Actividad inusitada en las salas de concierto de Londres
Pablo Espinosa, enviado, Londres Ť El invierno londinense apretuja, enciende, da calor en sus salas de concierto con una actividad inusitada, cuya intensidad sólo es comparable a la acaecida en París y Nueva York, con la diferencia de que en Londres ese factor definitivo que se llama tradición cultural inclina la balanza hacia un propiciamiento de concentración, diversidad y sobre todo la máxima calidad en el planeta.
En Trafalgar Square, por ejemplo, la Academy of Saint Martin in the Fields festeja la Navidad con una serie de conciertos en su sede, la vieja iglesia de San Martín en los Campos.
La programación incluye, por supuesto, El mesías, partitura archisocorrida de Handel (with Care), pero con luz de velas, las célebres Cuatro estaciones vivaldianas, también con iluminación de pabilo y cera, maratones de carols y un concierto central, con la participación del músico mexicano Horacio Franco, quien es una figura de primer nivel internacional.
Como es costumbre en México, tal calidad es apreciada en Europa y el resto del mundo en razón inversamente proporcional a lo que ocurre en su tierra. Con lo cual queda, de nuevo, científicamente comprobado que nadie es profeta en su etcétera.
El embeleso de un flautista
Horacio Franco animó el embeleso del público londinense con un par de conciertos barrocos para flauta de pico, durante un programa iluminado con velas y la maestría de sus ejecuciones, ante el asombro y mirada hipnotizada y satisfecha del público flemático.
Entre la gran avalancha cultural que implota en la capital de la neblina, la orquesta más importante del Reino Unido y una de las mejores en el orbe, la Sinfónica de Londres, realiza también conciertos decembrinos (Candide, de Leonard Bernstein, un concierto de Navidad con participación coral del público y los tradicionales valses vieneses para Año Nuevo) cuyo eje paralelo es la culminación de una serie de programas dedicados por completo a Sir Edward Elgar (1857-1934), compositor inglés emblemático (rimado con flemático) como lo son también Britten, Delius, Holst, Parry, Vaughan Williams, Howells y el recientemente fallecido Michael Tippet.
Música extrema
Pero la cercanía de Elgar con la Sinfónica de Londres está cosida al alma de esta orquesta nacida en 1904 y cuya primera nalgada (es un decir) se la dio Elgar, uno de sus primeros directores titulares. El actual director de la London Symphony Orchestra (LSO), sir Colin Davis, alimenta la relación Elgar-LSO con grabaciones discográficas y series completas, como la actual, que por cierto en unos días llevará de gira por Nueva York, con la Sinfónica de Londres (sir Colin Davis es, además, director huésped principal de la Filarmónica de Nueva York).
Las Elgar Series culminaron, entonces, con la puesta en vida de una partitura casi olvidada: The Dream of Gerontius, en una sesión histórica, ocurrida en el Barbican Centre, sede de la London Symphony Orchestra, a sala y escenario llenos, pues además del agrupamiento completo, lució el poderío del London Symphony Chorus y tres solistas: la mezzosoprano veneciana Sara Mingardo, el tenor estadunidense Robert Dean Smith y el bajo-barítono australiano Jonathan Summers.
The Dream of Gerontius es una partitura monumental estructurada a manera de oratorio. Sublimes, los cien minutos que tomó a cantantes e instrumentistas poner en vida esta música de ángeles y de hora extrema: el tema es el viaje de Gerontius hacia la trascendencia, es decir, la hora de la muerte, el momento de cruzar el umbral hacia lo desconocido, todo esto acompañado por ángeles guardianes, uno de ellos representado (es decir cantado) por Sara Mingardo y el resto angelical por el coro en su conjunto.
Música extrema.