y el diálogo, como si ello fuese parte esencial en la etapa democrática que vivimos, de pluralidad y de participación ciudadana.

Un año donde el sufragio estableció en algunos estados de la República -como Puebla, Oaxaca, Veracruz, Chihuahua, Sinaloa, Tlaxcala, Zacatecas y Chiapas- equilibrios políticos entre las instituciones gubernamentales y legislativas para consolidar la legitimidad democrática. Ello también permitió a gran número de mexicanos encauzar las diferencias y controversias por la vía privilegiada que ofrece nuestro Estado democrático de derecho. No hay que olvidar que la democracia es lucha permanente y tiene, como todos los procesos sociales, impulsos variables y accidentados.

Por lo mismo, no podemos, no debemos hacer de la pluralidad el pretexto de querellas estériles, interminables, ni partidizar situaciones presupuestarias o económicas que pongan en riesgo el bien común.

El principal desafío de la política es superar los rezagos y la injusticia social, pues su ejercicio involucra, indiscutiblemente, el servicio a la comunidad. Voluntad, vocación para servir y sensibilidad social constituyen los principales ejes del marco democrático. Y aquí habría que agregar la inteligencia como elemento esencial de la política, precisamente porque se necesita de la apasionada reflexión. ``Sensibilidad social sin inteligencia es una catástrofe, y por lo común constituye el fundamento de los trágicos populismos que consisten en hipotecar el futuro de los hijos para satisfacer las exigencias de los padres'', señaló de manera oportuna Andrés Pastrana Arango, el presidente de Colombia, durante su visita al Senado de nuestra República en la primera semana de diciembre.

Según el Ejecutivo colombiano, y de acuerdo con Montesquieu, la inteligencia es fundamental para la política. Y más en un foro legislativo. ``Un parlamento -dijo- no es otra cosa que un auténtico foro de la inteligencia. Cuando un parlamento no reflexiona se desborda la nación, se dispersa la voluntad popular, se descarrila el propósito de convivencia, se ausenta la solidaridad''. Destacó también la división de poderes de cualquier República democrática, externando que la expresión política, en sus fases fundamentales, aborda: la inteligencia que sueña -el Legislativo-, la inteligencia que realiza -el Ejecutivo- y la inteligencia que corrige -la justicia o Poder Judicial-, por lo que se requiere de armonía para que su acción repercuta en el bien común.

Es oportuno resaltar que en este año que concluye muchas veces han faltado armonizar, políticamente, dichas inteligencias, en detrimento de la eficacia política, frenando acciones de desarrollo social. En 1999 nuestro desafío es superar esos escollos, a fin de recuperar la credibilidad institucional, el sentido de justicia y la entrega democrática. El futuro de los mexicanos está en juego. No hay que olvidarlo.

*Senador de la República