Los trabajos de la Cámara de Diputados quedaron suspendidos ayer, tanto por la inminencia de la Navidad -y la consiguiente premura de los legisladores por tomar unos días de descanso-, como por un inopinado alarde de firmeza de los legisladores panistas, los cuales tomaron distancia, a última hora, del paquete económico para el año entrante propuesto por el Ejecutivo. La sesión se reanudará el próximo martes 29, es decir, dos días antes de la fecha límite para la aprobación de la Ley de Ingresos y del Presupuesto correspondientes a 1999. De esta manera, el fin de año legislativo coloca al país en una circunstancia de tensión e incertidumbre.
Sin ignorar el factor de la abulia decembrina de los diputados, es claro que la inclemencia social que caracteriza a la propuesta económica gubernamental es el obstáculo principal para que en San Lázaro puedan lograrse acuerdos en esta materia.
No pocos de los legisladores priístas parecen renuentes a dar su voto a favor de un conjunto de medidas que, de ser aprobadas, generarían recesión e inflación, empeorarían la situación desesperada de millones de asalariados y de empresas micro, pequeñas y medianas, y ahondarían las diferencias sociales, de suyo indignantes y desestabilizadoras.
Por su parte, los diputados de Acción Nacional acusan el desgaste político al que los ha sometido la dirigencia de su partido al inducirlos a respaldar la solución inmoral e ilegal impuesta por el gobierno al rescate bancario emprendido en 1995, y se muestran reacios a aparecer de nueva cuenta, ante el electorado, como el instrumento al que recurre el Ejecutivo cada vez que necesita de la mayoría legislativa que perdió en las elecciones del año pasado. Estas resistencias explicarían el súbito endurecimiento de las posiciones de la fracción panista en la Cámara de Diputados.
Hasta donde se sabe, las demás bancadas partidistas -las que votaron en contra del atraco a la nación legalizado por priístas y panistas en días recientes- no están dispuestas a aprobar las medidas de política económica que pretende imponer el gobierno.
Este, por su parte, atrapado en su propia ideología y en los mandatos de los organismos financieros internacionales, no logra imaginar -y menos proponer- una estrategia económica distinta a la que prescriben los manuales neoliberales, una estrategia que coloque al país en la perspectiva del crecimiento y que no sacrifique a millones para poner a salvo las fortunas de algunos centenares.
En tales circunstancias, los legisladores del PAN habrán de desempeñar, una vez más, la función de fiel de la balanza. En las filas de ese partido -en las cuales se produce, en el momento presente, un intenso debate- habrá de definirse si el Legislativo se somete una vez más ante el Ejecutivo o si, por el contrario, empieza a ejercer su función natural de contrapeso y equilibrio republicano; de tal decisión dependerá, por otra parte, que Acción Nacional vuelva a aparecer en la escena pública como el salvador del sistema político priísta o si se compromete, de una vez por todas, en la reactivación de la transición democrática que la sociedad demanda desde hace mucho tiempo.